25 enero, 2023

Vivencias. Retornos

 




A Coruña, viernes 20 de enero, Orquesta Sinfónica de Galicia. Programa: Píotr Ílich Chaikovski, Concierto para violín y orquesta en re mayor, op 35; Dmitri Shostakóvich, Sinfonía nº 5 en re menor, op. 47. Bomsori Kim, violín. Víctor Pablo Pérez, director


 El programa del viernes 20 estaba compuesto por dos obras que reflejan las vivencias de sus autores en la época de su respectiva creación. Chaikovski vive relajado por su relación platónica epistolar con la viuda Nadezhda von Meck. El fracaso de su matrimonio con Antonina Milyukova como camuflaje de su condición sexual y su consiguiente intento de suicidio quedan atrás y su música, tan serena como brillante, lo refleja. Shostakóvich por su parte vive el infierno de su relación con las autoridades soviéticas tras la prohibición de su e Lady Macbeth del distrito de Mzensk, como demuestra la aceptación del humillante subtítulo de esta Quinta como “Respuesta de un artista soviético a una justa crítica”.



Dmitri Shostakóvich


La vuelta de Víctor Pablo Pérez (Burgos, 1954) al podio de la Orquesta Sinfónica de Galicia es siempre precedida por una notable expectación entre abonados y músicos de la orquesta. El recuerdo de la formación de esta y de la amplitud y solidez del proyecto que dejó nunca se olvidará -nunca debería olvidarse- en la ciudad y en toda Galicia. No lo olvidaron los asistentes al concierto y así lo dejaron patente con sus aplausos.

Quizás no tanto en los del saludo inicial -al fin y al cabo, compartidos con la solista de violín- como a su salida tras el descanso y, muy especialmente, tras la versión de la Quinta de Shostakóvich que firmó. Pero entre lo más importante entre lo que nunca deberíamos olvidar es que fue Víctor Pablo quien abrió los oídos de la generalidad del público coruñés a la música de Shostakóvich.

Entre otros, claro; que gracias al itinerario diseñado por Víctor Pablo como director musical y artístico de la OSG, la obra sinfónica del compositor de San Petersburgo formó parte de la formación de la OSG. Y junto a los de Mahler, Bruckner, Brahms, Beethoven, Mozart o Rossini -entre otros, insisto-, se fue conformando el sonido de la orquesta, como declaraba en la entrevista concedida, al final de su ciclo como titular, al diario El País.



Víctor Pablo Pérez


Ese sonido de la orquesta fue seguramente la característica más destacada del concierto del viernes. Tanto en Chaikovski como en Shostakóvich la Sinfónica sonó empastada y redonda,tanto en tutti como por secciones; algo que, por lo que he podido saber, Víctor Pablo cuidó especialmente a lo largo de los ensayos de la semana.

Y así pudo llegar el acompañamiento ejemplar que la OSG hizo a Bomsori Kim (Daegu, Corea del Sur, 1989). Con un sonido matizado, redondo y brillante y un cuidado extremo de la dinámica que, salvo en un momento muy preciso casi al final del Allegro moderato inicial, permitió a la violinista, incluso en los pianissimi, llegar al último rincón del Palacio de la Ópera.



Bomsori Kim


Bomsori Kim ofrece una gran versión del concierto de Chaikovski, con un carácter un tanto personal aun dentro de la más estricta ortodoxia. Se podría decir que atiende a dos vertientes y es, por momentos, tan intimista como lleno de fuerza interior; algo que, tal como veíamos arriba, cuadra a la perfección con las vivencias del autor en los momentos de la composición de la obra.

Desde la introducción, el color y la calidez de su sonido mostraron lo que sería constante a lo largo de su interpretación. Sonido, dinámica y fraseo al servicio de la partitura con una intención expresiva llena de sutileza y que alcanzaba su mejor matización en unos apenas perceptibles rubati y su máximo esplendor en el manejo combinado de esas tres características sonoras para mostrarnos el mejor Chaikovski. Ese que tan vilipendiado fue por buena parte de la crítica del s. XX, especialmente durante su parte central; cuando el apasionamiento, la emotividad y la buena aceptación por el público pasaron a ser considerados por muchos como defecto inaceptable.

En resumen, una versión memorable por parte de solista, orquesta y director. Bomsori Kim -que había vivido a fondo cada pasaje del concierto, como se pudo ver en su diálogo visual con Víctor Pablo y los solistas- correspondió a la grande y merecida ovación con uno de los endiablados caprichos de Wienawski. Una demostración de la reserva de virtuosismo y energía que aún le habían quedado por usar.




