20 octubre, 2015

Un programa para sentir






Segundo concierto de abono de la temporada 2014-15 de la Sinfónica de Galicia y otra demostración palmaria de la calidad de esta orquesta, en un programa de estructura (sólo aparentemente) clásica. Las tres obras que lo componían -de épocas y estilos tan diferentes y alejados como los Tres interludios para orquesta de Benet Casablancas, el Concierto nº 4 para piano de Beethoven y la Metamorfosis de Richard Strauss- fueron piedra de toque para comprobar su “ley”. Una nueva ocasión que tuvimos los melómanos de A Coruña para sentir bien dentro la música.

Benet Casablancas.  Foto de Xurxo Lobato cedida por la OSG
La obra de Casablancas viene avalada por la solidez técnica e intelectual de su autor: compositor y filósofo, tiene a sus espaldas una sólida carrera como compositor e investigador. Tres interludios para orquesta responde a la intención de refinada brevedad que sugiere su título, la característica calidad tímbrica demostrada por su autor y su capacidad de sugerencia de ambientes. Ésta se muestra en toda su variedad a lo largo de sus tres breves movimientos con ese delicioso aroma de taller artesanal que se desprende de su música.

Preparando el pasaporte
Javier Perianes es uno de los valores más seguros del actual panorama pianístico español. No es de extrañar, pues, que haya sido elegido por la OSG como compañero de viaje para su gira de enero para participar en el Festival Internacional de Música de Abu Dabi. Y, como para los viajes conviene tenerlo todo preparado con tiempo, nada mejor en este inicio de temporada que tener a mano -y “en las manos”- el pasaporte con que se van a presentar solista, director y orquesta. Un pasaporte tan contrastado como el que tantos pianistas consideran el mejor concierto escrito por Beethoven para su instrumento.

Desde los acordes iniciales del solista y la correspondiente contestación de la orquesta, sonó ese Beethoven claro e incisivo a que ya deberíamos habernos acostumbrado por las ediciones críticas de su obra. Lejos quedan pues la pesantez y oropeles de falsa trascendencia que la costumbre de casi tres siglos había adherido entre su música y nuestros oídos.

Perianes durante el concierto Foto de Xurxo Lobato cedida por la OSG 

El formidable legato de Perianes y la gran fuerza interior de su interpretación caracterizaron su versión del concierto. La cadenza del primer movimiento sonó muy beethoveniana por fuerza y armonía; el dramatismo del Andante con moto, patente desde su introducción orquestal, alcanzó un alto nivel en manos del pianista onubense; el Rondó tuvo momentos de rara viveza y un sonido entre mágico y onírico, para terminar en pura energía. La Serenata andaluza que regaló correspondiendo a la fuerte ovación mostró su validez como pasaporte español desde el más refinado sonido de veladuras impresionistas que el compositor gaditano se trajo de su París iniciático. Una verdadera joya bien lucida en las manos de Perianes.

23 solistas
La Metamorfosis de Strauss es generalmente considerada como su dolorido y amargo adiós a la composición. En este campo y frente a la opinión de Adorno “En la historia del Arte, las obras tardías son catástrofe”, me quedo con la idea de Norman del Mar, cuando considera que “El cansancio de la vejez ante la presencia de la muerte inminente y bienvenida no es, en realidad, algo triste, sino mucho mas profundo. Es la prerrogativa del gran arte que suscita emociones indescriptibles que pueden desgarrarnos”.

Porque, si se llega a su tuétano, esta Metamorfosis no es realmente una obra triste sino elegíaca. Esto, en el sentido que se le daba en la Grecia y la Roma clásicas, cuando el “verso elegíaco”, que alternaba un verso pentámero y otro hexámero, se asociaba a la expresión de sentimientos, como en la poesía amorosa y erótica. Y es ahí donde encaja a mi modo de ver la composición de esta obra maestra como estudio sinfónico: una proyección anímica de la relación de Strauss con su Munich natal y lo que esta ciudad significó a lo largo de su vida.

Slobodeniouk y los 23 solistas Foto de Xurxo Lobato cedida por la OSG 

Un canto de amor en el que surgen a modo de “flash-back” temas bien luminosos, seguramente  representativos de un pasado más feliz, en los cantos individuales, a dúo y en mínimos grupos confiados a los veintitrés solistas. Pasajes en los que los profesores de la OSG elegidos para la ocasión mostraron los excelentes juncos con los que se construye día a día esta gran cesta que es la Sinfónica de Galicia.

Foto de Xurxo Lobato cedida por la OSG 
El cierre de la obra comienza con una amplia cesura y un seco ataque de conjunto en forte. Luego parece entreverse un cierto homenaje al Adagio de Albinoni  al que un cambio a un ritmo más punteado dramatiza (sobre todo en el sentido de expresión escénica, teatral) adecuadamente según la intención del autor.  

La oscura culminación es el canto por la cuerda baja del motivo inicial de la Marcha fúnebre de la Heroica de Beethoven y ese misterioso In memoriam anotado en la partitura por Strauss. En la concertación de todos y cada uno de los solista y en el gran sentimiento que rezumaban los tutti mostró Slobodeniouk sus grandes cualidades como director. El final del concierto del sábado fue recibido con una larga, cálida y bien merecida ovación.

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