Mostrando entradas con la etiqueta #Teatro Rosalía Castro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta #Teatro Rosalía Castro. Mostrar todas las entradas

31 enero, 2016

Un valor seguro






En la música, como en la bolsa, hay valores en alza, otros cuya cotización está a la baja y otros que, sin sobresaltos, mantienen una rentabilidad segura. Sin los grandes focos de la novedad y el ruido en los medios pero con esa rentabilidad -musical en este caso- que todos deseamos y que nunca falla en el caso del Trío Grumiaux (Philippe Koch, violín, Luc Dewez, chelo, y Luc Devos, piano), protagonista de este concierto.

Asiduos visitantes de A Coruña, cuando tocan para la Filarmónica en el Teatro Rosalía Castro se acude con el oído y el ánimo relajados; sus componentes siempre dejan un grato sabor de boca al auditorio. Y este se lo hace saber siempre con ovaciones cálidas y con esa expresión de gran satisfacción  que se puede escuchar en las palabras y leer en las caras de los filarmónicos coruñeses en los descansos y a la salida de sus concertos.


Logo de la Sociedad Filarmónica de A Coruña

El programa del martes 19 de enero era de esos que a priori despiertan grandes expectativas: en la primera parte, Tristia de La vallée d’Obermann, de Ferenc Liszt, y el Trío en mi menor “Dumky”, de Antonin Dvořák. En la segunda, el Trío en sol menor del padre del nacionalismo musical checo, Bedrich Smetana. Esas expectativas se vieron sobradamente satisfechas por la calidad de la música y por la espléndida interpretación que hizo de ella el Trío Grumiaux.

Grumiaux tiene todos los ingredientes de la receta de un gran trío. Entre los puramente técnicos, su afinación es perfecta; su sonido está idóneamente empastado; su conjunción rítmica es total y muestran su entendimiento, prácticamente sin intercambiar miradas. Es como una dirección compartida en la que cada uno marca la entrada cuando le corresponde y los otros dos lo entienden, apenas con una mirada de soslayo, pero con una enorme eficacia de precisión rítmica.

Trío Grumiaux

Si sumamos a todo esto la digitación de Koch y la versatilidad de los golpes de arco de Koch y Dewez, está claro que el Trío Grumiaux es capaz de afrontar y superar las exigencias técnicas y estilísticas de cualquier repertorio. En cuanto a este, sus interpretaciones son adecuadas a cada compositor y saben guardar ese justo medio entre la fidelidad a la partitura y la personalidad del trío. Que, cuando se está a punto de cumplir veinticinco años como tal, es mucho más que la suma de la de cada uno de sus componentes.

Así es como la oscuridad pianística inicial de su Liszt se une a la fuerza dramática de sus unísonos de violín y violonchelo y la de las imitaciones y ecos de su escritura para dar como resultado el espíritu de poema sinfónico que, como un caudaloso río subterráneo, se esconde por debajo de las notas de esta partitura.

En Dvořák, el repetido contraste entre la placidez campesina de los dumky y el ritmo lleno de síncopas y notas a contratiempo de sus más que danzantes furiant trasladó al auditorio a los terrenos  del mejor folclore centroeuropeo, que la inspiración del autor de la Sinfonía del Nuevo Mundo elevó a la categoría de gran música. El entusiasmo del público, creciente tras cada obra del programa, se multiplicó al fin de este y de la pieza con la que el trío belga correspondió a la calurosa ovación del Rosalía.



09 octubre, 2015

¿De Barroco hasta el coco?





Quienes conocimos la música barroca a través de los conciertos y las grabaciones de los años 50-60 descubrimos todo un nuevo mundo sonoro en las primeras interpretaciones con “instrumentos de época” o sus reconstrucciones. En ellas percibíamos, sobre todo, una nueva tímbrica instrumental y orquestal, más acorde con lo que debieron ser las versiones originales de la época.

Llegó después el llamado historicismo, un movimiento más o menos coordinado de todo un ejército de músicos-investigadores afanados en encontrar la verdad  de la música antigua, renacentista y barroca. Luego, la cuestión se convirtió en moda
Manuscrito de Bach para laúd
(todo tiene un fuerte componente de moda en la música) y apareció todo un aluvión de teóricos de la interpretación “históricamente informada”.
 
Centenares de músicos encontraron en ella una salida laboral que nunca habrían logrado en la interpretación que en décadas anteriores era convencional, explorando un muy rentable y, sin duda, respetable nicho de mercado (aspecto de la música íntimamente ligado a la moda) intensivamente explotado por las empresas discográficas.

Los teóricos de la interpretación proliferaron como los hongos en un otoño húmedo y cálido e invadieron todos los ámbitos de opinión pontificando con la suya: “la verdad” –ahora con comillas, claro-. Si como decía Santo Tomás de Aquino, in medio est virtus, estaba claro que muchos aficionados iban –íbamos- a reaccionar frente a tal invasión con un cierto rechazo, menos teórico que práctico, a la rigidez dogmática de tanto “talibán”. Y fue así como algunos llegaron –o llegamos- a estar “de Barroco hasta el coco”.

Solo a través de los conciertos y grabaciones de los verdaderamente grandes investigadores-intérpretes fue posible la “re-conciliación”. La escucha de ese tipo de interpretación se hizo placentera a quienes la habíamos adorado en aquellas Pasiones de Frübeck de Burgos en el Monumental o las de Karl Richter en el equipo de sonido de casa.

Barroco así, si

Con estos antecedentes, el aficionado medio celebra volver a escuchar a una gran artista como Ann Hallenberg en el ciclo Grandes Cantantes de la Temporada Lírica organizada por la Orquesta Sinfónica de Galicia y Amigos de la Ópera.

