Conservatorio de
Culleredo (A Coruña), 2 de septiembre. Proyecto Rock Barock. Programa:
Antonio Vivaldi, Concierto en sol menor para dos violines, RV 578; Agustín
Castilla Ávila, This other radiance that show itself (estreno mundial);
A. Vivaldi, Concierto para guitarra, continuo y cuerda en re mayor, RV 578;
Wladímir Rosinskij, Fluvius conscientia – 2, op. 38, para violín,
guitarra eléctrica, viola eléctrica, batería y camerata. Yvonne Zehner,
guitarra. Frank Stadler, violín y guitarra
eléctrica. Ludwig Dürichen, violín. Noé Rodrigo Gisbert, percusión. Wladímir
Rosinskij, viola eléctrica, batería y dirección. Concierto enmarcado dentro
del Xacobeo 21-22, con la organización de la Xunta de Galicia (Xacobeo 2021-22)
y la colaboración del Ayuntamiento de
Culleredo y la Asociación Cultural Tres por Cuatro.
A veces, la coincidencia de eventos musicales interesantes obliga a los melómanos a elegir. El viernes 2 de septiembre coincidían en el área metropolitana de A Coruña[1] una conferencia de de la Programación Lírica de A Coruña, en el centro de la ciudad, y Rock-Barok, en el auditorio Gustav Mahler del Conservatorio Profesional de Música de Culleredo.
Rock-Barok es un proyecto creado por el violista de la Orquesta Sinfónica de Galicia y compositor Wladímir Rosinskij que ofrece al aficionado la posibilidad de escuchar y vivir el contraste entre la música barroca y la creación actual para grupos similares a los usados en aquella. En su presentación al público, el proyecto se materializa en una gira dos conciertos: el celebrado el viernes 2 en Culleredo y el que, con el mismo programa, se celebrará el sábado 17 inaugurando la 14ª edición del Festival Internacional de Guitarra de la ciudad de Passau (Alemania), del que es directora artística la solista de este concierto Yvonne Zehner.
Yvonne Zehner |
Se espera que esta colaboración entre Galicia y Baviera, se
convierta en habitual en los próximos años. En su presentación congregó en el
auditorio cullerdense a un público que lo ocupó en más de tres cuartos de su
aforo. Un gran dato, sobre todo teniendo en cuenta que no había prácticamente
estudiantes entre los asistentes. Asimismo hay que destacar la gran acogida que
recibieron todas las interpretaciones, acogida que fue in crescendo a lo
largo del concierto siendo extraordinariamente cálida en su ovación final.
El concierto comenzó con el segundo concierto de L’estro armonico, el op. 3 nº 2, RV
538, de Vivaldi. El Adagio spicato, tuvo un adecuado aire entre solemne y
tenso en las cuerdas de la Camerata OSG, que habrían de mantener, además, un más
que notable empaste a lo largo de toda la tarde. Su precisión y expresión
fueron una excelente introducción, llena de una serena emoción, para la entrada
de los violines solistas de Stadler y Dürichen.
Esta colmó el depósito de la idoneidad vivaldiana y los
sentimientos que afloraron a lo largo de la obra, tanto en la vivacidad de sus movimientos
pares como en la sutileza con que se afrontó el sereno dramatismo del Larghetto.
Fue muy destacable el continuo, labor realizada con primor y precisión por el
chelo de Ruslana Prokopenko y la guitarra de Yvonne Zehner.
Cerró la primera parte del concierto de This other
radiance that show itself. de Agustín
Castilla Ávila, que se interpretaba en primicia mundial. Una obra en la
que el compositor
y guitarrista residente en Salzburgo expresa toda su capacidad de
convertir el silencio en música. La que escribe para ello se halla cercana a ese
silencio origen de toda música, estableciendo con este un diálogo lleno de sobriedad
y elegancia.
Agustín Castilla Ávila |
La obra se materializa en una serie de acertadas combinaciones
tímbricas y un lenguaje y tratamiento absolutamente guitarrístico del
instrumento solista. Yvonne Zehner
transmitió desde estas bases todas las sensaciones y sentimientos contenidos en
la partitura con grandes dosis de buen gusto y gran hondura. Desde los
armónicos iniciales o los acordes sobre los violines en el registro sobreagudo
y el diálogo con las violas, al dramatismo de unos rasgueos sobre notas pedal
de las cuerdas -todo ello, como un indicio de lo habría de venir, en los
primeros momentos de la obra-.
En una segunda fase de la creación de Castilla Ávila, Zehner
expresó de forma muy bien sentida todo el más hondo lirismo desde la guitarra.
Luego, unos harmónicos y su correspondiente eco en cuerda pisada y un tema
repetitivo fueron conduciendo poco a poco al silencio. El fin de un hermosísimo
arco desde el silencio germinal de la obra a la disolución de sonido en el
silencio final: ese que -cuando el director logra mantenerlo en el público
antes de los aplausos- hace comprender cómo el tronco y ramaje de la obra está
firmemente cimentado en sus raíces.
La parte orquestal de This other radiance that show itself
, mas que una correcta lectura, tuvo una
excelente interpretación por parte de Rosinskij y la Camerata OSG, con una actuación
realmente sentida por parte de todas sus secciones. El trabajo previo de
ensayos y la precisión de Rosinskij desde el centro de la formación lograron
una excelente versión. A destacar el trabajo -tan discreto por momentos como
hermoso en otros- de Noé Simón en la percusión, con una rica paleta de color
instrumental extraída de la marimba y el vibráfono, tanto percutido como frotado-.