Bomsori Kim en la cadenza


Arte frente a Nomenklatura

La Quinta de Shostakóvich es, como arriba queda dicho, fruto de su relación con el poder: con ese poder oscuro lleno de mediocridades bajo la bota y al servicio del tirano, una verdadera confrontación entre el miedo y la autoestima como músico del creador y el miedo y el ego como trepas de los burócratas del partido. Por eso, el eterno juego del disimulo y el camuflaje de intenciones al que se vio sometido da en esta sinfonía uno de sus frutos más atractivos musical y simbólicamente.

La traducción a sonido por parte la Sinfónica y su antiguo director musical y artístico tuvo el atractivo de un largo y profundo conocimiento de la sinfonía. Un primer movimiento en el que desde el principio se pudo palpar la tensión, con unos fortissmi iniciales aplastantes, más por concepto que por dinámica. 

Los violines mantuvieron esa tensión en su pasaje acompañados del arpa y la cuerda baja: una calma que se tensa por momentos durante el desarrollo del movimiento, pese a los solos esperanzadores de flauta de Claudia Walker Moore y del clarinete de Juan Ferrer. El piano de Alicia G. Permuy, dentro de una discreta potencia, aportó la oscuridad necesaria para dar su verdadero sentido a la marcha.




Irene Rodríguez calentando


Esta fue seguida por la calma prestada por los diferentes solos de los vientos -a los ya mencionados se unieron el oboe de Carolina Rodríguez y el fagot de Steve Harriswangler. Los contrabajos, liderados en este concierto por Todd Williamson, cantaron su parte y fueron en todo momento sólida base del sonido de toda la orquesta. La percusión por su parte, con los timbales de Irene Rodríguez al frente, marcó en toda la obra el, firme o doloroso, paso requerido.


Aguijón velado

Contrabajos y vientos volvieron a dar base sonora a un Allegreto con la adecuada ligereza general, pero bastante falto de ese velado aguijonazo de sarcasmo, tan propio de Shostakóvich, contenido en todo el movimiento. Lo más destacado de este fue nuevamente el sonido -soberbias trompas y trompetas e idóneo el canto en octavas del fagot y el contrafagot, este interpretado por Álex Salgueiro-. También destacable el solo de violín de la concertino invitada, Raquel Areal.



Sección de contrabajos de la OSG


Víctor Pablo dejó la batuta -a la que parece haber vuelto tras unos años sin usarla- en el Largo, movimiento que empezó con un aire bastante lírico que pronto hizo virar más a sombrío que a dramático. Walker y Ortuño a la flauta y Celine Landelle al arpa hicieron una hermosa ejecución de su pasaje, antes del largo crescendo de las cuerdas en el que creció por fin la tensión expresiva, dando paso a notables intervenciones de las maderas. El canto dramático de los chelos y el de los violines segundos, estos en un tenue y muy sentido pianissimo, tuvieron una gran emotividad. La limpidez del expresivo solo del arpa de Landelle llenó de emoción el auditorio antes de la serenidad esperanzada de los dos suaves acordes finales en modo mayor de las cuerdas.


El miedo siempre llama dos veces

La fuerza interior que la partitura demanda en el Allegro non troppo final fue desarrollada por Víctor Pablo y la Sinfónica con su habitual fuerte contraste dinámico, pero con la presencia también de algunos pasajes en mezzoforte; gran solo de trompa de Nicolás G. Naval La tensión propia de la partitura fue bastante bien reflejada; especialmente, en la ejecución del largo crescendo que solo acaba con la doble barra que marca el final de la obra.



Ovación final 


La ovación a orquesta y director fue tan larga y cálida como era de esperar por el trabajo realizado y dedicada por Víctor Pablo a cada solista y sección. Los músicos por su parte hicieron lo propio con el director, algo bastante inusual años atrás y que demuestra que el tiempo redondea aristas. Artísticas y relacionales.  

 


18 enero, 2023

Venturosa visita






A Coruña, 14 de enero, Palacio de la Ópera. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Programa: Nikolái Cherepnín, Preludio para La princesse lontaine; Dmitri Shostakóvich, Concierto para violín y orquesta nº 2 en do sostenido menor, op. 129; Píotr Ílich Chaikovski, Sinfonía nº 4 4n fa menor, op. 36.



Rusos si, Putin no

Una primera consideración a propósito de este concierto ysu programa. El 12 de julio de 1997, tras el asesinato por ETA de Miguel Ángel Blanco, la sociedad vasca y del resto de España se manifestó rotundamente contra la organización terrorista. El lema “Vascos si, ETA no” recorrió todo el país.

Tras la invasión de Ucrania por fuerzas armadas rusas, se inició un movimiento de rechazo a artistas rusos afines al presidente de Rusia, Vladímir Putin. Cuando se sigue de forma acrítica y sin ideas propias la corriente dominante, disfrazando la hipocresía de corrección política, todo puede acabar en un sinsentido.





Como cuando en Polonia se llegó a vetar a los intérpretes rusos indiscriminadamente -por su nacionalidad, por el mero hecho de haber nacido en su país-. Pero no quedó ahí la cosa, pues también fue vetado el repertorio ruso. Todo el repertorio, sin importar afinidades de sus autores ¡ni su fecha de nacimiento!

