Jordi Savall |
Desde la primera actuación de Jordi Savall en el Festival Mozart, adonde
llegó de la mano de Antonio Moral, a nuestros días han pasado años; muchos. En
este tiempo, su saber hacer como investigador ha seguido creciendo en paralelo
a su fama y reconocimiento internacional. Más reciente es su sonada renuncia
al Premio Nacional de Música 2014, que puso en evidencia su oposición a la
política cultural del Gobierno de España por la falta de apoyo a los proyectos
culturales en general y a los suyos en particular; algo que el propio Savall manifestó en la
carta que con tal motivo dirigió al entonces ministro de Cultura y hoy
embajador de España ante la OCDE, José Ignacio Wert.
El martes 12 de abril fue protagonista del concierto celebrado dentro del
ciclo de cámara que organizan conjuntamente el Consorcio para la promoción de
la Música y la Sociedad Filarmónica
de A Coruña. Junto al percusionista Frank McGuire, ofreció un repertorio
anunciado en el programa de mano, literalmente, como
La viola céltica
EL HOMBRE Y LA NATURALEZA
En las tradiciones irlandesas y
escocesas de Europa y América
El concierto estuvo compuesto íntegramente por música de origen escocés e
irlandés, incluyendo obras tradicionales de los siglos XVII al XX (todos). Desde
The musical humours de Tobias Hume a
recopilaciones de la Costa Este y del Medio Oeste de los Estados Unidos. Un
total de siete conjuntos de piezas de raíz celta-británica; y de tan gran enorme
coherencia estilística que rayó en la monotonía
Jordi Savall con viola soprano |
A estas alturas –he dejado pasar cinco días para filtrar sensaciones y
recuerdos y confrontarlos con las notas tomadas durante el concierto- aún no sé
si la causa de esta sensación radica en el programa o en la interpretación. Me
explico para que se me entienda y lo hago poniendo por delante mi absoluto
respeto por Savall, a quien considero un maestro en su especialidad. Su técnica
instrumental es apabullante -literalmente,
tanto en la primera como en la segunda acepción de apabullar en el Diccionario
de la Lengua Española, edición del tricentenario- y su dominio de los
diferentes tipos de violas es indiscutible.
Durante el concierto utilizó una Lyra-viol
-viola de gamba baja de 7 cuerdas- construida por Barak Norman (Londres, 1697)
y una viola soprano de 6 cuerdas de Nicolas Augustin Chappuy (París, ca. 1750).
El sonido que Savall extrae de sus instrumentos es de una enorme belleza. Muy
especialmente, por su redondez y dulzura, el de la viola soprano, también “viola de gamba”, pues también este instrumento se toca en vertical, sujeto entre las piernas.
Jordi Savall durante una conferencia |
Hubo momentos en el concierto, especialmente los procedentes de canciones
tradicionales, en los que el sonido mecía al auditorio, declarando su origen lírico. En
cualquier caso, se echaba en falta el apoyo de algún instrumento de cuerda
pulsada, como la tiorba o el arpa,
casi el mínimo indispensable entre los que a veces se hace acompañar el maestro
catalán. Y las piezas de danza, apoyadas por el ritmo casi hipnótico del bodhran de McGuire, llevaron a más de un
aficionado a una especie de exraño trance de un inquieto adormecimiento.
Bastante alejado por cierto del movimiento inevitable de pies, elevación o giro
que se siente en otras piezas de origen danzante. Y es que el esquema mismo de
las suites y su ejecución fueron absolutamente previsibles: pieza lenta
iniciada por la viola, incorporación del bodhran,
sucesión ordenada de aire lento- rápido-lento-rápido y remate en accellerando ¿durante 8 o 16 compases? hasta el esperado y brusco frenazo final.
El concierto contó con el habitual apoyo que prestan a los proyectos de
Jordi Savall el Departament de Cultura de
la Generalitat de Cayalunya y el Institut
Raimón Llull.
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