A Coruña, 30.09.2022,
Palacio de la Ópera. Orquesta Sinfónica de Galicia. Directora, Alondra de la
Parra. Programa: Arturo Márquez, Sinfonía Imposible (estreno en Europa);
Johannes Brahms, Sinfonía nº 2 en fa mayor, op. 90. Programa dedicado a
la memoria de Antón de Santiago.
Recuerdo I, a nuestro querido Antón
La Orquesta Sinfónica
de Galicia dedicó el primer concierto de la temporada 2022-2023 a Antón de Santiago (A Coruña, 1944-2022). El homenaje fue el
recuerdo, como pie de una foto, en el programa virtual que sustituye, también
esta temporada, al tradicional programa de mano impreso.
Antón de Santiago fue
barítono, compositor, profesor de canto, crítico musical, musicógrafo y autor
teatral como continuador y renovador de los apropósitos carnavaleros que iniciara
su abuelo, “Nito”. Su reconocimiento en 2018 por el Instituto de Estudios
Coruñeses fue seguramente el mejor reconocimiento de su gran trayectoria en pro
de la cultura y especialmente de la lírica en su ciudad.
Portada del libro de Cantigas Galegas de Antón de Santiago |
Debutaba al frente de la Sinfónica Alondra de la Parra. Una de las figuras de la dirección orquestal a nivel mundial y todo un fenómeno mediático a nivel global, según la OSG en su comunicado mensual por correo electrónico. Efectivamente, la directora mexicana posee una gran capacidad de comunicación de todo tipo, como demostró el martes 27 en reunión con Amigos de la OSG, abonados de la orquesta y socios de la Sociedad Filarmónica de A Coruña, y en este concierto inaugural de la temporada 2022-2023 de la Sinfónica.
Alondra de la Parra durante el concierto | A. Peiteavel |
Estreno
Abrió programa la Sinfonía
imposible, de Arturo Márquez, comandada por De la Parra para el Festival
Paax GNP de Quintana Roo, fundado y dirigido por la directora mexicana. La
obra, que De la Parra estrenó el pasado mes julio en dicho festival, está estructurada
en ocho movimientos inspirados en siete de los problemas que acucian a la
población mundial en estas primeras décadas del s. XXI.
La Sinfonía imposible
no es una sinfonía en sentido estricto, como anunciaba De la Parra en el
coloquio arriba citado. Pero, pese a su estructura y nombre de los movimientos
que la componen, tampoco responde al concepto y espíritu de un poema sinfónico
en el que se escuchen imágenes sonoras descriptivas de cada epígrafe. Tras una primera
y única escucha, pienso que Márquez escribe una música basada en sus
reflexiones y sentimientos personales ante cada uno de ellos.
Algo que queda bastante bien reflejado desde el primero, Monte de inflexión -que trata del cambio climático-, con el continuo palpitar de las cuerdas, el toque de la caja y las intervenciones de los metales. Y todo ello con un accellerando casi continuo que refleja la apremiante urgencia de su solución; urgencia que se plasma de forma aún más elocuente en el carácter del último movimiento, Valle de inflexión, también basado en el cambio climático.
Semejantes reflexiones
cabe hacer ante el carácter y retórica de cada uno de los seis restantes
movimientos, cuyos títulos se puede leer en la
información previa a este concierto. En el aspecto puramente musical, hay
que señalar la maestría de Márquez como orquestador y la enorme dificultad de
ejecución de la obra. Una dificultad que repercute en cada sección de la
orquesta y que se ve y escucha claramente en el trabajo de los dúos solistas.
Durante el descanso y al finalizar el concierto pude comprobar el convencimiento de asistentes al concierto y músicos de
la orquesta de que no abundan las orquestas con solistas de todas las secciones que tengan la calidad
necesaria para solventar el mecanismo de sus partes y, sobre todo, de
hacer música a través de ellas.
Siendo injusto
destacar a unos sobre otros, dada la óptima calidad de sus interpretaciones, me
limitaré a la relación de nombres e instrumentos por orden de intervención: Nicolás
Gómez Naval, trompa; Ruslana Prokopennko y Gabriel Tanasescu, chelos; Claudia
Walker Moore y Todd Williamson, flauta y
contrabajo; Juan Ferrer y Manuel Fernández, clarinete y trompeta; Massimo
Spadano y Ludwig Dürichen ,violines, y finalmente, Jon Etterbeek y Óscar
Vázquez Valiño, trombón y trombón bajo. La
interpretación de todas y cada una de las secciones de la Sinfónica y su
entrega entusiasta a la obra hicieron que el público estallara en aplausos y
ovaciones a su terminación.
No sé, claro, si esta Sinfonía
imposible pasará al repertorio sinfónico habitual; es posible. Pero no
tengo duda de que si se difunde suficientemente será una obra que contará con
el favor del público por su espectacularidad y su facilidad de escucha; característica
esta que, pasados los tiempos de los profetas y puristas de la mal llamada “música
contemporánea”(serialismo’ y otros “ismos” posteriores a la SGM), solo podemos
calificar como positiva. Quizás encontrar orquestas y solistas con el
virtuosismo necesario puede ser un obstáculo para su difusión.
De la Parra | A. Peiteavel |
Recuerdo II, un tal Johannes
La segunda parte nos
permitió comprobar cómo De la Parra materializaba en sonido su idea -expuesta
en su encuentro con el público del martes 27- de “ver lo que hay más abajo”de
la línea melódica en la música de Brahms. Esto quedó de manifiesto en ritmo y
armonía, en ese acento armónico que se sitúa fuera de la primera parte de cada
compás (brillante en este aspecto su lectura del Allegro final). También
en su distinción de planos sonoros; a veces hasta un punto en el que planos secundarios
sobresalían sobre la melodía.
De la Parra muestra su carácter extrovertido con
una dirección muy enérgica y de amplia y clara gestualidad, tal vez algo excesiva
en algunos momentos. También demuestra una notable precisión, como en los increíbles
pizziccati de los chelos en el Allegro con brio inicial, con la
sensación acústica de un timbal en su registro más agudo.
El tercer movimiento, Poco
allegretto, fue de una lógica brahmsiana aplastante, con su canto de chelos
y violas creciendo en expresividad hasta llegar al solo de trompa que es la
parte más conocida de la obra. David Bushnell -a quien, por cierto, la
directora no hizo levantarse al destacar a los solistas en el aplauso final- lo
bordó, con una tersura, un timbre y un fraseo para enmarcar. Como la
respiración de la orquesta en el acorde final del movimiento.
Dejo para el final el
segundo, Andante, por ser el más contradictorio en la interpretación de Alondra
de la Parra. La maestra, con una cuerdas de la Sinfónica en auténtico estado de
gracia, le confirió una serenidad y una alegría “de dentro afuera”realmente notables.
Lástima que estas se vinieran algo abajo, no tanto por la lentitud adoptada
como por una cierta falta de tensión expresiva; esa especie de invisible línea
de fuerza, ese largo aliento que requieren los tiempos lentos para atizar y mantener
vivo el fuego de la música. Algo que, como me decía una profesora de la
orquesta tras el concierto, hizo magistralmente el desaparecido Lorin Maazel en
su soberbia Primera de Mahler con la Sinfónica.
En su conjunto fue una
notable versión de Brahms y un estreno de los que reconcilian al público con la
música de nuestros días. Continuará... Seguro.
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