18 abril, 2016

La viola enhiesta






Jordi Savall
Desde la primera actuación de Jordi Savall en el Festival Mozart, adonde llegó de la mano de Antonio Moral, a nuestros días han pasado años; muchos. En este tiempo, su saber hacer como investigador ha seguido creciendo en paralelo a su fama y reconocimiento internacional. Más reciente es su sonada renuncia al Premio Nacional de Música 2014, que puso en evidencia su oposición a la política cultural del Gobierno de España por la falta de apoyo a los proyectos culturales en general y a los suyos en particular; algo que el propio Savall manifestó en la carta que con tal motivo dirigió al entonces ministro de Cultura y hoy embajador de España ante la OCDE, José Ignacio Wert.

El martes 12 de abril fue protagonista del concierto celebrado dentro del ciclo de cámara que organizan conjuntamente el Consorcio para la promoción de la Música y la Sociedad Filarmónica de A Coruña. Junto al percusionista Frank McGuire, ofreció un repertorio anunciado en el programa de mano, literalmente, como

La viola céltica
EL HOMBRE Y LA NATURALEZA
En las tradiciones irlandesas y escocesas de Europa y América

El concierto estuvo compuesto íntegramente por música de origen escocés e irlandés, incluyendo obras tradicionales de los siglos XVII al XX (todos). Desde The musical humours de Tobias Hume a recopilaciones de la Costa Este y del Medio Oeste de los Estados Unidos. Un total de siete conjuntos de piezas de raíz celta-británica; y de tan gran enorme coherencia estilística que rayó en la monotonía

Jordi Savall con viola soprano

A estas alturas –he dejado pasar cinco días para filtrar sensaciones y recuerdos y confrontarlos con las notas tomadas durante el concierto- aún no sé si la causa de esta sensación radica en el programa o en la interpretación. Me explico para que se me entienda y lo hago poniendo por delante mi absoluto respeto por Savall, a quien considero un maestro en su especialidad. Su técnica instrumental es apabullante -literalmente, tanto en la primera como en la segunda acepción de apabullar en el Diccionario de la Lengua Española, edición del tricentenario- y su dominio de los diferentes tipos de violas es indiscutible.

Durante el concierto utilizó una Lyra-viol -viola de gamba baja de 7 cuerdas- construida por Barak Norman (Londres, 1697) y una viola soprano de 6 cuerdas de Nicolas Augustin Chappuy (París, ca. 1750). El sonido que Savall extrae de sus instrumentos es de una enorme belleza. Muy especialmente, por su redondez y dulzura,  el de la viola soprano, también “viola de gamba”, pues también este instrumento se toca en vertical, sujeto entre las piernas.


Jordi Savall durante una conferencia

Hubo momentos en el concierto, especialmente los procedentes de canciones tradicionales, en los que el sonido mecía al auditorio, declarando su origen lírico. En cualquier caso, se echaba en falta el apoyo de algún instrumento de cuerda pulsada, como la tiorba o el arpa, casi el mínimo indispensable entre los que a veces se hace acompañar el maestro catalán. Y las piezas de danza, apoyadas por el ritmo casi hipnótico del bodhran de McGuire, llevaron a más de un aficionado a una especie de exraño trance de un inquieto adormecimiento. Bastante alejado por cierto del movimiento inevitable de pies, elevación o giro que se siente en otras piezas de origen danzante. Y es que el esquema mismo de las suites y su ejecución fueron absolutamente previsibles: pieza lenta iniciada por la viola, incorporación del bodhran, sucesión ordenada de aire lento- rápido-lento-rápido y remate en accellerando ¿durante 8 o 16 compases? hasta el esperado y brusco frenazo final.

El concierto contó con el habitual apoyo que prestan a los proyectos de Jordi Savall el Departament de Cultura de la Generalitat de Cayalunya y el Institut Raimón Llull.


