23 julio, 2016

La astilla y el palo







Alexandra Fernández
Foto Rafael Magán
Dos exposiciones celebradas esta primavera en A Coruña han permitido confirmar esos viejos aforismos sobre tendencias familiares que hablan de galgos, palos, astillas y demás metáforas sobre el tema. Alexandra Fernández es arquitecta y tiene un máster en estudios teatrales y cinematográficos. Su currículum incluye una más que notable experiencia en estos ámbitos como directora artística y sus trabajos han merecido galardones como el Premio Mestre Mateo por su dirección artística de Doentes. Su actividad como artista plástica se ha desarrollado en los campos de la pintura, fotografía, collages o instalaciones y decorados para espectáculos y galas teatrales.

De Emilio Celeiro se podría decir que empezó su actividad apenas se echó a andar y fue capaz de sostener un lápiz en sus manos. Una vez ordenados y encauzados sus impulsos artísticos, no ha parado de crear arte en sus más diversas formas. Pintura, dibujo, grabado, cerámica o escultura nos revelan la tremenda fuerza interior de este creador que, pasados más de ochenta años, mantiene la curiosidad e inquietud de aquel niño que pintaba las paredes de la casa familiar antes de emigrar a Venezuela, dionde desarrolló una fructífera carrera, también con incursiones en la publicidad.


Emilio Fdez Celeiro.  Foto Rafael Magán 

En la galería de ARGA se celebraron el pasado mayo dos exposiciones consecutivas en las que la emoción visual de su contenido contenía, que no tapaba, la de un doble vínculo de estirpe. Primero Alexandra en solitario y luego padre e hija en obra conjunta, han pintado las paredes de la sala de la calle San Andrés 28 con unos cuadros llenos de vitalidad.

En construcción, collage de Alexandra Fernández

Los collages de Alexandra muestran un trabajo limpio y minucioso, con una espléndida limpieza de ejecución. Toda su obra está realizada de forma que cada cuadro recorre un camino desde las distintas perspectivas del espectador. Un enriquecimiento visual que realza el frescor visual de sus trazos en paralelas “reversibles” por su alineación o colores. Los materiales empleados –papel, cartulina, arena, textil o chapas de madera- ofrecen a la autora muy distintas posibilidades expresivas. La cuadrícula se estampa sobre ese mapamundi de un mundo en construcción como un reflejo de un (im)posible y nuevo orden mundial. Sus variadas texturas o detalles como la agraciada curvatura de la madera o el delicado contraste de ésta con el paralelismo de delgadas franjas de cartulina forman una personalísima visión de una realidad imaginada.


Apenas clausurada la muestra de Alexandra arrancó la exposición de su obra conjunta con Celeiro. Las formas de la cerámica de éste denota que proviene de la misma desbordante imaginación que sus conocidos peces-máquinas-de-guerra, que ha prodigado en dibujos y esculturas. Peces, sirenas, esfinges, círculos y espirales son hijos de esos peces y aquellas Ruedas de sus grabados y forman un conjunto de gran barroquismo visual al que Alexandra dota de fondos llenos de lógica geométrica. Formas “libertarias” y líneas geométricas forman así  un conjunto de una rara pero necesaria armonía: la que sólo podría desarrollarse entre dos personalidades diversas pero derivadas de la sangre y la convivencia. Recordando la vieja canción folclórica norteña hay que decir aquello de “Bendita sea la rama que al tronco sale”. 


19 julio, 2016

La nueva programación lírica de A Coruña






En el Ayuntamiento de A coruña se ha presentado la programación de Amigos de la Ópera para 2016.  Escribo estas líneas muy a contracorriente y sólo porque considero un deber informar a mis lectores. Una vez más, como sucedió ya otras veces antes de la organización conjunta con el Consorcio para la Promoción de la Música, no he sido convocado a la correspondiente rueda de prensa.

Esta vez, dicen, porque la convocatoria la hacía el Ayuntamiento; otras anteriores, simplemente porque había desaparecido de la base de datos del servicio de prensa contratado por la direccción artística del antiguo Festival. A estas alturas de mi vida -y ya es altura, vive Dios-, no creo en la casualidad sino en la causalidad; y esto, en las dos acepciones del DLE. Y sería demasiada casualidad que en los cuatro últimos años no haya sido convocado de primera intención y sin tener que decir que estoy vivo y sigo dedicado a esto. Excepto, curiosamente, cuando el servicio de prensa -como prácticamente toda la organización de la Temporada Lírica- ha sido responsabilidad de la Orquesta Sinfónica de Galicia.

Parece que a algunos no les gusta la información basada en datos debidamente contrastados, pues prefieren la propagación de su mensaje por los amigos y afines. O sea, por quienes, en algunos medios, hacen de amplificador y altavoz de sus campañas o incluso, en las representaciones programadas, forman parte de esa claque tan evidente como no reconocida. 

