Un programa como el
previsto por la Orquesta Sinfónica de Galicia para la Filarmónica Ferrolana -y para
el tercer concierto de su abono de viernes- no debía perdérselo nadie, sobre
todo contando con dos invitados como Josep Pons y Jan-Erik Gustafsson. Y si de
éste me habían llegado muy buenas referencias, no hace falta decir que Pons es considerado
por la Sinfónica uno de los directores “de casa”, habiendo dejado en sus
numerosas colaboraciones al frente de la OSG un gran recuerdo en los músicos y
en los aficionados coruñeses.
Auditorio de Ferrol |
Dicho y hecho. Ante
la imposibilidad de asistir al concierto de abono del viernes en A Coruña había
que desplazarse hasta Ferrol, lo que nunca supone un viaje sino un agradable
paseo. Por otra parte, el que el concierto se celebrara en su flamante Auditorio
de Caranza era una magnífica ocasión para comprobar esa acústica que ya en su
estreno sinfónico por parte de la OSG había llamado la atención de músicos y
público.
El gran Haydn de siempre...
Gustafsson respondió
incluso por encima de las expectativas creadas. Extrae del instrumento una gran
riqueza tímbrica en todos los registros e hizo una interpretación del Concierto en do menor de Haydn realmente
excelente. El fraseo en el Allegro moderato
inicial fue de una gran elegancia por su sencillez y
El virtuosismo
desplegado en el Rondó final no se
quedó en una mera exhibición de su portentosa técnica, sumando toda la posible
variedad de ataques de arco, agilidades y gran precisión y seguridad en la mano
izquierda. El bellísimo sonido y la perfecta afinación en el registro más agudo
fueron demostración de toda la musicalidad que cabe en la eficacia conclusiva
de un finale haydniano: esa gran
capacidad del compositor de dejar en el oyente una sensación de inmensa satisfacción
por lo escuchado.
...y
esta (otra) Carmen...
La Suite
de Carmen (1967) de Rodrón Schedrín es su obra más escuchada. Su
orquestación (cuerda y un amplio despliegue de percusión) y su tratamiento de los temas de la ópera de
Bizet le supuso el rechazo de la “Nomenklatura” soviética, como guardianes que
eran de la ortodoxia artística proletaria. Escuchándola después de casi medio
siglo desde su composición, uno sólo puede imaginar, como causa de aquel
rechazo, el miedo de los censores a salirse de la más estricta ortodoxia
política, pese a haber transcurrido catorce años desde la muerte de Stalin.
Rodrión Schedrín |
A oídos de un aficionado medio actual de 2015, la
obra de Schedrín se presenta como una imaginativa, colorista recreación del
original de Bizet. Y es una fiel recreación, pues escuchándola se puede ir
recordando su trama y situaciones dramáticas a través de los temas citados;
pero también de los ambientes sonoros creados por el autor moscovita. Y así
sucede en el tema inicial “menguante”
cantado por las campanas tubulares, en la sensualidad tímbrica de la Habanera o en la acción que se escucha
casi literalmente en la Escena
marcada con el nº VI.
La versión de Pons al frente de las seciones de
cuerda y percusión de la OSG fue
bastante más que notable: “se vio” una buena dosis de majeza en la entrada de Escamillo;
se puedo sentir el desasosiego de la Adivinación
y se escuchó un bello resumen de la obra en esa especie de “obertura
concluyente” que supone la recopilación del Finale
de esta Carmen schedriniana. Cada una
de las secciones tuvo intervenciones dignas de aplauso y así lo señaló el
maestro al recoger el aplauso del público ferrolano.
...aquí y ahora
En una segunda experiencia, la acústica del nuevo
Auditorio de Ferrol resulta idónea en el patio de butacas para una obra como el
Concierto para chelo de Haydn. El
instrumento solista se oye con una gran proyección directa al tiempo que con un sonido envolvente, como
muy bien reflejado en techo y laterales de la sala.
Sala del Auditorio de Ferrol |
Para la segunda parte, conociendo la obra y el tipo
y volumen de sonido que cabe esperar por su orquestación, me senté en una
butaca del piso superior. La proyección sigue siendo magnífica y el sonido de
cada sección o instrumento llega a la perfección. Se aprecia sin embargo una
reverberación algo excesiva en duración y muy localizada en la zona má alta del
anfiteatro. Algo que no se percibe desde el patio de butacas y que para quienes
estamos acostumbrados a lo que muchas veces he llamado “la peculiar acústica”
del Palacio de la ópera de A Coruña no puede molestarnos en absoluto.
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