05 abril, 2016

Trazos como puños



O verdades como tales. La obra que David Arteagoitia (Bilbao, 1980) expone en la sala de exposiciones del CIEC (Centro Internacional de la Estampa Contemporánea) de Betanzos está vertebrada por la verdad. Esa verdad sencilla del trazo con toda la espontaneidad de este, pero también con toda la carga técnica que conlleva la sencillez. La falsa facilidad de los verdaderos maestros.

David Arteagoitia

Arteagoitia es maestro por cargo y por oficio: por cargo, como profesor de grabado y serigrafía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco. El oficio, ese largo camino interminable para un verdadero artista, lo ha ido adquiriendo como es debido: con el paso del tiempo y la atención a sus maestros, a sí mismo y a sus alumnos. Desde sus inicios con Chema Eléxpuru y en sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, en Florencia, o allá donde desde entonces ha acudido “a nutrirse” de sabiduría gráfica. El recorrido incluye Fuendetodos, la Fundación Casa Falconieri o los cursos de maestros bien conocidos por estos y otros lares como Ana Soler, Don Herbert, Enrique González o Gabriela Locci.

Como un buen maestro “a la antigua”, continúa sembrando su saber colaborando con escuelas e instituciones internacionales en las que adquirió su técnica como el CIEC o Casa Falconieri, o en la Central Academy of Fine Arts de Pekín, la Fundación Pilar y Joan Miró de Mallorca o la rumana Universidad de Arte George Enescu.

Foto cedida por el CIEC

Y la investigación; siempre la investigación, desde su tesis doctoral sobre La serigrafía de áridos con vehículos aglutinantes de base acuosa,  a partir de la cual ha centrado su labor de artista. Que solo merece ser así llamado quien renueva cada día su inquietud en busca de nuevos horizontes para su arte. De ahí que su obra se abra a partir de cada conocimiento adquirido como en una espiral ascendente. Una larga escala cuyos peldaños se basan en sus nuevos hallazgos en texturas y soportes y que tiene puertas siempre abiertas por las que invita -o más bien incita- a sumarse a esa búsqueda a sus alumnos de acá o allá.

En Betanzos
Al entrar en la sala del CIEC, llama la atención la armonía visual que la muestra ofrece al primer golpe de vista. La obra expuesta, apenas una docena de grabados, es de una austeridad cromática casi monacal; vive en la tríada blanco-rojo-negro. En música, la base de la armonía son las únicas tres notas, primera-tercera-quinta, necesarias para construir un acorde perfecto. Y, al igual que unos pocos acordes de tres notas se desarrollan con otras añadidas de acuerdo a las leyes musicales, la tríada cromática de la obra de Arteagoitia se enriquece con sus matices y los equilibrios cambiantes de sus densidades y volúmenes.

Foto cedida por el CIEC

Y con las texturas. Los grabados de Arteagoitia se basan en una materialidad que les permite ofrecer una relación casi escultórica a quien los contempla. Porque la materia está presente, no simplemente representada: en el carborundo, que redimensiona la obra hacia el volumen físico; en el papel y sus sugerencias táctiles -especialmente las de los grabados estampados “a sangre”, en los que se se estampa el papel completo, hasta su borde mismo-. Y así, el artista hace que el papel mismo se exprese a través de  la irregularidad natural de la fibra y las anfractuosidades de sus bordes sabiamente rasgados

Foto cedida por el CIEC

Bordes que devienen en puertos de una costa rocosa desde los que el espectador puede zarpar hacia un viaje interdimensional capitaneado por el autor sobre la firmeza de sus trazos negros. Viaje en el que se verá mecido por el suave oleaje de los pesos y volúmenes cambiantes. Y en el que se asomará -a través de la transparencia como de vidriera de sus blancos- a la pasión ricamente matizada por la sangre de sus rojos.

02 abril, 2016

Cuando un amigo se va...





Parecía un post más en el Facebook. Una mala traducción de máquina que de entrada te hace sonreír...