Lo primero a destacar es ¡por fin! la coordinación de su celebración con el año natural por el que se rigen los presupuestos de las administraciones. Algo que, como escribí en su momento [1], se revelaba imprescindible para salir del error  de programar alegremente sin tener la seguridad de la financiación (siempre mayoritaria, por supuesto) por parte de las instituciones locales, provinciales, autonómicas y estatales. Algo que, en definitiva, causó la suspensión de la Temporada Lírica organizada conjuntamente por Amigos de la Ópera y el Consorcio para la Promoción de la Música.

En cuanto a la programación propiamente dicha, la parte más destacable es la celebración de una ópera semi-representada (Falstaff, de Verdi), y otra en concierto (Il barbiere di Siviglia). El reparto de esta última tiene fuerte presencia de jóvenes cantantes locales, incluido su protagonista, Borja Quiza. La programación se inicia el día 28 de agosto, con un recital a cargo de Gregory Kunde, tenor, y Marianne Cornetti, mezzo, protagonistas del Falstaff verdiano, acompañados por José Ramón Martín al piano. La clausura de esta programación tendrá lugar el 9 de diciembre con una gala lírica en la que el barítono Leo Nucci interpretará, según lo publicado por Amigos de la Ópera, “arias, dúos y escenas de ópera”, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida por José Miguel Pérez Sierra.

Entre inauguración y clausura, las óperas arriba citadas; un recital de Celso Albelo conmemorando sus 10 años en A Coruña -cuando literalmente salvó un concierto para el que había sido anunciado casi como mero acompañante de Stefania Bonfadelli- y recibió por ello  el justo aplauso y reconocimiento [2]; el tercer Curso de Interpretación Vocal de Alberto Zedda, con su correspondiente concierto de clausura; el ciclo Nosos intérpretes; el ciclo As novas voces galegas; un nuevo ciclo llamado Lírica inclusiva, que celebrará dos conciertos para quienes no suelen poder disfrutar de la lírica, y las habituales actividades paralelas como conferencias, proyecciones, etc.






[1] Está claro que el modelo de financiación de la Temporada Lírica –a base de modificativos de crédito- no ha funcionado. Se hace imprescindible una mínima armonización en el tiempo de los presupuestos anuales de las instituciones políticas y los de una temporada que bien puede pasar a concebirse por años naturales”. (Publicado en El dedo y la Luna [ossia Lacasa y las causas] Líneas Adicionales, 10.02.2016)

[2] “...quien tuvo que llevar el peso del recital fue Celso Albelo. Una voz sólo con la potencia suficiente, pero con una buena proyección que la lleva al último rincón del Palacio de la Ópera; una colocación más que correcta; un timbre algo áspero al principio, pero que se fue redondeando a lo largo de la noche; un buen fiato; una afinación impecable y una vocalización muy clara, todo al servicio del canto. Sólo eso, pero también nada menos que todo eso. Por eso, arrancó la primera ovación fuerte y las más largas de la noche, como la que obtuvo tras 'Ah, mes amis': el truco no consiste en llegar bien, ni aun brillantemente, a sus repetidos do de pecho, sino en cantar y que el júbilo expresado nos lleve a ellos. Y es así como yo se los oí a Albelo. También es posible que sus cualidades brillaran más sobre la oscura actuación de Bonfadelli; pero ¿saben?, sin luz no se brilla en la noche, por poca luna que haya”. (Publicado en Las cosas del ‘jet lag’, Mundo Clásico, 07.09.2006)

30 junio, 2016

La versatitlidad de un alma sensible





En la sala de exposiciones de la Casa Charry, perteneciente al Concello de Oleiros se ha celebrado una exposición de pinturas de la coruñesa Lauri Goás. Se trata de una artista polifacética que empezó a estudiar piano a los cinco años, graduándose como profesora superior del instrumento en el Conservatorio Superior de su ciudad. Posteriormente ha estudiado composición con Antón García Abril y Wladímir Rossinskij y canto con Pablo Carballido y Diana Somkhieva entre otros maestros.

Lauri Goás

Goás, que ha celebrado numerosos recitales como solista, tiene una notable actividad pedagógica: profesora de música en distintos institutos de Galicia, desde 2005 es maestra acompañante y repertorista de danza clásica. En esta actividad ha acompañado a maestros como Sandra Assensi, Orlando Salgado o Víctor Ullate entre otros. Actualmente desarrolla su actividad en la Escuela de Danza de Oleiros y dirige el ciclo de recitales que se celebra en el Museo de Arte Contemporánea Gas Natural Fenosa, en A Coruña. 

