Segunda entrada
sobre el concierto de clausura de la temporada 2014 – 2015 de la Orquesta
Sinfónica de Galicia, celebrada el pasado 22 de mayo. Tras la dedicada al
arreglo para metales de las Vísperas de
la beata Virgen, de Claudio Monteverdi, toca hablar hoy de la monumental Pinos de Roma, de Ottorino Respighi.
Queda pues para próximas entradas un tercer texto sobre la obra de
Abrahamsen, Let me tell you, que la Barbara Hannigan, Dima Slobodeniouk y la OSG estrenaban en España.
Otorino Respighi
Nacido en Bolonia e
hijo de un profesor de piano de la ciudad, hizo sus primeros estudios en el
Conservatorio local: violín y viola con Federico Sarti y composición con
Giuseppe Martucci. Durante su estancia en San Petersburgo como principal de
violas de la Orquesta Imperial, estudió con Nikolái A. Rimski-Kórsakov. El
compositor ruso ejerció en Respighi una notable influencia, que se añade a la
de su admirado Richard Wagner, influencia que le pone a la altura de los
grandes orquestadores de la época, como los citados Rimsky y Wagner, Richard Strauss, Ígor
Stravinsky o Maurice Ravel.
En 1913 se
estableció en Roma, en cuyo Conservatorio de Santa Cecilia fue nombrado
profesor de composición. En 1924 accedió a la dirección del centro, renunciando
dos años después para poder dedicarse a tiempo completo a la composición. La
falta de atención sobre su obra por parte de los estudiosos parece deberse al
rechazo que suscitó su reconocimiento en la Italia de Musolini [1] más que al carácter poco
innovador de su música.
Pinos de Roma
Esta obra forma
parte del conjunto de obras más conocido y admirado de Respighi, la llamada Trilogía Romana [2], en la que el autor rinde
homenaje a la Ciudad Eterna, cuya
grandiosidad monumental tardó en aceptar y querer plenamente por su nostalgia
del refinado recato de su Bolonia natal. El conjunto de la Trilogía –pese a la
diferencia cronológica de las obras- es plenamente representativo del estilo
maduro del autor, con gran riqueza y espontaneidad melódica y unas
características rítmicas que otorgan a su música sensaciones espaciales tanto de quietud
como de movimiento.
La OSG / OJSG y Slobodeniouk saludan tras interpretar 'Pinos de Roma' (Foto cedida por la OSG, © Pablo Rodríguez) |
El uso muy personal
que hace de los sistemas modales y de las viejas escalas del canto gregoriano,
ampliando sus posibilidades de desarrollo, le permiten una organización armónica que se aleja de la
tensión-distensión inherente al sistema tonal vigente desde el Barroco.
Respighi da así respuesta a la crisis ya patente en el sistema tonal,
alejándose de él gracias a su personal
riqueza tímbrica, que le permite unos ambientes armónicos muy estables y unos
cambios más colorísticos y expresivos que direccionales. Es su respuesta al
declive de un sistema que alcanzaba ya sus límites, usando elementos anteriores
a este. La obra se estructura en cuatro movimientos y en distintas ediciones de
la partitura figura el programa que el autor escribió para cada uno de ellos,
reproducidos aquí en los párrafos escritos en cursiva:
Los Pinos de Villa
Borghese: los niños juegan
en los pinares de la Villa Borghese, bailan el equivalente italiano de la
ronda. Van y vienen en enjambres. Juegan a los soldados, marchando y luchando.
Se agitan y chillan como golondrinas en la noche. De repente, la escena cambia.
Desde la fanfarria
inicial de las trompetas sustentada por la nota pedal de las violas hasta las
disonancias finales, destacan las características arriba aludidas de su obra de
madurez, con una mentalidad armónica de carácter más tímbrico que direccional.
Los Pinos cerca de
una Catacumba: vemos las sombras
de los pinos que se proyectan por encima de la entrada de una catacumba. Desde
las profundidades se eleva un cántico, que hace eco solemnemente, como un
himno, y luego es silenciado misteriosamente.
Los contrabajos y
canto de las maderas describen el descenso a la catacumba antes del majestuoso
canto de las trompas en el tutti: todo un símbolo de la gran luz espiritual que
para los primeros cristianos nació en el interior de las catacumbas. La luz
decrece paulatinamente para fundirse con el tercer movimiento, que se toca sin
solución de continuidad.
Los Pinos de
Gianicolo: hay una agitación
en el aire. La luna llena muestra el perfil de los pinos de la colina de
Gianicolo. Un ruiseñor canta.
Una breve cadenza
del piano y el canto del clarinete inician un sereno y amplio nocturno, solo
interrumpido al final por la audaz inclusión de la grabación del canto de un
ruiseñor [3] sostenida por el arpa,
¡adelantándose en casi un cuarto de siglo a la que habría de llamarse música
concreta!
Via Apia, Roma |
Los Pinos de la Vía
Apia: amanecer brumoso
en la Vía Apia. El campo trágico está vigilado por los pinos solitarios. El
ritmo de pasos interminables, de modo indistinto e incesante. El poeta tiene
una visión fantástica de las glorias pasadas. Las trompetas suenan
estrepitosamente y, en la grandeza de un sol que asoma nuevamente, el ejército
del Cónsul se lanza hacia la Vía Sagrada, ascendiendo triunfante por la Colina
Capitolina.
El movimiento se
inicia con un ostinato de la cuerda baja en un lento crescendo, como evocando el
lento paso de una comitiva que se acerca. El exotismo de su ritmo irregular y
sus cromatismos melódicos parece describir la exhibición de esclavos de los
territorios conquistados; sus sutiles cambios armónicos añaden coherencia y
poderío a la marcialidad de las fanfarrias finales, en una sensación de
cercanía casi opresiva.
El estreno absoluto
tuvo lugar en el Teatro Augusteo de Roma bajo la dirección de Bernardino
Molinari el 14 de diciembre de 1924. Como curiosidad, Pini di Roma tuvo dos
estrenos casi simultáneos en Estados Unidos: el 15.01.1926 fue dirigida en
Filadelfia por Respighi. Un día antes la había estrenado Arturo Toscanini en su
primer concierto con la Filarmónica de Nueva York. El gran director italiano la
incluyó asimismo en el último concierto que dirigió a esta orquesta en 1945.
[1]
Harvey
Sachs (estudioso de la música de la Italia fascista) dice que “Respighi no
trató de congraciarse con el régimen porque [en realidad] fue el compositor de
su generación a quien el régimen respaldó sin preguntarle”.
[2] La llamada Trilogía Romana está
formada por Le fontane di Roma (compuesta
en 1916), I pini di Roma (1924) y Feste romane (1928).
[3]
En
el programa de mano para el concierto del estreno figuraba incluso la matrícula
del disco que incluía la grabación utilizada del canto de un ruiseñor.
La interpretación de la OSG del día 15 de mayo de 2015 se puede ver y escuchar en You Tube, en esta dirección: https://www.youtube.com/watch?v=zBFSI-x2ETY&feature=em-subs_digest
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