15 noviembre, 2024

Fuerza, ductilidad y versatilidad

 




Vigo, 4 de noviembre. Auditorio Afundación. Dasha Rosinskij, piano. Programa: W. A. Mozart, Sonata para piano nº 8 en la menor, KV 310; F. Chopin, Balada nº 1 en sol menor, op. 23; S. Prokófiev, Sugestión diabólica; F. Liszt, Años de peregrinaje, El valle de Obermann; W. Rosinskij, El baile del murciélago.



Dasha Rosinskij



Una mirada atenta a los ojos de Dasha Rosinskij durante una breve charla con la pianista y el primer párrafo de su curriculum publicado en el programa de este concierto bien podrían servir de guía para quienes escuchen su música. Me explico: Dasha es una joven muy vivaz y un puntito irónica en su discurso, con visión e ideas amplias y claras sobre la música profesional y sus posibilidades en el mundo digital que nos ha tocado vivir. Su hábitat natural, como nativa de la llamada generación Z, y un continuo torrente de cambios para quienes nacimos muchísimo antes de esta moda de poner una letra a cada generación (aunque hace unos días leí que los “boomers” ¡¿somos?! los nacidos entre 1945 y 1965 (quién me lo iba a decir hace tan solo unos meses).

Su curriculum nos muestra una formación con maestras formadas en la escuela rusa -por edad, algunas incluso de la soviética, lo que viene a ser lo mismo-. Así pues, trabajo, trabajo y más  trabajo han fraguado a fuego los años de aprendizaje de nuestra pianista: como tal y como la mujer en agraz que ya es.

Lamento haber perdido en el espacio virtual mis notas sobre su interpretación de la sonata de Mozart que tocó en promer lugar, algo que me pasa a veces por no guardarlas o fijarlas a tiempo y que espero evitar en el futuro. Cosas de “boomer camisa vieja”, supongo. En el recuerdo, un Mozart alla russa, lleno de fuerza y precisión (y de reflejos para saber salvar cualquier dificultad frente al público; bravo por ello).

El Chopin de Rosinskij  tiene ese raro y preciado equilibrio entre fuerza y sensibilidad, aunque podría parecer que con algún predominio de aquella; algo que el tiempo y la experiencia, sin duda, terminarán de pulir -o no; siempre será su elección-. Pero también tan soñador como uno pueda desear, pensar o, simplemente, imaginar. El fruto del buen uso de herramientas como una gran fuerza interior, un espléndido legato (en mi recuerdo, una gloriosa escala descendente) y esa textura tan sumamente valiosa en los sobreagudos -una transparencia “líquida” que hace aparecer la música como límpida agua que acabara de manar entre arena y piedras-.

La obra de Prokófiev, Sugestión diabólica, surge haciendo honor a su título entre unos sugestionantes y terribles graves, que devienen en escalofriantes -y diabólicos, sí- por el staccato que tan apropiadamente los acentúa en manos de Rosinskij. La condición de espeluznante (iteralmente: pone los pelos de punta) va escalando por el pentagrama hasta el registro agudo y la vuelta a unos graves “diesiraescos” que parecen provenir del alma arrepentida del mayor pecador de la Historia.

Tiene Rossinskij una curiosa costumbre, salir del escenario después de cada obra, y lo hace con una cierta premura, lo que le impide disfrutar plenamente del aplauso del público y en alguna medida puede acortar este. Frente a esta, tiene otra, excelente, de favorecer siempre su concentración previa a cada obra. Lo que siempre es importante y más aún en un programa como el de Vigo, con una variedad tan grande de estilos y compositores.

Esta concentración da sus frutos, permitiendo manifestar la ductilidad y versatiidad propias de esta intérprete. Cualidades que no debería extrañarnos hallar en la hija de un compositor que habla del eclecticismo como parte de su propia personalidad compositiva. Y ya saben: de tal palo…  

El valle de Obermann que sonó a continuación fue todo un  panorama bien lisztiano de sensaciones y sentimientos. Algo así como la traducción a sonido de lo que podríamos sentir en cada punto del recorrido por tal paisaje imaginario. Trasparencia para el río y color para una apacible vega en plena floración, pero también imponente por su continuación en las montañas que la delimitan. Y todo basado en unos graves que son como los cimientos mismos de la grandiosidad del conjunto, con un continuo de sobreagudos en staccato,  brillantes como las cumbres nevadas. Los cruces de manos, impecables. Y las dobles octavas, puritito poderío. La coda, de sobresaliente Sin más; para qué.




Dasha Rosinskij bajo la mirada de soslayo de Wladímir dirigiendo



La obra de Rossinskij padre, El baile del murciélago, va más allá de una melodía que delinea muy gráficamente un posible argumento de la obra. Muy bien expresado todo por Rosinskij hija, como en ese ritmo entrecortado en los graves y esos motivos en agudo y sobreagudo que, como su vuelo en líneas quebradas y los chillidos que imaginamos en su ecolocalización, a alguno nos hicieron mirar al techo de la sala por si acaso. Que no en vano el murciélago –“lo rat penat” que se dice en la querida Valencia, ahora tan castigada por la Naturaleza y el mal hacer de algunos políticos) es un animalito que no suele inspirar demasiada confianza. Unos graves repetidos, semejando los ecos salidos de lo más profundo y oscuro de una gran gruta, pusieron la gota de inquietud y el punto final a un notable programa soberbiamente interpretado.

Rosinskij regaló dos propinas  que nos hicieron salir de la sala con el ánimo enardecido. La sonata de Scarlatti fue puro sentimiento emanando de unas líneas  claras y luminosas como un amanecer en la costa de Menorca.

Y, como último mensaje, Albéniz, con su Pavana-Capricho. Gracia y garbo como si en vez de haber nacido en la Ciudad Xardín de A Coruña lo hubiera hecho en Triana o en La Macarena. A su final, esas notas de ambas manos entrecruzándose sobre el teclado del piano que parecían las manos de una bailaora sobre la Luna llena y me regalaron el recuerdo de una noche de trabajo en pleno verano, hace más de cuatro décadas, asomándose desde el fondo de mi memoria. Gracias, Dasha. O, como ahora parecería preceptivo decir para no herir sentimientos ni levantar suspicacias, gracias, señora Rosinskij.

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