Frente a decisiones absurdas como la mencionada, debería imponerse la sensatez. Y la coherencia; como la del programa presentado por la OSCyL en el Palacio de la Ópera, que propició el despliegue por la orquesta de sus muchas cualidades sonoras y artísticas desde el alfa a la omega del concierto.


Sonido

En principio fue el sonido. El del chelo de Marius Díaz en el motivo con que se inicia el preludio a La princesse lontaine, redondo, aterciopelado y sugerente fue el alfa, la llave que abrió el canal de las emociones que habrían de llegar. Siete notas que despiertan a maderas, cuerdas y arpa, y que pusieron en marcha la magia de un romance en el que los diferentes solistas y secciones de la orquesta tienen la oportunidad de demostrar su calidad, como hicieron -y de qué manera- los profesores de la OSCyL.





A destacar, además del chelo, el oboe de Sebastián Gimeno y el motivo final del violín, lleno de sentimiento, de Beatriz Jara. El sonido de la orquesta, compacto y rico en color como un ágata de Madagascar, fue herramienta para una lectura idónea por parte de Fischer.

Pero no la única El virtuosismo de la orquesta y la adecuación estilística fueron soberbios a lo largo del concierto y si en Cherepnín pudimos imaginar las aventuras y desventuras del juglar enamorado a distancia en busca de su amada, la interpretación de Shostakóvich por Baiba Skrider y la OSCyL tuvo todas las características sonoras y expresivas del maestro de San Petersburgo.





Unos agudos del violín, afilados como bisturíes, iluminaron con sus incisiones la noche sin astros de la introducción, Andante sostenuto. Su diálogo con la trompa en el Adagio, el ascenso a un camino de redención, fue subrayado por el tomtom, pero asimismo casi lastrado, como freno de cualquier entusiasmo. Tras la cadenza, la trompa nos condujo al sentimiento de un triste amanecer.

Violín solista y flauta iluminaron el inicio del segundo movimiento y Skrider mostró todo su poderío técnico y artístico con los inacabables matices entre unos pianissimi de ppp al luminoso poderío de sus graves en unos fortissimi fff. Todo ello, junto al brillo solar de la trompa, fue matizado por la orquesta como la veladura de un cendal de leve bruma.

El ritmo e intensidad puramente shostakovichianos al inicio del Allegro con fuoco final y la deslumbrante interpretación de la cadenza, llena de técnica y música por parte de Skrider, condujeron a los accelerandi previos al final del concierto, cuyo final fue acogido muy calurosamente por el público.




Y Chaikovski

Nada más. Y nada menos; que todas las ráfagas de alegría, fatum y pathos contenidos en la primera de las sinfonías “patéticas” (en el sentido de capacidad de conmover, no como sobrenombre) fueron traducidas a sonido y sentimiento por Fischer y la OSCyL. El sonido, también aquí, fue siempre compacto, plenamente unitario en cada sección y con una gradación dinámica más contrastada que matizada. Unido a esto, un timbre con una rica paleta de color sonoro y un ritmo tan firme como flexible llevaron a una interpretación fiel al espíritu y la letra de la partitura.

Como resumen de la podríamos destacar -si se me permite el palabro- la “pathos-logía” del primer movimiento, Andante sostenuto – Moderato con anima; el sentimiento entre lírico y dramático del Andantino in modo di canzona, con el profundo efecto de los unísonos de la cuerda y su forma de desembocar en esas escalas ascendente-descendentes con sus naífs finales a cargo de la flauta, los solos de oboe y la respuesta a estos por parte de los chelos.

En el Scherzo, la precisión y expresividad de los pizzicati y su respuesta bien empastada por las maderas. Finalmente, en el Allegro con fuoco el tema dialogado entre unos violines, tan afilados como sedosos, y los aterciopelados chelos, en una especie de carrera contra la tristeza. Y su inevitable desenlace -puro fatum- en la dolorosa vuelta de la llamada inicial y la brillantísima ejecución del final de la obra.





Una gozosa reflexión final: la visita de la OSCyL fue como esos reencuentros con un viejo amigo que emana salud, prosperidad y alegría personal. Algo que a los verdaderos amigos solo puede proporcionar alegría y un estímulo para intentar llegar a sus cotas de bienestar. De ahí las sinceras felicitaciones a los músicos de la OSCyL por parte de sus colegas de la Sinfónica de Galicia asistentes al concierto a la salida de este.

Y la ovación final del público del Palacio de la Ópera. Como decían nuestros antepasados, “pues nada ya sabéis dónde tenéis vuestra casa”.

N. del R. -Las fotos están tomadas de la web de la OSCyL y corresponden al concierto del  viernes 13 en el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid.