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23 julio, 2016

La astilla y el palo







Alexandra Fernández
Foto Rafael Magán
Dos exposiciones celebradas esta primavera en A Coruña han permitido confirmar esos viejos aforismos sobre tendencias familiares que hablan de galgos, palos, astillas y demás metáforas sobre el tema. Alexandra Fernández es arquitecta y tiene un máster en estudios teatrales y cinematográficos. Su currículum incluye una más que notable experiencia en estos ámbitos como directora artística y sus trabajos han merecido galardones como el Premio Mestre Mateo por su dirección artística de Doentes. Su actividad como artista plástica se ha desarrollado en los campos de la pintura, fotografía, collages o instalaciones y decorados para espectáculos y galas teatrales.

De Emilio Celeiro se podría decir que empezó su actividad apenas se echó a andar y fue capaz de sostener un lápiz en sus manos. Una vez ordenados y encauzados sus impulsos artísticos, no ha parado de crear arte en sus más diversas formas. Pintura, dibujo, grabado, cerámica o escultura nos revelan la tremenda fuerza interior de este creador que, pasados más de ochenta años, mantiene la curiosidad e inquietud de aquel niño que pintaba las paredes de la casa familiar antes de emigrar a Venezuela, dionde desarrolló una fructífera carrera, también con incursiones en la publicidad.


Emilio Fdez Celeiro.  Foto Rafael Magán 

En la galería de ARGA se celebraron el pasado mayo dos exposiciones consecutivas en las que la emoción visual de su contenido contenía, que no tapaba, la de un doble vínculo de estirpe. Primero Alexandra en solitario y luego padre e hija en obra conjunta, han pintado las paredes de la sala de la calle San Andrés 28 con unos cuadros llenos de vitalidad.

En construcción, collage de Alexandra Fernández

Los collages de Alexandra muestran un trabajo limpio y minucioso, con una espléndida limpieza de ejecución. Toda su obra está realizada de forma que cada cuadro recorre un camino desde las distintas perspectivas del espectador. Un enriquecimiento visual que realza el frescor visual de sus trazos en paralelas “reversibles” por su alineación o colores. Los materiales empleados –papel, cartulina, arena, textil o chapas de madera- ofrecen a la autora muy distintas posibilidades expresivas. La cuadrícula se estampa sobre ese mapamundi de un mundo en construcción como un reflejo de un (im)posible y nuevo orden mundial. Sus variadas texturas o detalles como la agraciada curvatura de la madera o el delicado contraste de ésta con el paralelismo de delgadas franjas de cartulina forman una personalísima visión de una realidad imaginada.


Apenas clausurada la muestra de Alexandra arrancó la exposición de su obra conjunta con Celeiro. Las formas de la cerámica de éste denota que proviene de la misma desbordante imaginación que sus conocidos peces-máquinas-de-guerra, que ha prodigado en dibujos y esculturas. Peces, sirenas, esfinges, círculos y espirales son hijos de esos peces y aquellas Ruedas de sus grabados y forman un conjunto de gran barroquismo visual al que Alexandra dota de fondos llenos de lógica geométrica. Formas “libertarias” y líneas geométricas forman así  un conjunto de una rara pero necesaria armonía: la que sólo podría desarrollarse entre dos personalidades diversas pero derivadas de la sangre y la convivencia. Recordando la vieja canción folclórica norteña hay que decir aquello de “Bendita sea la rama que al tronco sale”. 


06 mayo, 2016

Cultura e impulso




Solo las especies capaces de adaptarse a las condiciones de su hábitat  perduran, permanecen.

Las que mejor son capaces de transmitir sus actividades y comportamientos entre generaciones predominan, prevalecen. [1]

Los mestizajes vigorizan, fortalecen.


Árbol filogenético de Darwin

El mundo, o lo que Edward B. Tylor (1832–1917) llamaría cultura [2], vive un estado de cambio continuo que, en los últimos tiempos, sufre una aceleración progresiva y retroalimentada. Cualquier actividad humana que no se adapte a esta dinámica, puede quedarse atrás o incluso desaparecer. También la cultura, entendida en este caso tanto según el concepto clásico como en el iluminista [3].  

Desde un concepto globalizador u holístico de la cultura, la labor de esta en una sociedad es lo que las enzimas para un organismo vivo: un conjunto de catalizadores de sus reacciones bioquímicas –de sus interacciones sociales, en este caso-, sin los que fracasarían algunas de sus funciones metabólicas. La sociedad, pues, precisa de las industrias culturales (II.CC.) [4] del mismo modo que un cuerpo necesita que el corazón impulse la sangre para que esta circule por sus arterias, venas y capilares: para que las II.CC. hagan llegar hasta el último de los rincones del cuerpo social todos los elementos necesarios para su desarrollo cultural.



