29 septiembre, 2022

Creando imposibles

 





        Para Alondra de la Parra (Nueva York, 31.10.1980) parece no existir el concepto IMPOSIBLE. Esa palabra tiene para ella un significado diferente que para la mayoría de las personas, convirtiéndola en un reto; uno de tantos que ha aceptado y superado a lo largo de su vida. Nacida en una familia en la que la música era un medio de expresión y comunicación familiar, ha desarrollado una capacidad comunicativa extraordinaria a todos los niveles. 

Como la que demostró sobradamente el martes 27 ante un grupo de Amigos de la OSG, abonados de la orquesta y miembros de la Sociedad Filarmónica de A Coruña, en un coloquio presentado por Andrés Lacasa, gerente de la OSG, y moderado por la Dra. Teresa Cascudo, de la Universidad de La Rioja. De la Parra presentó el concierto de este viernes 30 de septiembre desde una perspectiva tan profesional como personal; que no en vano su trabajo surge en su recorrido vital de un modo tan natural como el agua emana de un manantial.

Así se pudo comprobar por quienes estuvieron presentes en el coloquio. Los recuerdos de una niñez en cuyo transcurrir estaban siempre presentes el canto en familia y el piano se entremezclaron con algunas anécdotas de su carrera. Alguna realmente impagable, como la vivida con el desaparecido Kurt Masur cuando este le denegó tocar Chaicovski en un concierto de alumnos porque aún “no había sufrido aún lo suficiente”. Algo malhadadamente compensado por la pandemia de Covid desde los primeros meses de 2020, cuando el mundo hubo de recluirse en sus casas, perdiéndose en gran medida la comunicación interpersonal. Una verdadera hecatombe para el mundo de la cultura en general y para los músicos en particular.

Hasta el infinito...

Pero no para todos. Algunos pocos comenzaron pronto a rebelarse, a“salir  del agujero”gracias a la tecnología, como la propia OSG, con música tocada por cada músico en su propio hogar.

 De la Parra pareció remedar a Buzz Lightyear buscando llegar “hasta el infinito” y congregó en torno a ella a primerísimos solistas internacionales de los diferentes instrumentos para hacer una preciosa grabación del  Danzón nº 2, la obra más conocida y reconocible de Arturo Márquez.  Acababa de nacer, La Orquesta Imposible.



Alondra de la Parra


La maestra mexicana encargó a Márquez una obra para el Festival de la Riviera Maya y fue así como nació la Sinfonía imposible, que la Orquesta Sinfónica de Galicia estrena para Europa este viernes 30. La obra no es una sinfonía al uso sino un recorrido musical por diferentes temas de actualidad que preocupan a las personas más concienciadas de la realidad social y la situación de la Naturaleza.

Como De la Parra mostró ser en todo su coloquio en el Palacio de la Ópera; y como Arturo Márquez, que captó y desarrolló la idea hasta plasmarla en la partitura que sonará por primera vez en Europa interpretada por De la Parra y la OSG. De la Parra confiesa que llegó a pensar que tras la grabación nunca podría repetirse por la dificultad de la obra para solistas y orquesta, pero el primer contacto con la OSG le ha causado una“excelente impresión”desde el primer momento de los ensayos con la orquesta por la calidad y buena disposición de esta.

La obra, primera de Márquez con el nombre de sinfonía, se estructura en un total de 8 movimientos dedicados a cada uno de los temas antes aludidos. El primero, Monte de Inflexión, trata del cambio climático y expone el tema que, debidamente transformado, será como la columna vertebral de la obra. La Resiliencia se hace sonido en un majestuoso tema de la trompa solista y un canon para dos violonchelos muestra en el tercero, Equidad, las dificultades impuestas a la igualdad de géneros. En palabras del propio Márquez, la cuarta sección, Magicada, es un canto a la empatía en el que el contrabajo y la flauta luchan por encontrarse en la nota más aguda que en aquel puede sonar y la más grave de esta; la única nota que tienen en común.

El quinto movimiento, Sin retorno, evoca los fenómenos migratorios, en tanto que el sexto, Controversia, imita las pequeñeces de algunos desacuerdos que ocultan las coincidencias en la esencial. En Utopía mayor el trombón solista produce momentos llenos de emociones antes de que Valle de inflexión cierre el gran arco sonoro que hará llegar a nuestros oídos, cerebros y corazones esta Sinfonía imposible.

...y más allá

  En la segunda parte del concierto se tocará la menos visitada de las cuatro sinfonías compuestas por Brahms, la Tercera. Que tal vez ostenta esta condición porque, como dice Alondra de la Parra, es “la más difícil de encajar”. Y que muestra al más puro Brahms en su esencia, qque radica, como dice la maestra, en “su vulnerabilidad y su búsqueda” constante más allá de los cauces marcados.

Según De la Parra, los músicos de orquesta y los directores “debemos demostrar que somos artistas”. Artistas que no han de mostrar “la Mona Lisa de Da Vinci sino la de Picasso”. Y por eso hay directores que, como ella, se consideran “los sirvientes de la orquesta”, considerando que “a veces, lo mejor que podemos hacer es dejar hacer a los músicos”.

Solo así se podrá tocar ese Brahms al que “le gusta estirar la liga y caminar al borde del precipicio”. Música mil veces interpretada, pero que para De la Parra “hay que ver lo que hay más abajo”de la escritura, de la mera línea de sus melodías: en sus ritmos (ese acento armónico tantas veces situado fuera de la primera parte del compás), en sus armonías. En ese “escribir en un cuadrado pero saliéndose de él”, tan brahmsiano, para buscar y encontrar las emociones.

O en ese final reposado y como lleno de gritos silenciosos que pide, que exige, esos segundos de silencio que se precisa del auditorio para dejar que el espíritu del maestro hamburgués nos impregne antes de volver a volar “hasta el infinito y más allá”.

16 septiembre, 2022

Fulgor y contraste del eclecticismo como estilo

 





Conservatorio de Culleredo (A Coruña), 2 de septiembre. Proyecto Rock Barock. Programa: Antonio Vivaldi, Concierto en sol menor para dos violines, RV 578; Agustín Castilla Ávila, This other radiance that show itself (estreno mundial); A. Vivaldi, Concierto para guitarra, continuo y cuerda en re mayor, RV 578; Wladímir Rosinskij, Fluvius conscientia – 2, op. 38, para violín, guitarra eléctrica, viola eléctrica, batería y camerata. Yvonne Zehner, guitarra. Frank Stadler, violín y guitarra eléctrica. Ludwig Dürichen, violín. Noé Rodrigo Gisbert, percusión. Wladímir Rosinskij, viola eléctrica, batería y dirección. Concierto enmarcado dentro del Xacobeo 21-22, con la organización de la Xunta de Galicia (Xacobeo 2021-22)  y la colaboración del Ayuntamiento de Culleredo y la Asociación Cultural Tres por Cuatro.

 


 A veces, la coincidencia de eventos musicales interesantes obliga a los melómanos a elegir. El viernes 2 de septiembre coincidían en el área metropolitana de A Coruña[1] una conferencia de de la Programación Lírica de A Coruña, en el centro de la ciudad, y Rock-Barok, en el auditorio Gustav Mahler del Conservatorio Profesional de Música de Culleredo.

Rock-Barok es un proyecto creado por el violista de la Orquesta Sinfónica de Galicia y compositor Wladímir Rosinskij que ofrece al aficionado la posibilidad de escuchar y vivir el contraste entre la música barroca y la creación actual para grupos similares a los usados en aquella. En su presentación al público, el proyecto se materializa en una gira dos conciertos: el celebrado el viernes 2 en Culleredo y el que, con el mismo programa, se celebrará el sábado 17 inaugurando la 14ª edición del Festival Internacional de Guitarra de la ciudad de Passau (Alemania), del que es directora artística la solista de este concierto Yvonne Zehner.



Yvonne Zehner

Se espera que esta colaboración entre Galicia y Baviera, se convierta en habitual en los próximos años. En su presentación congregó en el auditorio cullerdense a un público que lo ocupó en más de tres cuartos de su aforo. Un gran dato, sobre todo teniendo en cuenta que no había prácticamente estudiantes entre los asistentes. Asimismo hay que destacar la gran acogida que recibieron todas las interpretaciones, acogida que fue in crescendo a lo largo del concierto siendo extraordinariamente cálida en su ovación final.