Yo soy la persona más feliz en este mundo.
Acabo de ganar el 3 er cuerno en la audición
Orquesta Real del concertgebouw de Amsterdam!!!!
Sí!!!!!!!!!!

E inmediatamente te hace pensar. Se va... Naturalmente que se va. Nuestro solista de trompa Jose Sogorb se va ¡a la Orquesta del Real Concertgebow!

José Sogorb | Foto OSG

Entonces, justo entonces, revives lo que sentiste en ocasiones semejantes, cuando te enteraste de que se marchaba un puntal de esa orquesta que te hace gozar y sentir la música cada semana. Y es cuando uno no puede por menos de tener un vértigo de pensamientos y sentimientos.

Sentimiento de ausencia presentida; porque pierdes a un gran músico, como Jose Sogorb, que te impresiona por su técnica y te emociona por esa enorme suma de fuerza y sensiblidad  que irradia su música. De pena porque se aleja de tu vida diaria alguien con quien en poco tiempo has llegado a compartir muchas ideas y sentimientos. Y de alegría. Porque alquien a quien has llegado a querer alcanza una meta; aunque en este caso sea lo que en lenguaje ciclista se llamaría una meta volante, porque a Jose Sogorb aún le quedan muchos logros al alcance de su mano.

José Sogorb 

Estoy seguro de que los sentimientos que expreso en estas líneas son compartidos por muchos buenos aficionados. Enhorabuena, Jose por este paso en tu carrera. Gracias por este tiempo tuyo en A Coruña en el que tantas emociones que nos has hecho vivir con tu música. Y gracias también a quienes te seleccionaron para la Sinfónica: por su buen criterio profesional y su mejor olfato para captar tu valía humana. Ojalá los conserven para elegir a tu sustituto.

¡Ah! Te recuerdo que tenemos pendiente una paella...

A mis amigos legaré cuando me muera 
mi devoción en un acorde de guitarra
 
y entre los versos olvidados de un poema,
 
mi pobre alma incorregible de cigarra.
 

(A mis amigos, Alberto Cortez)

14 marzo, 2016

La guitarra, universal





La guitarra ha conquistado las salas de concierto del mundo como ya hizo en Europa en el s. XIX, cuando guitarristas- compositores como Fernando Sor (Muntades, 1778 - 1839) o Dionisio Aguado (Fuenlabrada, 1784 – 1849) la llevaros a las cortes y salas de conciertos de todo el continente.

Tras décadas de olvido, la guitarra se ha consolidado como instrumento, en buena medida gracias a la actividad concertística de Andrés Segovia (Linares, 1893 - Madrid, 1987) y de la obra guitarrística escrita por otra figura capital en esta “resurrección”: Joaquín Rodrigo (Sagunto, 1901 – Madrid. 1999). Su Concierto de Aranjuez, de cuyo estreno celebramos gozosamente este año su 75º aniversario, invadió gozosamente el mundo las últimas décadas del s. XX, cuando legiones de músicos de todos los géneros se lanzaron a versionar y grabar su segundo movimiento. 

La guitarra clásica se estudia hoy en cualquier conservatorio, lo que hace que hoy haya grandes guitarristas de cualquier nacionalidad. El dúo Katona Twins esta formado por dos hermanos, Peter y Zoltan, cuya formación clásica les ha proporcionado un completo dominio del instrumento, que junto a su sentido del espectáculo los impulsa a traspasar (o casi a pasar de) fronteras estilísticas. En el concierto del domingo 6 de marzo en la Iglesia de Santa María Nai afrontaron un extenso programa. Desde la Chacona en sol mayor, HWV 435 de Haendel a obras propias , pasando por Astor Piazzola, Issac Albéniz o Enrique Granados.


El maestro Joaquín Rodrigo

Y Joaquín Rodrigo. Nuestro compositor más universal fue el eje del repertorio elegido por los hermanos Katona con un total de siete obras que, como todas las suyas para guitarra, son un prodigio de adecuación al instrumento. Vamos, eso que ahora, con el abuso de los anglicismos tan en boga, se ha dado en llamar obras muy “idiomáticas”.

Mi vaso es pequeño, pero bebo en  mi vaso
Esta frase de Rodrigo –o al menos a él se le atribuye- define muy bien su carácter y, en buena medida, el de sus composiciones. La personalidad de sus obras, siempre al margen de cualquier “ismo”, es inconfundible. El inmenso éxito del Concierto de Aranjuez ha sido el árbol, gigantesco como una secuoya, que ha tapado a algunos la visión del grande y variado bosque que supone el resto de su creacción, en la que la guitarra tiene una parte importante.

Los Katona Twins destacaron el aire elegíaco de la Sonata del adiós, el carácter chispeante (tan rodriguiano- de la Serenata española y la sensación casi visual de ondulación que se puede sentir escuchando la Danza de la amapola. En la segunda, circularon por la música de la  Tonadilla , Allegro ma non troppo, la gracia del Minueto pomposo y las escalas tan personales del maestro saguntino hasta el Allegro vivace con que firmaron  su interpretación. Fue seguramente la de las obras de Rodrigo la más ortodoxa del concierto; la presencia en Santa María Nai de la hija del compositor, Cecilia Rodrigo, añadió un plus de afecto al homenaje


El resto del concierto, los hermanos Katona tocaron una bonita composición de Peter titulada Los hermanos Karamazov. En ella se suceden una serie de secciones entre las que suenan ecos de esa preciosa obra anteriormente conocida como Adagio de Albinoni y actualmente atribuida al musicólogo italiano Remo Giazotto (Roma, 1910 – Pisa, 1998). También, arreglos del dúo sobre obras ajenas que dotan a sus actuaciones de una especie de eclecticismo estilístico. Y que lleva al dúo a versiones tan curiosas como la de Asturias de Albéniz, con una introducción de cosecha propia -de los Katona, no de don Isaac- y un acompañamiento de percusión alternante sobre ambas guitarras.

Piazzolla tuvo el aroma a bar porteño de sus staccati a contratiempo y un aire de nostálgica melancolía impregnando sus secciones lentas. El carácter del clavecín de Domenico Scarlatti brilló en la limpieza de la ejecución por los hermanos de su Sonata en do menor. Como final del concierto, Scarlatti’s metamorphosis, unas variaciones de los hermanos sobre un tema del autor italiano que tienen la eficacia conclusiva de un rondó de Haydn y que fueron escritas e interpretadas a su personalísima forma y costumbre.


Ante la gran ovación y bravos del público, los hermanos Katona -residentes en Liverpool- respondieron con un bis dedicado a los Beatles, a quienes homenajearon con una versión de Come together que desató el entusiasmo final del auditorio de Santa María Nai.

10 marzo, 2016

La grandeza de La Creación





Volvió Richard Egarr al Palacio de la Ópera, tras su éxito de su Réquiem de Mozart (08.05.2013) en el desaparecido Festival Mozart.  Trajo consigo La Creación, grandioso oratorio de Haydn que no se escuchaba desde hacía bastantes años en A Coruña. 


Partitura de La Creación | Foto PABLO RODRÍGUEZ cedida por la OSG

Bajo su batuta, la Orquesta Sinfónica de Galicia y su Coro acompañaron a la soprano Mhairi Lawson, el tenor James Gilchrist y el barítono Andrew Foster-Williams.

El primer hecho a considerar es cómo el gran rendimiento del Coro de la OSG en obras tan dispares como la Ermione de Rossini  o La Pasión según San Mateo que interpretaron la pasada temporada. Su nueva intervención en el género oratorio volvió a estar a una magnífica altura por timbre, precisión y una más que notable maleabilidad de sus voces. Cualidades  que le permiten adaptarse a estilos y autores tan diversos y que de las que bien puede enorgullecerse su director, Joan Company.


Coro de la OSG | Foto PABLO RODRÍGUEZ cedida por la OSG
Egarr es un especialista en los periodos barroco y clásico. Estilísticamente, impregna sus interpretaciones de autenticidad, que en el caso de la Sinfónica se conjuga con la calidad de sonido y ductilidad a que nos tiene acostumbrados. Ello fue notable en toda su versión de La creación, tanto en sus acompañamientos al clave como en la concertación como director de grupos y solistas.


Foster-Williams, Gilchrist y Egarr 
Foto PABLO RODRÍGUEZ cedida por la OSG
Estos últimos tuvieron una actuación bien lucida, con la única excepción de una falta de cuerpo en la voz de Foster-Williams en el registro grave de su parte. Esta está escrita para un bajo y su tesitura de barítono no le permite llegar con solvencia a las notas más graves de esta partitura. Su interpretación, no obstante, tuvo momentos muy notables y dio un carácter bien adecuado a sus recitativos. En el nº 3, Und Gott Machte das Firmament... la parte de OSG estuvo llena de capacidad descriptiva.


Lawson y Egarr
Foto PABLO RODRÍGUEZ
cedida por la OSG

Lawson tiene una voz brillante y la maneja con gran musicalidad, desde el sentido narrativo casi teatral de sus recitativos a la ternura bucólica en sus intervenciones como Eva en la tercera parte del oratorio. Estuvo muy bien concertada con Foster-Williams en sus dúos. Por su parte, James Gilchrist  impresionó por la fuerza interior de de su primera intervención como Uriel en Und Gott sah das Licht, con gran expresividad y luciendo un bonito fraseo, especialmente en la parte alta de su registro.



09 marzo, 2016

Que veinte años no es nada...





El 29 de febrero de 1996 nacía la Real Filharmonía de Galicia y tuve la fortuna de asistir –un amigo músico me proporcionó las entradas- al concierto inaugural. Era la tercera orquesta que veía nacer en su primer concierto tras la de Radiotelevisión Española (26.05.1965) y la Sinfónica de Galicia (15.05.1992). Una orquesta es un ser vivo colectivo que un melómano siempre recibe con la ilusión que siempre produce un estreno, aun de las cosas más nimias. Y cuando la orquesta que nace es de tu ciudad o tu comunidad, esa ilusión se eleva a una alegría y emoción similar a la que produce el nacimiento de un nuevo miembro de la familia. 

El primer programa [1] fue como una declaración de principios: Bach, Haydn, Mozart y el encargo a un autor gallego marcaban toda una línea de actuación para la nueva orquesta, aportando formación de sonido, repertorio y atención a los autores de la tierra.

 [Ya adivino el parpadeo de las luces que, a lo lejos, van marcando mi retorno...]

Helmuth Rilling | Foto cortesía de la RFG


Para el concierto del XX aniversario la RFG invitó a Helmuth Rilling, que fue recibido con un largo y cariñoso aplauso al salir al escenario del Auditorio de Galicia. El paso del tiempo ha dejado su huella física en el primer director titular de la RFG: su cabeza está totalmente poblada de canas y su espalda se ve notablemente curvada.

[Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien...]

Pero Rilling mantiene una energía envidiable en un hombre de 83 años. Su grave voz sonó firme y clara en su saludo en castellano al público, el recuerdo que tuvo para “dos personas importantes” para el nacimiento de la orquesta y en sus votos para esta: “Gerardo [sic] Estévez por su carácter insistente. Sin él, la orquesta que está aquí no existía”. Y a Maximino Zumalave, que es “muy culto y sabe mucho de la organización de la música. Yo soy muy grato (sic) a Maximino. Mejores deseos para el futuro de la orquesta; éxito para el grupo y para cada músico”.


