Pocos músicos hay
que puedan identificarse tanto con Madrid como Luigi Boccherini. Y poca música
suya es tan aquilatadamente madrileña como sus quintetos de cuerda. Escuchar
esta música un sábado por la tarde a pocos metros del Palacio de Liria, en el
antiguo Cuartel del Conde Duque, es una ocasión que nadie en su sano juicio
debería perderse.
Luigi Boccherini |
Y como a uno –creo-
aún le queda algo de eso, había que aprovechar el fin de semana en la capital
para darse una vuelta por Argüelles y recordar viejos tiempos, en una mezcla muy
heterogénea de juventud, servicio militar, las mayores y más firmes amistades y
conciertos. El hecho de que la música fuera interpretada por un conjunto que
tiene a gala llamarse Camerata Boccherini y es ferviente intérprete de su
música hacía que la renuncia a la escucha de este concierto, más que locura,
fuera pecado de lesa armonía.
De la Villa y Corte
Para este concierto,
la Camerata Boccherini actuó en su formación de quinteto, formado por cinco
músicos -españoles por su labor de tantos años entre nosotros aunque nacieran
fuera de nuestro (y actualmente suyo) país-: dos, en Italia, como el propio
Boccherini (Massimo Spadano, violín primero, y Luigi Mazzucato, viola) uno en
Alemania (Ludwig Dürichen, segundo violín), uno en Francia (David Ethève, chelo)
y uno en Estados Unidos (Tod Williamson, contrabajo).
De izquierda a derecha, Mazzucato, Spadano Ethève, Dürichen y Williamson |
Dos obras, el Quinteto op. 30 nº 1 yel op 30 nº 3 -G 319 y G 321,
respectivamente en el catálogo de Gerard (1969)- ocuparon la primera parte del
concierto del sábado 24. Dos obras que responden a la perfección a la gran
personalidad de Boccherini: esa soldadura única con que supo fundir en un solo
espíritu la música galante propia de un músico de corte con la gracia y majeza
características de de Madrid. Esa elegancia que parece emanar de los jardines
de Aranjuez, Real Sitio en el que fue nombrado el 8 de noviembre de 1770 violonchelista
del infante don Luis, con autorización expresa del Rey Carlos III.
Y con fidelidad a
tal espíritu y a la personalidad del autor tocó la Camerata Boccherini ambas
obras, con una buena dosis de garbo e impregnándolas de la energía que
desprende su líder, Massimo Spadano. En el recuerdo, un momento mágico: cuando
el sonido del contrabajo de Williamson pareció convertirse en un frondoso
árbol, bajo cuya copa brillaron con luz propia el canto del violín de Spadano y
del chelo de Ethève, salpicados por los
destellos de los pizzicati del violín
de Dürichen y la viola de Mazzucato.
Dolorosa
En 1781, ya en el
destierro de Arenas de San Pedro al que acompañó al infante Don Luis, su patrón
y tocayo le encargó la composición de un Stabat
Mater. sobre el viejo texto atribuido a Jacopone da Todi. La versión
escuchada a la Camerata Boccherini en el viejo cuartel de Conde Duque fue la
original para quinteto de cuerda y soprano, menos conocida que la que compuso
hacia 1800 para tenor y dos sopranos.
La obra muestra la
influencia del Stabat Mater más
conocido en el s. XVIII, compuesto por Pergolesi, pero su mayor riqueza de voces
interiores y su estilo galante son un vivo reflejo de la enorme personalidad
compositiva de quien tenía por costumbre -tal era su arraigo en España- de firmar
sus partituras como “Luis Boquerini”.
Gemma Bertagnolli |
La interpretación de
Gemma Bertagnolli y la Camerata Boccherini respondió sobradamente a las
expectativas. La majeza de los quintetos se transmutó en el sereno dolor
expresado por la soprano en el número inicial, que da nombre a la obra. El Cuius animus tuvo la fuerza de una
protesta y el gemido de un lamento y el Quid
est homo expresó en sus cambios de tempi
el dolor de una madre ante la muerte del hijo.
Todas las etapas del
duelo tuvieron su reflejo en la voz de la soprano italiana aunque su
gestualidad corporal, en algunos momentos, pudo parecer que no respondía demasiado
fielmente al texto. El público respondió con un cálido aplauso al final del
concierto: un evento digno de ser recordado por mucho tiempo.
¡Qué horror de error! "Stabat Mater de Pergolesi en el s. VIII". Siglo XVIII (18, dieciocho), claro; corregido.
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