El concierto comenzó con el segundo concierto de  L’estro armonico, el op. 3 nº 2, RV 538, de Vivaldi. El Adagio spicato, tuvo un adecuado aire entre solemne y tenso en las cuerdas de la Camerata OSG, que habrían de mantener, además, un más que notable empaste a lo largo de toda la tarde. Su precisión y expresión fueron una excelente introducción, llena de una serena emoción, para la entrada de los violines solistas de Stadler y Dürichen.

Esta colmó el depósito de la idoneidad vivaldiana y los sentimientos que afloraron a lo largo de la obra, tanto en la vivacidad de sus movimientos pares como en la sutileza con que se afrontó el sereno dramatismo del Larghetto. Fue muy destacable el continuo, labor realizada con primor y precisión por el chelo de Ruslana Prokopenko y la guitarra de Yvonne Zehner.

Cerró la primera parte del concierto de This other radiance that show itself. de Agustín Castilla Ávila, que se interpretaba en primicia mundial. Una obra en la que el compositor y guitarrista residente en Salzburgo expresa toda su capacidad de convertir el silencio en música. La que escribe para ello se halla cercana a ese silencio origen de toda música, estableciendo con este un diálogo lleno de sobriedad y elegancia.



Agustín Castilla Ávila

La obra se materializa en una serie de acertadas combinaciones tímbricas y un lenguaje y tratamiento absolutamente guitarrístico del instrumento solista. Yvonne Zehner transmitió desde estas bases todas las sensaciones y sentimientos contenidos en la partitura con grandes dosis de buen gusto y gran hondura. Desde los armónicos iniciales o los acordes sobre los violines en el registro sobreagudo y el diálogo con las violas, al dramatismo de unos rasgueos sobre notas pedal de las cuerdas -todo ello, como un indicio de lo habría de venir, en los primeros momentos de la obra-.

En una segunda fase de la creación de Castilla Ávila, Zehner expresó de forma muy bien sentida todo el más hondo lirismo desde la guitarra. Luego, unos harmónicos y su correspondiente eco en cuerda pisada y un tema repetitivo fueron conduciendo poco a poco al silencio. El fin de un hermosísimo arco desde el silencio germinal de la obra a la disolución de sonido en el silencio final: ese que -cuando el director logra mantenerlo en el público antes de los aplausos- hace comprender cómo el tronco y ramaje de la obra está firmemente cimentado en sus raíces.

La parte orquestal de This other radiance that show itself  , mas que una correcta lectura, tuvo una excelente interpretación por parte de Rosinskij y la Camerata OSG, con una actuación realmente sentida por parte de todas sus secciones. El trabajo previo de ensayos y la precisión de Rosinskij desde el centro de la formación lograron una excelente versión. A destacar el trabajo -tan discreto por momentos como hermoso en otros- de Noé Simón en la percusión, con una rica paleta de color instrumental extraída de la marimba y el vibráfono, tanto percutido como frotado-.

Fue un gran despegue de una preciosa obra. Ojalá tome pronto velocidad de crucero y tenga un vuelo alto y largo.



Antonio Vivaldi

Tras un breve descanso, el conocido Concierto para guitarra en re mayor (original para laúd), RV 93 de Vivaldi tuvo una gran versión en manos de Zehner. La sobriedad y la elegancia volvieron a tener sitio de honor en el escenario del Auditorio Gustav Mahler. Los solos de Zehner fueron “explicando” con claridad el mensaje vivaldiano y el empaste con el continuo de Ruslana Prokopenko fue notable tras un comienzo en el que este pudo parecer algo sobrado de dinámica.

Un gran “bravo”sería el mejor resumen de mi opinión sobre el Largo central. El fraseo, el manejo de la dinámica o la tensión expresiva fueron idóneos en cada momento del movimiento; lo que junto a unas transiciones a cada repetición más que adecuadas y unos adornos -solo en las repeticiones- preciosos y muy vivaldianos hicieron desear que el pelirrojo hubiera escrito más música para este   movimiento.