Helmuth Rilling saludando a Compostela | Foto cortesía de la RFG


También su dirección se mostró firme y clara a lo largo del concierto íntegramente compuesto por obras de J.S. Bach: el Concierto de Brandemburgo nº 3; el Concierto para dos violines y la Suite para orquesta nº 3. En las tres obras fue espléndidamente secundado por los solistas –Laurent Blaiteau y Luis Soto, flauta; Adriana Winkler, James Dahlgren y Grigiri Neboroda, violines- y la orquesta que fundó hace cuatro lustros estuvo brillante en todo momento.

[Sentir, que es un soplo la vida...]

Veinte años ya. El concierto del XX aniversario tuvo todo el aire de una fiesta en la que concurrían la alegría de la celebración, la esperanza de la permanencia y crecimiento artístico y, por qué no, una cierta nostalgia de aquellos momentos iniciales.


El público en pie ovaciona a Rilling y la Real Filharmonía | Foto cortesía de la RFG

Veinte años son apenas un momento en la vida de una orquesta. La formación de la personalidad colectiva, de su sonido particular es fruta que madura lentamente; con el paso de los años. Su público, el “nicho de mercado” al que se dirige su acción, es bastante estable y las políticas comerciales y de comunicación deberían permanecer en una línea bien marcada. Su acción a favor de la comunidad a la que sirve directamente; pero también acrecentar su proyección nacional e internacional. Una orquesta, como todo lo que se deriva de una correcta política cultural, debe vivir al margen de los vaivenes electorales a que están sometidos los organismos que la sostienen.

[...que veinte años no es nada, que febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra...]

Tampoco las cuestiones administrativas deberían interferir en su buena marcha. La Real Filharmonía está seleccionando un nuevo director técnico. La excedencia de Oriol Roch por un año y su posterior renuncia definitiva ha tenido consecuencias negativas para la orquesta. Los plazos para la convocatoria de una sustitución en régimen de interinidad han tenido como consecuencia la práctica inoperancia de esta. La Real Filharmonía, una orquesta en pleno auge artístico, no puede estar, por esta ni por ninguna otra causa, en una especie de limbo de prácticamente dos años. Un puesto de esa responsabilidad tendría que estar sujeto a un modelo de contrato que no admitiera excedencias para poder poner en marcha de forma inmediata el proceso de su sustitución.

La plaza seguirá sin cubrirse algunos meses más. La convocatoria –que, curiosamente, fue anunciada en la web de la orquesta conjuntamente con la de una plaza de viola tutti- prevé la realización de su última fase de entrevistas personales con los candidatos para la segunda decena de mayo. La persona que acceda al cargo –en estos días  cercanos al Día Internacional de la Mujer podemos señalar con alegría que el sesenta por ciento de los candidatos admitidos son mujeres- difícilmente tomará posesión de su puesto antes de acabar la temporada de abono. Quien finalmente resulte elegido tras el proceso de selección tiene ante sí una serie de retos: la Escola de Altos Estudios Musicais y los conciertos didácticos, familiares y los abiertos en las calles y plazas han de seguir fortaleciendo el vínculo con la ciudad.

[...pero el viajero que huye, tarde o temprano detiene su andar...]

Otra tarea, delicada pero urgente, será reanudar satisfactoriamente la colaboración entre las dos grandes orquestas gallegas. Durante las últimas temporadas, la presencia de cada una de ellas en los abonos de la otra había ido creciendo, si bien lo había hecho de forma asimétrica, estando mucho más presente la Sinfónica en Santiago que la Filharmonía en A Coruña. Esta temporada, precisamente la del XX aniversario de la RFG, los abonados de la OSG  no han podido asistir en A Coruña ni a un solo concierto de la Real Filharmonía. No han podido, por tanto, expresar su felicitación con el aplauso y buena acogida que han venido dispensándole en sus visitas a A Coruña.

La coincidencia el mismo día de los conciertos de abono de ambas ha crecido esta temporada 2015 - 2016, obligando a elegir entre uno u otro a muchos aficionados. Impidiéndoles, en fin, asistir a los conciertos de la otra orquesta aun cuando el programa les resulte suficientemente atractivo. Algo que se podría evitar fácilmente con mejor comunicación entre ambas, como ya sucedía hasta hace bien poco. En este campo, hay que insistir en que la colaboración es siempre más rentable socialmente que la competencia.


