Santiago de
Compostela, 8 de abril, Auditorio de Galicia, Real Filharmonía de Galicia. Paul
Daniel, director. Camille Thomas, violonchelo. Programa: Antonín Dvořák (1841-1904)
Danza eslava op.72 núm. 2; Fazil Say
(n. 1970), Ana tariça (Madre diosa) y Never give up (Nunca te rindas), concierto
para violonchelo y orquesta; ambas obras, como estreno en España; Antonín Dvořák,
Danzas eslavas op.72, núm. 3 y núm. 7.
La temporada de conciertos de la Real Filharmomía de Galicia ha celebrado esta semana su primer programa tras la pausa de la Semana Santa. Se ha adoptado como título general del concierto el del concierto para violonchelo Never give up, de Fazil Say, interpretado por su dedicataria, Camille Thomas. Como todos los conciertos de esta temporada, el del jueves fue transmitido en directo por “streaming”; esta crónica se basa en lo visto y oído a través de dicha transmisión.
Una vez más, Fazil Say demuestra en sus dos estrenos españoles del jueves su talento para unir las dos tradiciones que lo conforman como músico. Say se mueve como pez en el agua entre la música turca y la occidental y su obra une ambas como el Boğaziçi Köprüsü (Puente del Bósforo) une las dos partes de Estambul. Varios factores forman parte de esa capacidad de fusión: el primero, su dominio de la rítmica –imposible olvidar sus Danzas sinfónicas, op. 64, estrenadas en España por la RFG en las Xornadas de Música Contemporánea celebradas en Santiago en 2019-; sus melodías basadas en escalas modales y su gran talento como orquestador, del que Santiago y A Coruña tuvieron muestra en sus 1001 noches en el harén por Patricia Kopatchinskaja y la Sinfónica de Galicia.
Ana tariça es una danza en tres partes llena de energía, ritmo –o ritmos, para ser más exacto- y una gran fuerza telúrica transmitida desde unos metales rotundos y una idónea elección de las baquetas en los timbales. Todo ello, con un más que notable componente femenino en sus melodías modales y unos glissandi de las cuerdas llenos de energía. Elementos todos que hacen percibir cómo esa madre diosa es la propia Tierra que nos soporta como especie en el sentido de apoyo y de aguante: en el mejor y peor de los sentidos, vamos. La intepretación de Daniel y la Real Filharmonía puso en valor todos los sentimientos y emociones suscitados por los valores musicales de la obra.
Never give up, es un concierto para chelo creado entre 2016 y 2017por Say, a raíz de los atentados islamistas que se sucedieron a lo largo de 2015, 2016 y 2017. Está estructurado en los tres movimientos clásicos, que representan la visión del autor sobre el conflicto entre religión y cultura, representado en el primer movimiento; el segundo presenta las sensaciones vividas en los diferentes atentados perpetrados en París y Estambul durante los tres años mencionados y el tercero, finalmente, la decidida reacción del compositor de no perder la esperanza en la Humanidad y la Naturaleza.
El concierto comienza con una larga cadenza (y como tal viene marcado) del violonchelo que se desarrolla a partir de un sencillo motivo de cuatro notas (la-mi-re-mi) que genera un primer tema y que se desarrollará y aparecerá aquí y allá a lo largo de la obra. El choque de sensaciones y sentimientos exponen no solo el carácter de esta, sino la presencia y hasta la esencia misma del conflicto arriba citado.
Todo ello viene generado por el cambio de registro en la exposición del tema y el contraste en fases de su desarrollo como el uso percutivo del arco iniciado por la solista y contestado por la orquesta. O el existente entre el sonido del arco y los piziccati. Una vez más, el ritmo y la suntuosa orquestación empleados por Say fueron un ejemplo de lo que es la técnica al servicio de la música y de las emociones que esta genera.
Foto Xaime Cortizo |
Desde esta primera intervención, Camille Thomas dejó patente por qué su forma de tocar hizo que Say pensara en ella para estrenar este concierto. Los sentimientos contenidos en la partitura fueron brillantemente expuestos por Thomas con un sonido riquísimo en matices y una tensión expresiva muy bien sostenida y administrada. La repentina aceleración del tempo en el primer movimiento y su clímax final suponen una excelente figuración sonora de la escalada del conflicto, que nos lleva al segundo movimiento.