El Allegro final fue otra lección de cómo se toca Vivaldi. Con eso y dando fe de la fuerte ovación final queda dicho todo lo mucho que dio de sí esta breve pero gran obra, que no por conocida es menos apreciada y deseada; sobre todo si recibe una interpretación como la que tuvo en este concierto.

El plato fuerte y justificación última de Rock – Barok como  título general del proyecto fue la interpretación de Fluvius conscientia – 2, op. 38, obra del fundador y director de la Camerata OSG, Wladímir Rosinskij, estrenada en Santiago de Compostela el 26 de noviembre de 2015.

 Podríamos calificar F.C. 2  como un paradigma de la música rosinskiana. Esa permanente apuesta suya por una búsqueda incesante y su rico mundo interior lo llevan una vez más, usando sus propias palabras, a esas“mezclas inhabituales y al eclecticismo como estilo”. Sin olvidar su trabajo juvenil en Rusia como batería de conjuntos de rock o “big bands”, que acaba vertebrando esta obra más que cualquiera suya anterior.

F.C.2 está escrita con una soberbia adecuación escritura para los diferentes instrumentos (me resistiré mientras pueda a emplear el término “idiomático”) Su equilibrada estructuración se debe a la gran precisión de tiempos en las transiciones y a unos climas sonoros que se suceden con una elástica fluidez, lo que facilita enormemente su escucha y percepción por parte del público.  

Su inicio tiene una gran fuerza ya desde la introducción a cargo de las cuerdas, tanto frotadas como en pizzicatto o percutidas, que actúan como un resorte que impulsa al violín solista. Stadler se sirve de esta fuerza canalizándola a través de su instrumento; solista y grupo se retroalimentan y tras algunos silencios surge un duro solo sobre el fondo de las violas. 

El desarrollo de esta sección contiene un largo episodio lírico del violín sobre las cuerdas, interrumpido por algún que otro aumento de la tensión. En la primera transición, Rosinskij abandona la batuta para tomar la viola eléctrica sobre un sereno ambiente sonoro mientras Stadler hace lo propio cambiando la seda del violín por el percal de la guitarra eléctrica si se me permite el símil taurino [2].



Frank Stadler | Foto, Marcos Seoane

A partir de ese momento, los diálogos, los monólogos superpuestos de ambos solistas se suceden y alternan con algún unísono, ese efecto de dramatismo casi histriónico de gran tradición vienesa (recordemos a Haydn, querido lector). Esta “segunda parte”de la obra se desarrolla en un ambiente que me atrevo a llamar un tanto contradictoriamente como “rock sinfónico de cámara”en el que los solistas dialogan o se retan en un duelo permanente de endiabladas escalas y contrastados timbres.



Wladímir Rosinskij | Foto, Marcos Seoane


Y una vez más la adecuación de la escritura es total. Una guitarra que parece surgir del mejor “heavy metal”del s. XX, secundada por las más intrincadas asperezas de la viola eléctrica y cabalgando ambos instrumentos sobre el entrechocar de los ritmos de la camerata. Hasta que Rosinskij vuelve a cambiar de instrumento en una preciosa segunda transición, coge la franela (ver la segunda acepción del DLE) y, tras un solo con esa batería que lo rejuvenece como Fausto redivivo, remata su obra con un electrizante desarrollo final de esta que finaliza en ambiente de serenidad casi silenciosa.

Como arriba queda dicho, la ovación final del público fue de las que hacen comprender el porqué de este arte llamado música y de esta bendita adicción llamada melomanía. Y consecuencia pura y dura del buen trabajo de compositores e intérpretes. Espero que Rock – Barok tenga la continuidad que merecen unos y otros.

Nota final. Pido perdón a quien se pueda molestar por las referencias taurinas. Son solo una metáfora expresiva de las diferentes fases de la obra y los cambios de instrumento.

 



[1] Un entorno geográfico y social vivo y real que, gracias a los intereses locales, diferencias y egos de los políticos y tras el tormentoso final del Consorcio das Mariñas aún carece de existencia oficial ni jurídica.

 

[2] En las corridas de toros, “cambiar la seda por el percal” describe el acto de desvestirse del capote de paseo -bordado sobre seda- por el de brega, confeccionado por una doble capa de percal, un tejido bastante más resistente que aguanta el contacto directo con las astas del toro.