El público y la  Real Filharmonía aplaudiendo a H. Rilling | Foto cortesía de la RFG

Por decisión de la anterior gerencia del Consorcio de Santiago, la programación de la temporada de la RFG es responsabilidad del Auditorio de Galicia. Es posible que tanto la asimetría en la colaboración como la coincidencia de fechas sean consecuencioa de este “modus operandi”. El 10 de febrero, publiqué en este blog “El dedo y la Luna (ossia, Lacasa y las causas)” en relación a la suspensión de la Temporada Lírica de A Coruña. Como decía en su penúltimo párrafo, se hace necesario un cambio en la estructura del Consorcio para la Promoción de la Música de A Coruña, con mayor implicación de Diputación y Xunta de Galicia. Esta nueva estructura debería aprovecharse también para facilitar una mejor coordinación y colaboración de ambas orquestas.

[Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión, guarda escondida una esperanza humilde, que es toda la fortuna de mi corazón. ]

Las líneas maestras del proyecto –no podria haber sido de otra forma. fueron trazadas por un gran arquitecto y aun mejor alcalde: Xerardo Estévez. En un certero y lúcido artículo sobre el XX aniversario de la RFG, decía: “...as conmemoracións non deben supoñer só eloxios, senón servir tamén para marcar novos afáns.” Seguir sus recomendaciones al respecto sería renovar la esencia fundacional misma de la Real Filharmonía de Galicia y dotarla de un nuevo impulso de cara a su XXV aniversario que -en una favorable coincidencia- se celebrará en 2021, el siguiente Año Santo Compostelano. Como deseaba en el artículo que publiqué en El País dos días antes del concierto del aniversario, ojalá que hasta entonces el apoyo de público e instituciones esté a la altura que el trabajo de sus músicos, directores y empleados merece. Y que, con el esfuerzo de todos, la Real Filharmonía siga creciendo como motivo de orgullo de su ciudad.

Volver
(Alfredo Le Pera/ Carlos Gardel, 1935)
Ya adivino el parpadeo
de las luces que a lo lejos,
van marcando mi retorno.
Son las mismas que alumbraron,
con sus pálidos reflejos,
hondas horas de dolor.
Y aunque no quise el regreso,
siempre se vuelve al primer amor.
La quieta calle donde el eco dijo:
"Tuya es su vida, tuyo es su querer",
bajo el burlón mirar de las estrellas
que con indiferencia hoy me ven volver.
Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.
Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenan mi soñar.
Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye,
haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.
Volver..

.




[1] El programa del concierto inaugural estuvo compuesto por las siguientes obras: Suite de Amadis de Gaula de Bach; Sinfonía concertante para oboe, violín, violonchelo y orquesta de Haydn; la  Sinfonía nº 39 de Mozart y, antes de esta, la Saturnal (meditación melancólica para orquesta), encargo de la RFG para la ocasión a Manuel Balboa (A Coruña, 1958; Madrid, 2004)

24 febrero, 2016

La permanencia apacible



Tranquil Abiding (La permanencia apacible) es, según Jonathan Harvey (1939-2012) un término budista por el que se describe un estado de concentración en un solo punto. También es el título de la obra para pequeña orquesta y percusión de Harvey con la que la Orquesta Sinfónica de Galicia abrió concierto del viernes 19. Escrita en un solo movimiento, está inspirada en el ritmo de respiración lenta usado en la práctica de la meditación o el tai-chí: una inhalación (representada en la obra por una nota aguda) seguida por una exhalación (en otra u otras más graves). Los fragmentos melódicos se crean sobre uno, tres, cinco ocho y quince tonos superiores a la nota base.
La  versión ofrecida por Dima Slobodeniouk al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia tuvo la claridad en la disposición de planos sonoros característica del titular de la OSG. Esta claridad, unida a la cuidada orquestación de Harvey, produjo la sensación de paz y atención buscada por el autor. El ritmo particular de cada melodía fue como una evocación de los sonidos de la naturaleza sobrevolando una sesión de meditación al aire libre.

