Hay críticas que
salen solas y otras que se resisten y tardan en nacer. Que son como un parto
distócico. Y no porque no se tenga una idea clara de lo que se ha visto y
escuchado. El problema a veces es cómo analizar un evento que rozó en numerosas
ocasiones el desastre, pero haciéndolo con el respeto que me merece todo el que se sube a un
escenario; quien se deja el alma durante semanas creando una dramaturgia o quien
baja a un foso operístico con la labor, a veces rayana con lo imposible, de
coordinar y concertar a músicos ¡y cantantes!
Aunque el párrafo
anterior resume bastante bien mi opinión sobre la representación del viernes,
paso a analizar algunos de sus aspectos más destacables.
Magia...
No sobró
precisamente este elemento en La flauta
mágica del viernes en A Coruña. Quienes me leéis hace tiempo sabéis que
concibo la ópera como teatro (sustantivo) cantado (calificativo), no como canto
representado. Y precisamente el teatro, junto con la actuación de algunos de
los cantantes, fue de lo poco que se puede salvar de la función. En este
aspecto, la producción de Els Comediants para el Gran Teatre del Liceu y el
Festival Mozart -vieja conocida desde su estreno en el Palacio de la Ópera de A
Coruña- sigue aportando frescura. Por su parte, la dirección escénica de Joan
Font dio las notas más adecuadas a cada
momento del libreto de Schikaneder, con el apoyo de su ayudante de dirección y
coreógrafa, Montse Colomé.
Francisco Corujo. Foto, Miguel Ángel Fernández |
El aspecto vocal fue,
de largo, el menos acertado. Destacó para bien Francisco Corujo, con un Tamino bien
templado vocal y teatralmente. Timbre agradable aunque no excesivamente rico,
buena potencia y excelente proyección fueron base del mejor canto de toda la
noche. También por encima de la pobre media del reparto -aunque por debajo de
Corujo- estuvo Borja Quiza, más adaptado a la escena lírica que en otras
ocasiones.
El papel de Papageno
-que en la mejor tradición del teatro clásico español sería la figura del
‘gracioso’- se adapta bastante bien a sus características dramáticas y vocales.
Su actuación fue vocalmente correcta -si dejamos a salvo alguna de sus
personales y habituales brusquedades- y un tanto histriónica en el aspecto
dramático; algo que, curiosamente, fue de agradecer pues despertaba la
atención, algo dormida en medio de tanta y tan mediocre vocalidad.
Mariola Cantarero
tuvo una actuación irregular: su voz tiene un timbre agradable, pero está
lastrada por una emisión muy nasal. En su último solo mejoró la percepción del
público por el recurso, algo excesivo seguramente, de unos filados realmente
meritorios que redondearon no poco su voz.
Como siempre hay que
hacer con quien hace un una sustitución de última hora, a Helena Orcoyen hay
que agradecerle su disposición. Porque llegó el día anterior al
ensayo
pregeneral, con el tiempo justo para aprender sus (escasos) movimientos en
escena y su melólogo en castellano. Pero también es cierto que en su actuación
como Reina de la Noche demostró que no es lo mismo saberse un papel que
‘tenerlo’. Destaca Arturo Reverter en sus notas al programa que el de Reina de
la Noche “es un papel que exige un cumplido virtuosismo y una voz con cuerpo
.../... lo que más tarde se entendió como soprano dramática de agilidad”. Baste
decir que el viernes, por las causas que fueran, a su voz le faltaron cuerpo y
agilidad.
Helena Orcoyen. Foto, Miguel Ángel Fernández |
Al Sarastro de David
Sánchez le faltó profundidad en el registro grave. Teatralmente hablando, tuvo
más hieratismo que la majestad que se le supone al personaje. De los
comprimarios, destacó la actuación de Pablo Carballido por voz y buen hacer
escénico. Su entrada en escena para el dúo de sacerdotes y el siguiente mutis fueron
perfectos por su forma de rodar y por su ritmo. Aunque tal como fue la función
en su aspecto vocal cualquiera puede comprender el apresuramiento de su compañero
de escena.
Patricia Rodríguez
Rico compuso una graciosa Papagena llena de la mejor picardía. El Monostatos de
José Manuel Zapata se resintió del mal momento vocal de su intérprete; y del
físico: en anteriores representaciones, este guardián del templo trepaba por la
red. Las tres damas de la Reina de la Noche actuaron con agradable voz, escaso
empaste y casi nulo ajuste. Los tres niños, María Lueiro, Nuria Lemos y Alberto
Miguélez-Rouco, cumplieron su cometido.
Escena final. Foto, Miguel Ángel Fernández |
Desde el punto de
vista musical, Josep Pons lidió lo mejor que pudo con lo que podríamos llamar
las ‘diferentes personalidades métricas y rítmicas’ de algunos de los cantantes,
a los que no hubo forma de meter en vereda, con los consiguientes desajustes en
entradas yfinales de frase. La Orquesta Sinfónica de Galicia tuvo su buen
sonido mozartiano habitual y el Coro de la Sinfónica de Galicia mostró la
solidez de su línea ascendente, con perfecta afinación y una gran precisión
rítmica. Espléndidas las voces masculinas, por timbre y potencia.
...filtros...
Relataba el maestro
Pons en la presentación de la ópera a la prensa una anécdota -no comprobada,
como casi todas-. Se dice que Mozart recibía en su lecho de muerte noticia de
cada función de La flauta mágica. Por
la hora en que llegaba el emisario desde el teatro calculaba el autor el éxito
de la representación: cuanto más tarde, más aplausos y más ‘morcillas’ había
habido. En el texto en castellano (no he logrado ver quién es la traducción) ha
faltado la adaptación a la actualidad local que tenían los diálogos hablados en
el singspiel original. Han sobrado
filtros y faltado chispa propia.
Sólo se pudo
apreciar en este sentido la mención al “Albariño”, morcilla fija ya esde la
primera representación de esta producción allá por 2001. Quiza añadió ‘Y de
Cambados’, pero faltó una alusión -al menos al Mencía entre los muchos buenos
tintos gallegos- cuando Papageno bebe largamente de una interminable copa de
tinto. El señor Font, en su próximo viaje por A Coruña, podrá tener ocasión de aumentar su
conocimiento de la insuficientemente conocida vitivinicultura gallega.
...y filtraciones
Parece que vuelve la
falta de ética que implica la -llamémosle amalgama- de actividades de
organización con la crítica e información. Parece que vuelve –si es que alguna
vez se fue- la mala praxis. Y mala praxis es, por ejemplo- filtrar fechas y
programas de la próxima temporada sin haber convocado siquiera a los medios a
una rueda de prensa.
Rueda de prensa que
carecerá del mínimo interés para los medios especializados una vez pisada la
noticia. Y más, cuando a lo largo de la temporada –como sucedió en ésta que
acaba- se van cayendo del cartel repartos enteros, nombre a nombre. O cuando se
cambian fechas, como fue el caso de esta Flauta
mágica, prevista en principio para los pasados viernes 19 y domingo 21.
Para qué asistir y contarlo: ya nos iremos enterando de rectificaciones, cancelaciones y sustituciones.
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