Hasta el último rincón
En una sociedad en crisis económica y de valores como la actual –y dejamos al margen su origen y causas últimas- la cultura y sus industrias encuentran una dificultad aumentada para cumplir su misión. Está demostrado que la mayoría de la población ha perdido poder adquisitivo por una nueva distribución  de la riqueza, ya que la crisis ha favorecido económicamente a las capas más poderosas de la sociedad.

En el mercado del arte, el desplazamiento del poder adquisitivo se traduce en el enlentecimiento de la circulación y comercialización de los productos de bajo y medio precio y la consiguiente pérdida de competitividad y/o viabilidad de los intermediarios que dirigen su actividad a este segmento.

Exterior Galería Vilaseco - Laboratorio Creativo

Si, como veíamos antes, quienes trabajan en la cultura necesitan que esta circule por la sociedad como la sangre por el cuerpo -para desarrollar su labor social, para sobrevivir, para crecer, para destacar-, se hace evidente la necesidad de nuevos impulsos revitalizadores.

Las empresas tienen en estos momentos la mejor ocasión de hacer regresar parte de sus beneficios a la sociedad –que, a la postre es la que las mantiene consumiendo sus productos-, paliando así parte de los efectos económicos que la crisis ejerce sobre un amplio abanico de actividades sociales.

Corporación Hijos de Rivera actúa como socio impulsor de 12 Miradas Riverside: un proyecto cultural multidisciplinar propuesto por la Galería Vilaseco - Laboratorio Creativo, que ha de desarrollarse tanto en el entorno urbano de A Coruña como en el rural de la Ribeira Sacra.

Ribeira Sacra


HOLY RIVER, RIVERSIDE
12 MIRADAS actúa como punto de encuentro entre diferentes actividades y disciplinas. Artesanía, arquitectura, artes plásticas y diseño textil e industrial se dan cita durante meses en la galería, que hace así honor a su nombre -y vocación- como Laboratorio Creativo.

Una selección anual de doce creadores vinculados a esas u otras disciplinas tienen “carta blanca”  para dirigirse al público hablando de doce momentos que dan constancia de sus ideas, proyectos o trayectoria profesional. Estos momentos son ilustrados visualmente durante las conferencias, quedando expuesta su plasmación material en la galería durante un mes.

Con el nombre Riverside, el proyecto extiende su acción hacia la Ribeira Sacra, donde se desarrollan dos actividades complementarias. Una es la celebración de talleres impartidos por los doce artistas implicados en el proyecto, dirigidos a personas de la zona que quieran participar en él. Este modo de hacer llegar la cultura hasta el último de los rincones del cuerpo social recuerda de alguna manera la actividad que desarrollaron Claudio Abbado y Maurizio Pollini en la Italia de los años sesenta, celebrando conciertos en fábricas y barrios obreros.

Es de señalar aquí la idea expuesta por Abbado, poco tiempo antes de morir, sobre la relación entre cultura y riqueza económica:

“Existe la sensación de que la riqueza económica de un país engendra la riqueza cultural, pero yo estoy convencido de que es al revés: los países ricos lo son porque son cultos, es decir, la cultura engendra la riqueza económica, y no al revés. Por desgracia, muchos políticos no entienden esto”



Pollini (i) y Abbado (d)
Riverside está llamado a ejercer sobre la actividad cultural –dentro del ámbito de actuación del proyecto- un estímulo que, de esta forma, viene a cerrar lo que bien se podría llamar un círculo virtuoso de interacción entre cultura y riqueza económica.

La otra actividad del proyecto en la Ribeira Sacra es la convocatoria de tres becas de investigación para una residencia de un mes en la zona. Esta convocatoria tiene un carácter abierto e internacional y está dirigida a investigadores y creadores en los campos de la artesanía, la arquitectura y el arte. Se trata así de detectar ideas que puedan ser investigadas y desarrolladas como proyectos notables, itinerantes y aptos para su desarrollo en esos tres campos.

Uno de los fines del programa Riverside es contribuir a la identificación y reconocimiento de aquellos proyectos que versen sobre el valor y sentido actual del mundo rural y sobre el desarrollo sostenible del territorio. Las ayudas se otorgarán, pues, a proyectos que puedan desarrollarse en el territorio de la Ribeira Sacra como avance del conocimiento del mismo, así como de su experimentación y desarrollo.  

Tanto o más que en cualquier actividad humana, los creadores  necesitan también de un recogimiento que les proporcione nuevas fuerzas e ideas. El entorno rural en que se han de desarrollar estas actividades de Riverside aporta la ventaja del sosiego y la calma que le son propios: para sobrevivir, adaptarse y transmitir sus conocimientos. En definitiva, para fortalecer la cultura en medio de la acelerada vorágine del s. XXI.




[1] En etología (estudio del comportamiento animal) se conoce como cultura de una especie el conjunto de costumbres, actividades o comportamientos transmitidos de una generación a otra en grupos de animales. Jesús Mosterín (Bilbao, 1941)  la define como la información transmitida por aprendizaje social entre animales de la misma especie, en contraposición a la información transmitida genéticamente. 