Afrontar el Concierto para violín de Schumann es una aventura para la que hace falta un gran valor y seguridad en sí mismo. Tales son sus enormes dificultades técnicas, por sus numerosos pasajes de mecanismo endiabladamente difícil, y las escasas ocasiones que ofrece al solista para su lucimiento. No es de extrañar que su dedicatario, Joseph Joachim, guardara su partitura bajo siete llaves pidiendo que no se publicara hasta cien años después de la muerte de Schumann.
Patricia Kopatchinskaja (1977, Chișinău, Moldavia), literalmente, voló muy por encima de las exigencias técnicas de la obra y, lo más importantes, expresó cada
Kopatchinskaja en Schumann
sentimiento e idea que Schumann plasmó en su partitura. Extrajo todo el bello sonido de su violín, un Pressenda de 1834, e informé toda su interpretación de una gran tensión expresiva brillantemente secundada por la OSG y Slobodeniouk.

Al finalizar el Concierto para violín de Schumann, Kopatchinskaja ofreció el contraste de una propina infrecuente: alguno de los Fragmentos de Kafka, op. 24 de György Kurtág. Y lo hizo con toda la fuerza expresiva que tiene esta insólita obra para soprano y violín del maestro húngaro: con su muy especial búsqueda del timbre; y con sus densos silencios; con sus sutiles inflexiones y cambios de registro. Y con esas repentinas explosiones –tanto del violin como de su voz- llenas de fuerza salvaje, que surgen de todo lo anterior como hermosos insectos efímeros.
Kopatchinskaja y Momentos de Kafka
El inicio de la Sinfonía nº 3 en fa mayor, op. 90 de Brahms marcó el camino de lo que iba a ser una versión realmente soberbia a cargo de Slobodeniouk y la Sinfónica. Desde el inicio de la introducción, la claridad de líneas y planos sonoros antes mencionada y una matizada regulación dinámica fueron la base de una expresividad gentile de elegante ligereza, alternando con los momentos de profundo dramatismo que contiene la partitura brahmsiana.
Tanto en este Allegro con brio inicial como en el resto de la obra, fue sobresaliente el sonido de la OSG: los violines tuvieron un brillo argentino; el aterciopelado sonido de  los chelos brilló en su canto conjunto con unas violas cuyo sonido parecía exhalar un cierto aroma a cedro y empastó con el brillo solar de las trompas en sus cantos conjuntos. El canto de las maderas sobre el pizzicato de las cuerdas salpicó de gracia la interpretación.
Slobodemiouk y la OSG durante el concierto
El Andante tuvo un elevado lirismo y todos los solos de este segundo movimiento tuvieron la gran calidad a que nos tienen accostumbrados los solistas de la OSG. La magnífica orquestación brahmsiana fue bien resaltada por la disposición sonora de Slobodeniouk en toda la obra y el Poco allegretto tuvo esa pasión elegante y llena de contención característica del compositor de Hamburgo. La enorme fuerza interior de su rítmica fue parte de lo más destacable en el Allegro final junto, una vez más, a la claridad de líneas melódicas en su peculiar contrapunto y, otra vez, la pasión brahmsiana.
La dulzura de las violas tocando sulla tastiera fue el cálido principio de un final sereno, que merecía ser mejor digerido por los impenitentes sprinters del aplauso. Aunque solo fuera para que hubiera podido ser mejor meditado por quienes son capaces de sentir la obra en espíritu más alla del mero conocimiento memorístico que gustan de lucir tales corredores de la música. O, simplemente, por respeto a quienes acababan de regalarnos una espléndida versión de la que algunos consideran la mejor sinfonía del bueno de Herr Johannes. ¿Cuándo llegará ese día?