Ann Hallenberg
Hallenberg es bien conocida en Galicia a través de sus actuaciones en el Fetival Mozart (en un memorable Giove in Arco, pasticcio haendeliano dirigido por Alan Curtis y, sobre todo, en  el que fue todo un referente de esta música: Via Stellae, un festival que en su momento llegó a estar a la altura de los mejores de Europa en su clase, en el que hizo un Ariodante realmente antológico.


En Via Stellae hizo también un Farinelli, el mito veinte años después del filme, antecedente inmediato de este Farinelli, primo uomo assoluto presentado el jueves 8 en el Teatro Rosalía de A Coruña. Me remito a lo escrito entonces sobre la gran mezzosoprano sueca. Sólo puedo añadir la emoción renovada en el concierto del Rosalía, más allá del absoluto domino vocal y escénico de Hallenberg y del entusiasmo que desata en sus arias di bravura.

Es en las arias amorosas donde su interpretación ahonda  en el sentimiento y lo transmite más de corazón a corazón que de voz a oído. Son justo esos los momentos “que te transportan”, como dijo muy acertadamente una buena aficionada. Y es que si hemos logrado pasar ese “Cabo de las Tormentas” del dogmatismo es precisamente porque grandes artistas como Anne Hallenberg usan su instrumento, su técnica y su musicalidad para agarrarnos el corazón y apretarlo, más allá de la técnica o las modas.


Porque lo que te hace sentir es precisamente lo más valioso de un artista, haciendo un puñal que nos atraviesa de una simple sílaba, como en la contracción subrayada en el primer verso del aria Ombra fedele anch’io de Broschi (el hermano de Farinelli), o en el largo melisma sobre el "ta" de “inmortale” del Alto Giove porporiano, que hubiéramos querido inacabable por su belleza que te lleva a las alturas. Y no digamos en el aria Lascia ch’io pianga, del Rinaldo de Haendel, propina siempre deseada en estos recitales que Hallenberg hizo desear al público regalándola en tercer lugar fuera de programa.

Les talents Lyriques


Una parte realmente importante del éxito de este concierto se debió sin ningún género de dudas al soberbio desempeño de Les Talents Lyriques y Christophe Rousset. Una orquesta con todos los pros y ninguno de los contras de sus homólogas: un sonido perfectamente empastado y de gran riqueza tímbrica se une a su prácticamente perfecta afinación para hacer música de verdad, siempre al servicio de la voz ¡y de la partitura! La orquesta lo dio todo acompañando a Hallenberg y en las oberturas de Polifemo y de Siroe, ambas de Nicola Porpora, y en la de La more di Abel, de Leonardo Leo.

07 julio, 2015

Principios





Ayer fue el aniversario de Joaquín Rodrigo, un inmortal. Porque el Maestro Rodrigo, como todo el mundo le llamaba, era de 'esas personas que no se entierran; se siembran’.

Para  recordarlo, reproduzco aquí el homenaje que le rendí en un viejo precedente de este blog.


Joaquín Rodrigo (1901 - 99)


Principios de los sesenta. Yo comenzaba el estudio de  la guitarra y era iniciado por mi maestro en la audición de los recitales que aquella entrañable Sociedad Guitarrística Madrileña organizaba en el salón de actos del  Ateneo de Madrid.

Los hermanos Lloret, mis  entonces vecinos  y siempre queridos amigos, tenían por aquellos años  varios tesoros. Los más destacables eran: un padre aficionado a la música,  su maravillosa colección de discos "microsurco" -lo último, el no va más, el mayor adelanto en la reproducción de sonido-  y un tocadiscos en el que se hacía viva la más increíble música que nunca había oído.

Eran mis principios como auditor de música sinfónica. Beethoven,  Mozart, Rimsky, Tchaikovsky [i], sinfonías, fragmentos... y El Disco:

La Orquesta Nacional, Ataúlfo Argenta, Gonzalo Soriano, Narciso Yepes, Noches en los Jardines de España...

Y el Concierto de Aranjuez. El bien supremo de la colección, la música mágica, la que enajenaba, la que hechizaba, la que me hacía practicar después con mi instrumento durante horas y horas buscando mecanismo, sonido, expresión, música.

Casi cuarenta años  y muchísimos discos después -entre ellos otras diez versiones del Aranjuez- lo encuentro, ¡por fin! editado en  compacto  y con una de las  primeras cubiertas con que lo conocí, la de las rosas. Hoy es, otra vez, el tesoro de mi colección de discos.

También eran por entonces los comienzos de la televisión en España. En un telediario, entrevistaron al guitarrista Narciso Yepes, que  anunció su actuación en el Monumental, en un concierto benéfico, el domingo siguiente por la mañana.

Con él la Nacional dirigida por Odón Alonso. El programa, Intermedio de Goyescas, de Granados, el Concierto de Aranjuez, y la Quinta Sinfonía de Beethoven.


Narciso Yepes (1927 - 97)

Fue mi primer concierto sinfónico. Tras ése, años de Monumental y Real, Palacio de Congresos-Auditorio [ii] Rosalía y Colón de la Coruña, tantos conciertos, obras, autores... Pero tengo en un nivel diferente   aquéllos que son mis principios; no sólo cronológicos, sino también estéticos y, de alguna manera, casi éticos.

Hoy he oído decir que se ha muerto Joaquín Rodrigo. Valiente tontería. ¿Acaso pueden morir los principios?




[i] En 2001 no hacía transliteración, como manda la santa madre RAE.
[ii] Ése era entonces el nombre del actual Palacio de la Ópera.