A Coruña, Teatro Rosalía Castro. 1888, A señorita Xulia (función en gallego). Versión de Xoán C. Mejuto sobre el original de August Strindberg. Reparto: Julia, Iria Ares; Juan, Xoán C. Mejuto. Dirección, Xoán C. Mejuto e Iria Ares. Diseño iluminación, Antón Arias. Diseño Sonoro, Alberto Beade. Caracterización, Marta Collazo. Producción, estudo momento. Coproducción, Concello de Arteixo
August Strindberg era hijo de Karl Oscar Strindberg, comerciante, y su ama de llaves, Erika Eleanor Norling. Esta diferencia de origen social , una mujer profundamente religiosa. La severidad paterna, la estricta religiosidad de su madre y la desigualdad de origen social entre ambos marcó de por vida el carácter de August. Toda su vida tuvo una relación de amor-odio con las mujeres que se tradujo en los personajes femeninos de sus obras.
Las mujeres eran reducidas en sus textos a una
especie de categoría de seres inferiores, pasando por fases de entendimiento,
desentendimiento, temor, amor y odio. Ellas son en su obra una especie de
espejo psicológico de su propio ser, y en ellas hay mucho de esas
demostraciones de superioridad de quienes se sienten inferiores.
Su infancia presionada por el carácter de sus
padres, una juventud y madurez complicadas fueron muy probablemente la causa del
fracaso de sus tres matrimonios. Su relación con el sexo “contrario” (literalmente)
es de una enemistad enconada y un despiadado y extraño antifeminismo: racionalmente,
admira el movimiento feminista y de emancipación social del conjunto de las
mujeres; individualmente, le aterra el empoderamiento de cada una de las que con
él se relacionan.
Su relación con el poder social y político,
siempre tormentosa, llega al límite con la publicación y estreno de Casados
(Doce historias de matrimonios), por su crítica a la tradicional estructura
[patriarcal] de la familia. Tras los problemas judiciales derivados del
carácter claramente misógino de La última cena -de los que culpó al
movimiento feminista- y su autoexilio a Suiza (1883), publica la segunda pare
de Casados, (Dieciocho historias de matrimonios con prólogo) en
la que se echa ya descaradamente al monte del antifeminismo más radical.
La señorita Julia
es en cierta medida el culmen de su relación con las mujeres, siempre en el
límite entre la admiración escondida y el odio apenas disimulado. Julia y Juan,
señorita y sirviente, son las dos caras de esa permanente batalla de
sentimientos, de ese continuo combate ideológico de Strindberg.
Desarrollada en el claustrofóbico recinto de la cocina
de una casa señorial de finales del s. XIX, la producción de estudo momento
realza esta sensación de encierro en una escenografía muy sobria, sin apenas atrezzo,
pero muy representativa de la situación, sensaciones y sentimientos de los personajes.
El vestuario, muy adecuado a la situación, con
ese detalle de buscada ambigüedad en el calzado de Julia, calzando
permanentemente un zapato de tacón alto en el pie derecho mientras el izquierdo
se recubre de una bota de montar de su padre. El ritmo de la acción, es el
idóneo a cada momento del texto.
Julia y Juan se conocen desde niños, cuando el
criado estaba secretamente enamorado de la señorita. Una noche de San Juan, aprovechando
la ausencia del conde, su padre, Julia decide organizar una fiesta con los criados
durante la cual intenta seducir a Juan.
A partir de ahí se desarrolla entre ambos un juego
en el que van intercambiándose los roles de seductor y seducido, con destellos
de amor, ternura, desprecio y violencia -tanto verbal como física, por lo que
se escucha en el texto. La versión de Xoán C. Mejuto reduce el elenco a los dos
protagonistas, suprimiendo el personaje de Cristina, la criada, algunas de
cuyas frases del texto original se incluyen en la parte de los actores en
escena.
Julia juega el rol de la mujer libre y
empoderada que tanto detestaba Strindberg, mientras Juan trata de aprovechar la
situación como el trepa social que en el fondo es. La planificación de una
posible huida se ve frustrada por un detalle en apariencia nimio: el deseo, o
más bien la necesidad de Julia de llevarse con ellos su pajarito.
A partir de ahí, se desencadena la tragedia que
desembocará en la declaración de Juan ante la Policía tras haberse hallado el
cadáver de Julia en lo que aparece como un posible suicidio. Un ‘flash-back’que
inicia la trama de la obra.
Desde ese inicio, Mejuto desarrolla una poderosa
actuación sobre la que descansa la mayor parte de una función. Todos los
matices de los pensamientos y sentimientos del personaje hallan en él un
amplificador de su soberbia relectura del texto de Strindberg.
Amplificador que, en lo vocal, bien le habría
venido a su compañera de escenario. Ares da perfectamente el tipo de su rol y
lo actúa con muy buena gestualidad facial y corporal y una gran entrega al
personaje. Pero falla en lo vocal, como digo, por una vocalización bastante
deficiente y una escasa proyección de la voz.
En cualquier caso, uno sale del teatro más
preguntas que respuestas, especialmente sobre lo que henos podido o no avanzar
en la igualdad entre géneros. Lo que, siendo inherente al teatro que busque ser
algo más que un mero entretenimiento, se convierte en un éxito nada
despreciable para la producción.
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