Venus de otoño 

Women’s secret es su debut público como pintora. Como tal tiene el interés de contemplar el nacimiento de una nueva artista plástica; su kilómetro cero. Y, dado que los caminos son siempre trazados por el paso del caminante, tiene el interés esencial de poder contemplar el punto de partida de las trayectorias técnicas, estilísticas o expresivas por las que se moverá la autora: algo en lo que solo dirán la última palabra sus anhelos y esfuerzos. Es decir, el tiempo y la continuidad en el trabajo de cada día.


Burbujas

Los numerosos cuadros expuestos están realizados con las más diversas técnicas, desde dibujos apenas iluminados con acuarela a óleos o acrílicos sobre lienzo. Desde una liviandad textural casi evanescente a obras donde la materia se desarrolla tridimensionalmente; como en una vocación escultórica que quizás precise en su momento del espacio para un cabal desarrollo. 

De donde venimos, las cuatro lunas

Y en todos ellos, la expresión de una sensibilidad a flor de piel. La feminidad -protagonista temática única y absoluta- como una emanación natural de la propia pintora; de su visión del mundo. Esta se manifiesta por diversos caminos estilísticos. Sorprende la oscuridad impresionista de La mer, encuentro con Debussy, tal vez una pura emanación de sentimientos de dolor o confusión.

La mer, encuentro con Debussy

Pero predomina una expresividad que en forma y color podríamos calificar de naíf en la mejor de las acepciones, porque si algo caracteriza esta exposición es precisamente su capacidad de “expresar la realidad con poesía y simplicidad”. 

Geisha make up

Esta encrucijada expresiva, natural en el inicio de cualquier artista plástico, se asoma con decisión en alguno de los cuadros especialmente en Novia blanca, On fire o De donde venimos, las cuatro lunas- a una abstracción notablemente realizada. 

Novia blanca

Goás acaba de dar sus primeros pasos públicos en las artes plásticas. Como arriba queda dicho, solo el tiempo y el esfuerzo permitirán una verdadera consolidación en este campo. Conociendo su permanente esfuerzo en la música, cabe esperar duda de que una semejante aplicación pueden augurar un futuro prometedor también en él; que su debut no sea solo el producto de una fugaz llamarada sino una combustión tan lenta y firme como la de una lareira, como la de la leña de un hogar.

On fire



21 junio, 2016

Los porqués de un entusiasmo





L@s muchach@s de Zuckerberg han puesto hoy en mi muro de Facebook un recuerdo de hace tres años que, contrariamente a mi costumbre, he compartido en esa red social [1]. Ello me ha dado ¡por fin! el empujón  para escribir unas líneas que se han ido demorando desde el jueves pasado, en espera de ir asentando como recuerdos –o incluso datos- las emociones sentidas en el concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia dirigida ese día por Christoph Eschenbach (1940, Breslau, Alemania [hoy Wrocław, Polonia]).

Y, ya que en esto estamos, por aquí empiezo. Todos los aficionados con los que he hablado de ese concierto salieron de él entusiasmados. La práctica totalidad de los músicos de la OSG con los que charlé en el “postconcierto” estaban de acuerdo en que fue uno de los mejores –si no el mejor- en su experiencia como profesores de la Sinfónica.

Christoph Eschenbach | XURXO LOBATO 

Las entusiastas manifestaciones de bastantes de ellos en las redes sociales lo corroboran. Valgan como muestra estas:

-“Concierto cierre de mi 23 temporada con la OSG. Tocando platos en Mahler 5, Eschenbach director, y al lado de una de una de mis mejores alumnas Sabela Caridad Garcia. Un placer ser músico”.
-“Sin duda el concierto más especial en mis 9 años con la OSG gracias al gran director y mago Christoph Eschenbach. Hoy no se me olvidará jamás y hace que el resto del año y carrera merezca la pena
-“Brutal Malher 5.!!. ..inmenso Christoph Eschenbach!! the power of OSG!!..estos conciertos le dan sentido..al esfuerzo..y a ser músico.. ”.
Son palabras como estas y tantas otras escuchadas desde entonces las que me llevan a librarme de los miedos que me han frenado a la hora de escribir sobre ese magnífico concierto.

El entusiamo de músicos y público dice mucho de cómo un artista como Eschenbach puede llegar a tocar la fibra emocional de unos y otros. Pero nada de esto es posible sin una gran técnica como director y el trabajo en los ensayos. Los de esta semana fueron más concentrados y, por lo que se ha podido ver, se produjeron en un estupendo ambiente de trabajo.