Este es un Adagio que comienza con unos acordes en pianissimo de la orquesta sobre los que el chelo, en el registro medio, desgrana el motivo generador de cuatro notas (justo un tono más grave ahora, sol-re-do-re). Lo hace como una íntima oración, entrecortada por la emoción en su desarrollo e interrumpida por un grito, casi un alarido de terror, en un registro más agudo que pronto cae al registro más grave del instrumento.
Crece la tensión: tres golpes de bombo y timbal, seguidos por ráfagas de los mismos provocan la expresión más dolorida en todos los registros del chelo solista. Apenas abierto el clima por el tutti orquestal, se reanuda la violencia percutiva, el instrumento expresa una y otra vez su lamento, cantado ahora solo en la cuarta cuerda, hasta llegar progresivamente al silencio más clamorosamente doloroso.
Foto Xaime Cortizo |
El tercer movimiento, Moderato, se inicia con sonidos sencillos, naturales. Las cuentas ensartadas en unos hilos de bramante o soplidos en vacío son como un rumor del viento y los glissandi agudos de los violines se antojan trinos de pájaros. Todos estos sonidos nos transportan más anímica que física o auditivamente a la sensación de encontrarnos en una vasta extensión de espacio abierto y un nuevo y más alegre tema del chelo retrata el carácter del movimiento.
Say utiliza muy eficazmente todos los recursos expresivos de melodía, ritmo y armonía para plantearnos un ejercicio de resistencia ante el terror y la sinrazón. Las melodías y los ritmos vuelven a ser nexo entre Oriente y Occidente y la animación muta progresivamente a una serena calma. Decrece la intensidad y la dinámica del chelo decae en unos momentos hacia piano y pianissimo.
Los bongos marcan el ritmo a solo y el chelo hace reaparecer el motivo inicial (ahora, mi-si-la-si); canta su desarrollo, con sentimientos sencillos y sosegados, algo al margen de un nuevo tempo marcado más rápido por la percusión. Al fin, calla ante los sonidos de la Naturaleza que iniciaban el movimiento.
Foto Xaime Cortizo |
Una interminable docena de segundos de respetuoso silencio y casi tres minutos de ovación del público premiaron a los intérpretes y tuvieron el premio de una sentidísima versión del El cant dels ocells. Este himno a la paz tantas veces cantado por el chelo del inolvidable Pau Casals terminó de redondear una actuación llena de sensaciones y sentimientos de la joven chelista francesa.
La Real Filharmonía mostró toda la precisión y el color requerido por la partitura, una gama dinámica amplia y muy matizada y una gran tensión expresiva a la gran altura de la solista y de la obra. Una actuación más allá de lo que supone un gran acompañamiento para convertirse en un coprotagonismo esencial para el éxito grande y merecidísimo que obtuvo el estreno del concierto.
Las obras de Say, muy en especial Ana tariça, tuvieron contraste y reflejo en tres de las Danzas eslavas op.72 de Dvořák. Contraste por la diferencia histórica, cultural y de estilo. Reflejo por ser música directamente proveniente de la tierra de cada compositor y por ese especial don que ambos tienen para la orquestación; brillante o intimista, pero siempre llena del color más adecuado idóneo para expresar el sentir de su pueblo.
Las versiones de Daniel y la RFG reflejaron idóneamente todas las características de estas obras y otro sentir, el del público de Santiago, se expresó calurosamente en las ovaciones otorgadas a los intérpretes. Lo que es tanto como decir a la música de la que estos son embajadores, que en este concierto lo fueron de forma especialmente brillante.
Enhorabuena, maestro. Te leo desde hace mucho tiempo en El País y me sigo sorprendiendo con tu capacidad para escribir urdiendo el largo hilo de la experiencia con coloridas madejas de frescura, propias de quien conserva la ilusión y las ganas del primer día. Ahora, además, se ve a las claras que has ganado en libertad para diseccionar los conciertos hasta su último detalle técnico. Viva, pues, esa libre expresión, sin límites ni ataduras.
ResponderEliminarRealmente no es un "artículo", es el "verbo": la Música hecha Palabra. Gracias, Julián.
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