14 octubre, 2022

El señorito August (o cuando ellas son tu imagen)

 




A Coruña, Teatro Rosalía Castro. 1888, A señorita Xulia (función en gallego). Versión de Xoán C. Mejuto sobre el original de August Strindberg. Reparto: Julia, Iria Ares; Juan, Xoán C. Mejuto. Dirección, Xoán C. Mejuto e Iria Ares. Diseño iluminación, Antón Arias. Diseño Sonoro, Alberto Beade. Caracterización, Marta Collazo. Producción, estudo momento. Coproducción, Concello de Arteixo


August Strindberg era hijo de Karl Oscar Strindberg, comerciante,  y su ama de llaves, Erika Eleanor Norling. Esta diferencia de origen social , una mujer profundamente religiosa. La severidad paterna, la estricta religiosidad de su madre y la desigualdad de origen social entre ambos marcó de por vida el carácter de August. Toda su vida tuvo una relación de amor-odio con las mujeres que se tradujo en los personajes femeninos de sus obras.

Las mujeres eran reducidas en sus textos a una especie de categoría de seres inferiores, pasando por fases de entendimiento, desentendimiento, temor, amor y odio. Ellas son en su obra una especie de espejo psicológico de su propio ser, y en ellas hay mucho de esas demostraciones de superioridad de quienes se sienten inferiores.

Su infancia presionada por el carácter de sus padres, una juventud y madurez complicadas fueron muy probablemente la causa del fracaso de sus tres matrimonios. Su relación con el sexo “contrario” (literalmente) es de una enemistad enconada y un despiadado y extraño antifeminismo: racionalmente, admira el movimiento feminista y de emancipación social del conjunto de las mujeres; individualmente, le aterra el empoderamiento de cada una de las que con él se relacionan.




Su relación con el poder social y político, siempre tormentosa, llega al límite con la publicación y estreno de Casados (Doce historias de matrimonios), por su crítica a la tradicional estructura [patriarcal] de la familia. Tras los problemas judiciales derivados del carácter claramente misógino de La última cena -de los que culpó al movimiento feminista- y su autoexilio a Suiza (1883), publica la segunda pare de Casados, (Dieciocho historias de matrimonios con prólogo) en la que se echa ya descaradamente al monte del antifeminismo más radical.

La señorita Julia es en cierta medida el culmen de su relación con las mujeres, siempre en el límite entre la admiración escondida y el odio apenas disimulado. Julia y Juan, señorita y sirviente, son las dos caras de esa permanente batalla de sentimientos, de ese continuo combate ideológico de Strindberg.

Desarrollada en el claustrofóbico recinto de la cocina de una casa señorial de finales del s. XIX, la producción de estudo momento realza esta sensación de encierro en una escenografía muy sobria, sin apenas atrezzo, pero muy representativa de la situación, sensaciones y sentimientos de los personajes.




El vestuario, muy adecuado a la situación, con ese detalle de buscada ambigüedad en el calzado de Julia, calzando permanentemente un zapato de tacón alto en el pie derecho mientras el izquierdo se recubre de una bota de montar de su padre. El ritmo de la acción, es el idóneo a cada momento del texto.

Julia y Juan se conocen desde niños, cuando el criado estaba secretamente enamorado de la señorita. Una noche de San Juan, aprovechando la ausencia del conde, su padre, Julia decide organizar una fiesta con los criados durante la cual intenta seducir a Juan.

A partir de ahí se desarrolla entre ambos un juego en el que van intercambiándose los roles de seductor y seducido, con destellos de amor, ternura, desprecio y violencia -tanto verbal como física, por lo que se escucha en el texto. La versión de Xoán C. Mejuto reduce el elenco a los dos protagonistas, suprimiendo el personaje de Cristina, la criada, algunas de cuyas frases del texto original se incluyen en la parte de los actores en escena.




Julia juega el rol de la mujer libre y empoderada que tanto detestaba Strindberg, mientras Juan trata de aprovechar la situación como el trepa social que en el fondo es. La planificación de una posible huida se ve frustrada por un detalle en apariencia nimio: el deseo, o más bien la necesidad de Julia de llevarse con ellos su pajarito.

A partir de ahí, se desencadena la tragedia que desembocará en la declaración de Juan ante la Policía tras haberse hallado el cadáver de Julia en lo que aparece como un posible suicidio. Un ‘flash-back’que inicia la trama de la obra.

Desde ese inicio, Mejuto desarrolla una poderosa actuación sobre la que descansa la mayor parte de una función. Todos los matices de los pensamientos y sentimientos del personaje hallan en él un amplificador de su soberbia relectura del texto de Strindberg.




Amplificador que, en lo vocal, bien le habría venido a su compañera de escenario. Ares da perfectamente el tipo de su rol y lo actúa con muy buena gestualidad facial y corporal y una gran entrega al personaje. Pero falla en lo vocal, como digo, por una vocalización bastante deficiente y una escasa proyección de la voz.

En cualquier caso, uno sale del teatro más preguntas que respuestas, especialmente sobre lo que henos podido o no avanzar en la igualdad entre géneros. Lo que, siendo inherente al teatro que busque ser algo más que un mero entretenimiento, se convierte en un éxito nada despreciable para la producción.

 

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