Descanso en un ensayo durante la semana con Eschenbach | Foto OSG 

En una lúcida entrevista de Pablo Sánchez Quinteiro, decía Eschenbach la semana pasada: “Es necesario saber lo que cada frase dice y adónde quiere llegar. Y lo mismo con la frase siguiente y así de forma sucesiva [2]. Es ahí donde entra en juego la libertad. Pero al mismo tiempo es necesario ser exactos. Y de hecho ya has visto en el ensayo como busco esa precisión. Sólo cuando los músicos han interiorizado en sus cerebros esa precisión, entra en juego la libertad”. Y esta es, precisamente, la razón de toda la dialéctica discursiva en esta soberbia versión de la Quinta de Mahler que a tantos nos ha hecho tocar el cielo de la emoción, aupados en la base múltiple y extensa de su interpretación, que resumo en estos tres párrafos:

La prístina claridad en la exposición de motivos, temas y frases, que han permitido “ver” y escuchar todo el contrapunto mahleriano en su verdadera condición, como una especie de vegetación fractal. Porque su complejidad es temática, “no por el espesor, sino por la multiplicidad de líneas. No hay elementos de relleno... sino células derivadas de figuras principales”, como muy bien definió en su momento el recientemente desaparecido Pierre Boulez [3].

La precisa disposición de planos sonoros con la que ha puesto de relieve cada detalle de la partitura permitiendo al tiempo seguir toda su grandeza estructural. Ello ha hecho gozar a los oyentes de una Quinta enriquecida, casi se podría decir renovada, pero fiel a su letra y espíritu. Lo que no es de extrañar después de que, en la entrevista arriba mencionada, el director diga a este respecto: “Tengo una concepción de la obra muy clara, pero cada vez que la abordo descubro cosas nuevas en ella. Es lo que hace nuestro trabajo sea tan apasionante”. Y nuestra adicción a la música tan gratificante, añadiría satisfecho quien firma.

Secciones de contrabajos y trompas | XURXO LOBATO 

El canto de cada instrumento y sección de la orquesta, el color –magníficamente destacado por los ataques requeridos por el maestro alemán y la disposición de planos sonoros-; la increíble precisión y elasticidad rítmica tanto causa como efecto de un generoso concepto de la respiración orquestal; el dramatismo o la gracia en pleno vuelo expresivo en los distintos movimientos de la obra y, en definitiva, verdadera magia en el sonido y fuego en la expresión.

No puedo dejar de citar aquí las intervenciones de una sección de cuerdas  que fue como una caja llena de luces -el brillo aterciopelado de los chelos o la plata y seda de los violines- y de aromas –el de cedro de esas violas o esa falsa aspereza de cuero que por momentos parecieron desprender los contrabajos-. Maderas y metales tuvieron uno de sus días grandes, de esos que marcan épocas.

Y los solistas. Absolutamente todos cuantos intervinieron. Aunque en esta ocasión sea obligado mentar a un veterano, John Aigi Hurn, -que lideró la orquesta con su trompeta en todo el profundo dramatismo inicial- y una estrella casi fugaz: José Sogorb, en su último concierto de abono con la Sinfónica, fue –por técnica, sonido y emoción transmitida- el alfa de esa brillantísima constelación que es la sección de trompas de la gran orquesta gallega.

José Sogorb | Foto OSG 

El fraseo y color de esta sección es de tal homogeneidad y su respiración está interiorizada con tal precisión que muy pocas secciones homólogas podrán trasladar tan idóneamente a sonido la perfecta escritura para solista de Mahler en esta sinfonía. Bravo a todos y los mejores augurios de abonados y compañeros de la OSG para Sogorb en su próxima etapa en la Orquesta del Real Concertgebow. Que tanta suerte tenga en Amsterdam como grandes momentos deja en A Coruña.

Tales premisas técnicas y expresivas y la enorme calidad de cada músico y cada sección de la Orquesta Sinfónica de Galicia que arriba quedan dichas fueron el combustible. Esa curiosa situación de libertad dirigida que siempre supone la batuta de un gran maestro fue la chispa.

La emoción se propagó así por el Palacio de la Ópera de A Coruña como un reguero de pólvora; o como una corriente eléctrica que hizo erguirse muchas espaldas en actitud de máxima atención; que hizo sentir piedras en el pecho de muchos y fuego en la garganta de otros tantos; y que estuvo a punto de impedirme tomar notas al amenazar con hacerse agua en muchos ojos, también en los míos durante el Adagietto. Y brotó una exultante ola de alegre entusiamo al finalizar su hora y cuarto en ese particular Universo que supone y es cada sinfonía de Mahler.

Una contradicción solo aparente con el dramatismo de sus movimientos iniciales; algo perfectamente lógico si, en este año cervantino,  tenemos en cuenta cuál era su reacción ante la lectura de Don Quijote.