[2] Edward B.Tylor define la cultura como “aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre”.

[3] Los primeros usos del término (muy extendido luego en diversos idiomas europeos) provienen del que Cicerón -utilizando un símil agrícola en su texto Tusculanae Disputationes- llamó cultura animi (cultivo del alma), para describir el desarrollo de un alma filosófica. Durante el Siglo de las Luces se considera en el doble sentido como un espíritu folclórico (popular) con una identidad única y el antes mentado como cultivo de la espiritualidad o la individualidad libre, pero sin apuntar ya a la filosofía como perfección natural del hombre.

[4] La Unesco define la industria cultural como aquella que produce y distribuye bienes o servicios culturales que, “considerados desde el punto de vista de su calidad, utilización o finalidad específicas, encarnan o transmiten expresiones culturales, independientemente del valor comercial que puedan tener. Las actividades culturales pueden constituir una finalidad de por sí, o contribuir a la producción de bienes y servicios culturales”.

05 abril, 2016

Trazos como puños



O verdades como tales. La obra que David Arteagoitia (Bilbao, 1980) expone en la sala de exposiciones del CIEC (Centro Internacional de la Estampa Contemporánea) de Betanzos está vertebrada por la verdad. Esa verdad sencilla del trazo con toda la espontaneidad de este, pero también con toda la carga técnica que conlleva la sencillez. La falsa facilidad de los verdaderos maestros.

David Arteagoitia

Arteagoitia es maestro por cargo y por oficio: por cargo, como profesor de grabado y serigrafía en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco. El oficio, ese largo camino interminable para un verdadero artista, lo ha ido adquiriendo como es debido: con el paso del tiempo y la atención a sus maestros, a sí mismo y a sus alumnos. Desde sus inicios con Chema Eléxpuru y en sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de Barcelona, en Florencia, o allá donde desde entonces ha acudido “a nutrirse” de sabiduría gráfica. El recorrido incluye Fuendetodos, la Fundación Casa Falconieri o los cursos de maestros bien conocidos por estos y otros lares como Ana Soler, Don Herbert, Enrique González o Gabriela Locci.

Como un buen maestro “a la antigua”, continúa sembrando su saber colaborando con escuelas e instituciones internacionales en las que adquirió su técnica como el CIEC o Casa Falconieri, o en la Central Academy of Fine Arts de Pekín, la Fundación Pilar y Joan Miró de Mallorca o la rumana Universidad de Arte George Enescu.

Foto cedida por el CIEC

Y la investigación; siempre la investigación, desde su tesis doctoral sobre La serigrafía de áridos con vehículos aglutinantes de base acuosa,  a partir de la cual ha centrado su labor de artista. Que solo merece ser así llamado quien renueva cada día su inquietud en busca de nuevos horizontes para su arte. De ahí que su obra se abra a partir de cada conocimiento adquirido como en una espiral ascendente. Una larga escala cuyos peldaños se basan en sus nuevos hallazgos en texturas y soportes y que tiene puertas siempre abiertas por las que invita -o más bien incita- a sumarse a esa búsqueda a sus alumnos de acá o allá.

En Betanzos
Al entrar en la sala del CIEC, llama la atención la armonía visual que la muestra ofrece al primer golpe de vista. La obra expuesta, apenas una docena de grabados, es de una austeridad cromática casi monacal; vive en la tríada blanco-rojo-negro. En música, la base de la armonía son las únicas tres notas, primera-tercera-quinta, necesarias para construir un acorde perfecto. Y, al igual que unos pocos acordes de tres notas se desarrollan con otras añadidas de acuerdo a las leyes musicales, la tríada cromática de la obra de Arteagoitia se enriquece con sus matices y los equilibrios cambiantes de sus densidades y volúmenes.

Foto cedida por el CIEC

Y con las texturas. Los grabados de Arteagoitia se basan en una materialidad que les permite ofrecer una relación casi escultórica a quien los contempla. Porque la materia está presente, no simplemente representada: en el carborundo, que redimensiona la obra hacia el volumen físico; en el papel y sus sugerencias táctiles -especialmente las de los grabados estampados “a sangre”, en los que se se estampa el papel completo, hasta su borde mismo-. Y así, el artista hace que el papel mismo se exprese a través de  la irregularidad natural de la fibra y las anfractuosidades de sus bordes sabiamente rasgados

Foto cedida por el CIEC

Bordes que devienen en puertos de una costa rocosa desde los que el espectador puede zarpar hacia un viaje interdimensional capitaneado por el autor sobre la firmeza de sus trazos negros. Viaje en el que se verá mecido por el suave oleaje de los pesos y volúmenes cambiantes. Y en el que se asomará -a través de la transparencia como de vidriera de sus blancos- a la pasión ricamente matizada por la sangre de sus rojos.