Fue un gran despegue de una preciosa obra. Ojalá tome pronto velocidad de crucero y tenga un vuelo alto y largo.
Antonio Vivaldi |
Tras un breve descanso, el conocido Concierto para
guitarra en re mayor (original para laúd), RV 93 de Vivaldi tuvo una
gran versión en manos de Zehner. La sobriedad y la elegancia volvieron a tener sitio
de honor en el escenario del Auditorio Gustav Mahler. Los solos de Zehner fueron
“explicando” con claridad el mensaje vivaldiano y el empaste con el continuo de
Ruslana Prokopenko fue notable tras un comienzo en el que este pudo parecer
algo sobrado de dinámica.
Un gran “bravo”sería el mejor resumen de mi opinión sobre el Largo
central. El fraseo, el manejo de la dinámica o la tensión expresiva fueron idóneos
en cada momento del movimiento; lo que junto a unas transiciones a cada
repetición más que adecuadas y unos adornos -solo en las repeticiones-
preciosos y muy vivaldianos hicieron desear que el pelirrojo hubiera escrito más
música para este movimiento.
El Allegro final fue otra lección de cómo se toca
Vivaldi. Con eso y dando fe de la fuerte ovación final queda dicho todo lo mucho
que dio de sí esta breve pero gran obra, que no por conocida es menos apreciada
y deseada; sobre todo si recibe una interpretación como la que tuvo en este
concierto.
El plato fuerte y justificación última de Rock – Barok
como título general del proyecto fue
la interpretación de Fluvius conscientia – 2, op. 38, obra del fundador y director de la
Camerata OSG, Wladímir Rosinskij, estrenada en Santiago de
Compostela el 26 de noviembre de 2015.
Podríamos calificar F.C. 2 como
un paradigma de la música rosinskiana. Esa permanente apuesta suya por una
búsqueda incesante y su rico mundo interior lo llevan una vez más, usando sus
propias palabras, a esas“mezclas inhabituales y al eclecticismo como estilo”.
Sin olvidar su trabajo juvenil en Rusia como batería de conjuntos de rock o “big
bands”, que acaba vertebrando esta obra más que cualquiera suya anterior.
F.C.2 está escrita con
una soberbia adecuación escritura para los diferentes instrumentos (me
resistiré mientras pueda a emplear el término “idiomático”) Su equilibrada estructuración
se debe a la gran precisión de tiempos en las transiciones y a unos climas sonoros
que se suceden con una elástica fluidez, lo que facilita enormemente su escucha
y percepción por parte del público.
Su inicio tiene una gran fuerza ya desde la introducción a cargo de las cuerdas, tanto frotadas como en pizzicatto o percutidas, que actúan como un resorte que impulsa al violín solista. Stadler se sirve de esta fuerza canalizándola a través de su instrumento; solista y grupo se retroalimentan y tras algunos silencios surge un duro solo sobre el fondo de las violas.
El desarrollo de esta sección contiene un largo episodio lírico del violín sobre las cuerdas, interrumpido por algún que otro aumento de la tensión. En la primera transición, Rosinskij abandona la batuta para tomar la viola eléctrica sobre un sereno ambiente sonoro mientras Stadler hace lo propio cambiando la seda del violín por el percal de la guitarra eléctrica si se me permite el símil taurino [2].
Frank Stadler | Foto, Marcos Seoane |
A partir de ese momento, los diálogos, los monólogos
superpuestos de ambos solistas se suceden y alternan con algún unísono, ese
efecto de dramatismo casi histriónico de gran tradición vienesa (recordemos a Haydn,
querido lector). Esta “segunda parte”de la obra se desarrolla en un ambiente
que me atrevo a llamar un tanto contradictoriamente como “rock sinfónico de
cámara”en el que los solistas dialogan o se retan en un duelo permanente de endiabladas
escalas y contrastados timbres.
Wladímir Rosinskij | Foto, Marcos Seoane |
Y una vez más la adecuación de la escritura es total. Una
guitarra que parece surgir del mejor “heavy metal”del s. XX, secundada por las
más intrincadas asperezas de la viola eléctrica y cabalgando ambos instrumentos
sobre el entrechocar de los ritmos de la camerata. Hasta que Rosinskij vuelve a
cambiar de instrumento en una preciosa segunda transición, coge la franela (ver la segunda acepción del DLE)
y, tras un solo con esa batería que lo rejuvenece como Fausto redivivo, remata su
obra con un electrizante desarrollo final de esta que finaliza en ambiente de serenidad
casi silenciosa.
Como arriba queda dicho, la ovación final del público fue de
las que hacen comprender el porqué de este arte llamado música y de esta
bendita adicción llamada melomanía. Y consecuencia pura y dura del buen trabajo
de compositores e intérpretes. Espero que Rock – Barok tenga la continuidad
que merecen unos y otros.
Nota final.
Pido perdón a quien se pueda molestar por las referencias taurinas. Son solo
una metáfora expresiva de las diferentes fases de la obra y los cambios de
instrumento.
[1] Un entorno geográfico
y social vivo y real que, gracias a los intereses locales, diferencias y egos
de los políticos y tras el tormentoso
final del Consorcio das Mariñas aún carece de existencia oficial ni
jurídica.
[2] En las corridas de toros, “cambiar la
seda por el percal” describe el acto de desvestirse del capote de paseo -bordado
sobre seda- por el de brega, confeccionado por una doble capa de percal, un
tejido bastante más resistente que aguanta el contacto directo con las astas
del toro.
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