“Le era imposible no compartir el placer que le producía Don Quijote... Se reía como loco con las desventuras del amo y el criado, pero lo que le conmovía más eran el idealismo y la pureza del hidalgo. Por mucho que se divirtiera, le era imposible, decía, dejar el libro sin haber sentido una profunda emoción” [4].

Tal reacción de Mahler a la lectura del Quijote no deja de ser como un reflejo de su concepto de la música: un arte que debe manifestar la montaña rusa de emociones que, en sus múltiples facetas, es la vida del ser humano: dolores, alegrías, anhelos, logros, frustraciones...

Y paciencia: El maestro bohemio supo muy bien que la época que le tocó vivir no era su momento. Por eso decía “mi tiempo llegará”. Su tiempo, afortunadamente para los que vivimos este, ha llegado. Y, de la mano de directores como Christoph Eschenbach, lo ha hecho para quedarse.





[1] Pero, eso sí, fiel a mi “habilidad” para meter la pata, lo he borrado inmediatamente y he tenido que recuperarlo por vericuetos informáticos que, por puro despiste, no estoy en condiciones de reconocer al 100 %. La vertad es que esto de releer algo que uno publicó hace años es un curioso ejercicio entre la vanidad a la humildad; o sea, más o menos, entre el regodeo por el “yo ya lo decía” y el descubrimiento-reconocimiento de errores: desde los puramente mecanográficos al fallo en la atribución de méritos a algun(a) solista dando por supuesto lo que la mal(ísim)a visibilidad me impidió comprobar. 

[2] Llama la atención cómo estas palabras de Eschenbach son prácticamente la traslación a la frase musical que escuché hace años al gran guitarrista y maestro José Luis Rodrigo, sobre cómo utilizar el rubbato en las notas, cuando decía que tenía que hacerse “en relación con la nota anterior y la siguiente”.

[3] Prólogo de P. Boulez a “Gustav Mahler”, de Bruno Walter. Alianza Editorial, Madrid, 1983

[4]  Bruno Walter, op. cit. Alianza Editorial, Madrid, 1983

05 junio, 2016

Frente ocluido: tormenta y cielo limpio




Como si pasara un tren es una obra llena de esas verdades del día a día, tan comunes como difíciles de plasmar en escena. Y muy bien construida; desde una introducción entre ligera y costumbrista, va extendiendo poco a poco su trama doméstica pero poliédrica -profundizando, en realidad- hasta llegar a un desenlace realmente inesperado. Su construcción es compleja, "multicapa", pero es un texto completamente accesible a todo tipo de público y permite a este muchas lecturas: en función de sus hábitos y perspectivas teatrales, pero sobre todo de lo que su experiencia vital le va dictando. La función es como un edificio de muchos pisos y conviene pasar por todos ellos, bajando por las escaleras y deteniendo el pensamiento en cada uno para llegar a entender de verdad el fondo que la cimienta, el origen de la situación inicial.

Lorena Romanín
La obra es una comedia dramática escrita por la joven autora argentina Lorena Romanín (Buenos Aires, 1974). Toda ella está muy bien escrita y estriucturada y en los primeros minutos queda delineada la situación familiar establecida que le sirve de partida. El personaje central es en realidad doble: una familia monoparental compuesta por Susana y su hijo, Juan Ignacio, un muchacho retrasado intelectualmente pero tan sensible y lleno de curiosidad vital como cualquier otro de su edad. En la primera escena, Juan Ignacio lleva a cabo un juego en el que un tren decapita a un niño en un accidente. 

Susana es una madre "clueca" que ¡no puede! dejar alejarse a su pollito; su sobreprotección es por falta de perspectiva de las posibilidades reales del hijo. Es una pobre mujer -aparentemente escasa de recursos intelectuales propios y de formación específica para resolver la situación de su hijo- que se encastilla en su rutina diaria como en la fortaleza inexpugnable que defenderá a su familia.

Susana mantiene unas conversaciones telefónicas con su hermana, con todos los altibajos propios de una relación a distancia. Llena de desconocimientos actuales entre ellas y con reacciones un tanto viscerales por la tensión de cada una en la convivencia y cuidado diario de sus respectivos hijos. Estas charlas son como un “frente ocluido”, ese que se produce en la atmósfera cuando se juntan un frente frío y otro cálido, con cargas eléctricas opuestas: en este caso, la psicóloga (la "lista" urbana) y la madre (una mujer algo "semplice"; rural o al menos, "provinciana").

María Morales, "Susana"
En estas condiciones, claro, estalla la tormenta. Y de esos rayos telefónicos llega, con el natural retardo, el trueno: Valeria, hija de la hermana de Susana, a quien su madre ha encontrado un porro en el bolso. A su juicio, una estancia en un entorno menos urbano será la solución que impida que entre en el oscuro túnel de la adicción. Valeria, entrando en tromba en la casa, acaba por ser lo mejor de la tormenta, ese olor a tierra mojada que serena el ánimo llenándolo de  entrañables recuerdos. Pero también la lluvia que descarga tensiones serenando y que riega gota a gota para fertilizarlo un terreno resecado por la aridez del miedo y la peor de las soledades, la compartida: en este caso, la de Susana y Juan Ignacio. 

Juan Ignacio, con casi veinte años, tiene claros sus deseos. Cuando los expresa, choca con su madre y esto, literalmente, lo saca de sus casillas: esas en las que su madre lo mantiene apartado “por su seguridad”. Sus reacciones son ventoleras, también en el sentido de meteoro: ráfagas de viento recio y poco duradero. Son un aire fresco porque no dejan de expresar la frustración de unos deseos normales en cualquier chico. Pero son mal interpretados por Susana, que los ve como un constante peligro que se cierne sobre Juan Ignacio, sobre ella y sobre la "vida-castillo" que paso a paso, día a día, ha construido para ambos. Una vida en constante peligro de derrumbamiento, desde su punto de vista.

La llegada de Valeria inicia una simbiosis: una relación de la que todos se beneficiarán, pero que no deja de ser tan dolorosa como todo cambio profundo en la vida de las personas. Su irrupción en la casa abre ventanas por las que va a circular un nuevo aire, fresco y lleno de vida, para sus parientes. Pequeños logros de autonomía para Juan Ignacio, que se convierten an avances con la superación, por pura praxis, de algunos de los miedos de Susana. Pero también Valeria aprende: que la vida se extiende más allá de su instituto, de su panda de amigos, de su ciudad; de sus hábitos diarios. Y su experiencia le permite madurar y crecer como persona. 

En cuanto a la actuación, es realmente sencilla de contar. La Susana de María Morales es una mujer de carne y hueso, nada menos. Transmite espléndidamente el carácter y las reacciones-emociones del personaje; todos sus miedos, debilidades y, finalmente toda su fuerza. Una actuación realmente soberbia. Una mayor proyección de voz en sottovoce [1] redondearía una actuación prácticamente perfecta.

Marta Castellote, "Valeria"
Marta Castellote es Valeria, sin más. Hace vivir en escena todo el carácter de la muchacha urbana; su reacción negativa al “castigo-remedio” impuesto por su madre; su fondo más o menos “responsable” de preocupación por el curso que puede perder; su necesidad imperiosa de comunicarse con sus amigos através de Internet. Pero vive también la evolución de su personaje, su progresiva empatía con el primo; el valor de enfrentarse a su tía para defender que el chico tiene que progresar y crecer como ser humano. Y su aceptación del inesperado final, un escalón más, el más difícil para los tres, en el ascenso a una vida más libre para todos. Un plus en la interpretación de Castellote: ella acaba de subirse a este tren casi en marcha y el viernes 3 en A Coruña era la quinta vez que interpretaba el personaje.

Dejo para el final la actuación, espléndida en todos los sentidos, de Carlos Guerrero como Juan Ignacio. Este es un rol absolutamente lleno de peligros para un actor; desde la composición física del personaje -en la que habría sido bien fácil caer en la exageración- hasta la del carácter, que ofrece todas las tentaciones histriónicas de dulzura empalagosa o comicidad extemporánea.

Carlos Guerrero, "Juan Ignacio" 
Guerrero mide al milímetro cada aspecto de su actuación y matiza esta con una finezza de actor bien curtido que hace bien difícil pensar que, en realidad, se trata de su primer trabajo profesional. Físicamente su movimiento en escena muestra las dificultades propias de una persona con problemas de transmisión neuromuscular y el gesto espástico de sus manos es sencillamente insuperable. En cuanto al carácter, transmite cada reacción emocional de Juan Ignacio y se aparta de los extremos. Vive con gran precisión los momentos de indignación y ternura del hijo sobreprotegido y sus ilusiones y esperanzas; la expresión facial es casi inmejorable y su voz transmite cada momento y matiz emocional.

En este triángulo hay un cuarto personaje decisivo, que no aparece físicamente en escena y queda latente en un segundo plano, muy bien escondido detrás de la relación entre los tres personajes en escena y las expectativas argumentales que se van creando Y sólo al final estalla con toda la fuerza de lo inesperado.

Adriana Roffi 
Todo esto es posible, también por la magnífica dirección de actores de Adriana Roffi. En un mundo que vive una crisis de valores muy superior a la que algunos aún llaman “crisis” económica, la resolución de la trama invita a pensar cuánta razón tiene la directora cuando dice “Creo que las crisis son una oportunidad para avanzar, para superarnos”. Quizás siguiendo el ejemplo de la familia de Como si pasara un tren: enfrentándose cada cual a sus miedos y tratando de superar el origen de estos, apoyándose con ilusión en sus deseos y apoyando a los demás en los suyos.

Una curiosidad final,  ¿El arroz del que se habla en el texto y se convierte en patatas que Susana pela en escena y que luego casi devora Valeria es un homenaje a la gastronomía gallega y la excelencia inimitable de sus patacas?




[1] Sus palabras más interiores, esas que se dicen como hablando consigo mismo, no terminaban de llegar bien a todo el espacio del Fórum Metropolitano de A Coruña, una sala con un aforo de 160 personas. Hay que tener en cuenta que la función nació como teatro de proximidad en su más estricto sentido, en una habitación. Estoy seguro de que una actriz con la experiencia y profesionalidad de María Morales puede corregir esto sin dificultad.

23 mayo, 2016

Pasaporte a Berlín






Juanjo Mena ha presentado –el jueves 19 en el Auditorio de Ferrol y el viernes 20 en el Palacio de la Ópera de A Coruña- el programa que dirigirá esta semana a la Filarmónica de Berlín. Dicho así, la noticia parece no tener excesiva trascendencia, pero Mena es uno de los pocos directores españoles que ocupan el podio de la Philharmonie y el de la próxima semana es, seguramente, uno de los mayores compromisos de su carrera. Que haya elegido a la Orquesta Sinfónica de Galicia para testarlo en público es una prueba del prestigio que la OSG se ha ganado en sus veinticuatro años recién cumplidos.

Juanjo Mena
En programa, la Iberia de Claude Debussy (1862– 918), el Concierto para arpa, op. 25 de Alberto Ginastera (1916–1983) y la música del ballet El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla (1876–1946). Un repertorio que en Berlín sonará muy probablemente como “exótico”, poniendo a prueba la receptividad de los filarmónicos berlineses a composiciones escritas fuera del canon de la “gran música alemana” cultivado y propagado por Eduard Hanslick [1] (1825-1904) y sus seguidores.

Al final del concierto muchos aficionados y músicos de la orquesta estaban de acuerdo en que Mena había hecho una de las mejores interpretaciones de Falla que se hayan escuchado nunca a la OSG. Algunos de los músicos lo explicaban bien claro diciendo “hasta ahora, nadie nos había explicado esta música tan claramente”. Que una gran profesional nacida muy lejos de España –pero muy arraigada de largo aquí- dijera emocionada “Hoy me he sentido más española que nunca” habla bien a las claras tanto del acierto de la dirección de Mena como del posible yerro de las ideas de Hanslick.

Música para sentir y asombrar
El sombrero de tres picos asombra y hace sentir -desde la introducción con, su fanfarria y sus palmas y gritos de ¡ole!- hasta la jota final. Así, tocar la música del ballet completo en vez de las dos suites sinfónicas – como fue costumbre hasta bastante después de su grabación de Ernst Ansermet con la Orchestre de la Suisse Romande y Teresa Berganza (1961) es una gran elección para presentar la obra en Berlín con todo el esplendor sonoro con el que se estrenó en Alhambra Theater de Londres (22.07.1919).

Decorado de Picasso para el estreno de
El sombrero de tres picos (1919)

La versión de Mena con la Sinfónica estuvo llena de gracia y de verdad falliana. El ambiente velado en la primera sección de La tarde (muchas veces anunciado como La siesta) trasladó la sensación de pueblo sumido en un cierto sopor, antes del recibimiento al cortejo del Corregidor y de la ridícula solemnidad de sus modales, perfectamente plasmada esta por el fagot de Steve Harriswangler. La Danza de la molinera, estuvo llena de la imparable fuerza y sensualidad del fandango, con preciosos solos en eco del oboe de Casey Hill y el corno inglés de Scott MacLeod. Las uvas tuvo su culmen en las correrías del Corregidor en pos de Frasquita (casi se podía ver a aquel corriendo en círculo alrededor de la molinera) y su brillante final.

La segunda parte del ballet fue un suma y sigue acumulativo de aciertos técnicos y expresivos. La flexibilidad de ritmo de Mena parecería sacada de un tratado sobre el compás flamenco y sus peculiaridades de tiempo y acentuación; algo que solo se puede interpretar como forma sintiéndolo muy dentro. Y es que, al final, la música es un juego de sentimientos y emociones engarzados en la montura de las formas (lo siento, Herr Hanslick pero, como decimos por aquí, eche o que hai).

Figurín de Picasso para
El sombrero de tres picos (1919)
Mena dio a la farruca –Danza del molinero- y su continuación todo el contraste expresivo, con garbo y fuerza (enormes los contratiempos de la mano izquierda de Ludmila Orlova al piano, el canto de José Sogorb a la trompa y, otra vez, el corno inglés de MacLeod). Y, como en la introducción, ambiente; con Raquel Lojendio volviendo a lucir carácter en esta sección; su canto del cuco tuvo una preciosa continuación en las maderas.

La Danza del Corregidor estuvo muy bien trabajada rítmica y tímbricamente y, en la Danza final -tal vez una de las obras maestras de la orquestación del s. XX-, Mena mostró el mejor Falla, en toda su plenitud expresiva, marcando cada línea melódica y haciendo apreciar al auditorio toda la enorme paleta de color orquestal del gaditano. Las palmas echaron humo. 

Si entre el público de la Philharmonie de Berlín aún quedan seguidores de Hanslick, no les vendría mal un  pequeño cambio de chip. Para que no les salten los fusibles, mayormente; el que avisa no es traidor.

Los mejores entrantes
Si el concierto gallego-berlinés fuera un menú, hay que reconocer que los entrantes estuvieron a la altura del plato principal. La obra de Debussy, un regalo de exotismo para sus contemporáneos, era una traducción de sus impresiones sobre España. Una música de ambientes, desde el nocturno de su movimiento central, Les parfums de la nuit, a las charangas, procesiones y fiestas populares de sus movimientos extremos. Y todo ello fue perfectamente servido por Mena y la Orquesta Sinfónica de Galicia, con perfecta fidelidad a letra y espíritu de la obra.

Marie-Pierre Langlamet

La solista de arpa de la Filarmónica de Berlín, Marie-Pierre Langlamet, vino a Galicia con una sencillez y espíritu de entrega realmente digno de alabanza. Tocó como segunda arpa en las obras de Debussy y Falla; las rebanadas de un sabroso y contundente sándwich cuyo centro fue el Concierto para arpa, op. 25 de Alberto Ginastera. Langlamet mostró el poderío técnico que cabe esperar en una solista de su categoría. Pero lo más importante fue su gran musicalidad en una obra de enorme dificultad técnica por sus ataques y la gran variedad tímbrica requerida.

Los grandes contrastes rítmicos y ambientales del Allegro giusto inicial fueron expresados magistralmente por Langlamet y su instrumento sonó como luz que naciera de la oscuridad inicial del Molto moderato central y su precioso entrelazar de las cuerdas. Delicadeza y diálogos llenos de lirismo con la orquesta fueron anticipo de la cadenza inicial del último movimiento, Liberamente capriccioso.

El inicio de este con las notas de las cuerdas de una guitarra pulsadas al aire y el contraste expresivo ponen los pelos de punta por la emoción de su precioso sonido (¿era necesaria realmente la amplificación?). Una especie de recoleto diálogo entre al guitarra y las arpas andina y llanera que se ve bruscamente interrumpido por la explosiva entrada de la orquesta. La continuación nos transporta de nuevo al viril ritmo de malambo que ya escuchamos en el Allegro inicial, todo ello interpretado con gran vigor expresivo por Langlamet y con un magistral acompañamiento orquestal de mena y la Sinfónica. El bis regalado, un preludio de Prokófiev, fue un prodigio de técnica y musicalidad. Y, una vez más, una bellísima demostración de la plasticidad úbica que tiene el movimiento de manos en el arpa. Las de Langlamet me recordaron el vuelo de dos aves en plena danza nupcial.

Como arriba queda dicho, ya pueden despojarse de prejuicios formalistas los filarmónicos berlineses. Ábranse y gocen, que llegan Mena y Langlamet con sus maletas bien cargadas de excelente música francohispanoamericana. Tengan en cuenta que los mestizajes vigorizan y enriquecen. ¡Salud! O sea,  Prost...!




[1] Eduard Hanslick colaboró como crítico musical desde 1846 con el Wiener Musikzeitung. Tras su ensayo en este periódico sobre el Tanhäuser de Wagner, también escribió en varios periódicos como  el Wiener Zeitung (hasta 1855), Presse (1855-64) y el Neue Freie Presse, donde siguió hasta finales del s. XIX. Rígidamente formalista, defendía la belleza como algo dependiente solo de las formas y totalmente ajeno a los sentimientos. En Lo bello en la música (1854) decía al respecto: “La pura forma, contrapuesta al sentimiento como supuesto contenido, es precisamente el contenido de la música, es la música misma”. Su idea de la belleza en la música deriva de lo que Inmanuel Kant (1724-1824) expresaba en su Critica del juicio (1790):  “Los objetos pueden ser considerados bellos cuando satisfacen un deseo desinteresado que no implica intereses o necesidades personales; de esta forma los juicios de belleza no son expresiones de las simples preferencias personales sino que son universales. El arte debería dar la misma satisfacción desinteresada que la belleza natural”.