Xabier Díaz / Adufeiras de Salitre. Sala Galileo Galilei, Madrid, 7 de diciembre de 2015.
Y qué vida. Llena de una verdad compuesta por
esas verdades pequeñas y cotidianas que hacen grande la cultura popular, la
que nace de la convivencia diaria. La de aquellas personas anónimas que crearon
las letras, melodías y ritmos del más hermoso folclore, ése que Xabier Díaz (A
Coruña, 1969) ha dejado plasmado, junto a Adufeiras de Salitre en su disco The tambourine man. Díaz y Adufeiras
están presentando su trabajo estos días por toda España y tuve la suerte de
poder asistir a su presentación en Madrid en la ya legendaria sala Galileo
Galilei.
Xabier Díaz. Foto de Alfredo Moreno, cedida por X. Díaz |
Ésta es una crónica muy personal de sentimientos y pensamientos surgidos en
una noche extraña, que empezó como la deserción de una realidad atosigante y
acabó como un encuentro. O más bien como un reencuentro: con la más pura música
popular, la que crea el pueblo del rural siguiendo las más acendradas
tradiciones; pero reencuentro, también, con unos sentimientos que, más que
sumados, multiplicados o potenciados, resultaron en realidad sinérgicos.
Éstos surgieron del interior del oyente como un manantial
que reflejara la voz limpia y transparente de Xabier Díaz. Un arroyo que pronto
se hizo torrente incontenible al unirse a la profundidad telúrica de la
percusión. Fue cuando el sonido de los adufes [1] se asemejó a los ecos que
produciría un seísmo en el triángulo sísmico Becerreá-Sarria-Triacastela de las
montañas del Cebreiro. Unos ecos mullidos por los aturuxos
de las Adufeiras de Salitre hasta conferirles una humana cercanía.
Adufeiras de Salitre en Galileo Galilei. Foto J. Carrillo |
Las letras, melodías y ritmos recogidos por Xabier
Díaz en toda Galicia conquistaron los oídos del auditorio y el músico e investigador se
mostró “encantado de invadir la meseta con las armas de la música”. Su voz y las
de sus Adufeiras de Salitre, el acordeón de Javier Álvarez y el violín y la
zanfona de Gutier, hermano de éste, pasearon por la cosecha de folclore gallego
de Díaz y el recogido por otros notables folcloristas. Entre los de éstos, brillaron la Muiñeira da Picota, sacada a la luz por la
suiza Dorothe Schubart, el Jostumen pasodoblea
(pasodoble de las costureras) de Kepa Junquera, o la picardía bien pegada a la
realidad de la letra del pasodoble de Beo, elevada a la gracia de su música.
Hablaba más arriba de sentimientos. Y los que me llenaron la noche del
viernes 4 en la sala Galileo Galilei, escuchando la música de The tambourine
man, fueron
de pertenencia múltiple, que uno puede sentir
como propia más de una. Porque si Madrid acogía con calor la música más
puramente gallega, la vasca de Junquera y la castellana vieja (ese Agarrado de
Cervera de Pisuerga como una denuncia de amores asimétricos), treinta años largos de residencia
en Galicia te hacen sentir como realmente propio todo lo gallego.
Foto de Alfredo Moreno cedida por Xabier Díaz |
Y, al final, lo que se
siente en una noche así es un flujo y reflujo de emociones que sólo se puede
comprender cuando no hace falta dividirse porque uno tiene sus raíces y sus
ramas bien unidas a través del tronco de los sentimientos. Y nada mejor para
mantener sanas y fuertes las plantas de esta clase que regarlas con emociones
limpias. Como las que producen las voces y ritmos de Xabier Díaz, los hermanos
Álvarez, Maite, Carolina, Bea, Iria, Cristina, Patricia, Noemí, Montse, Lidia, Gisela y
Mariña.
O el disfrute de la cultura, que -como dijo Díaz al agradecer los aplausos del público- "no sólo nos hace más libres, sino también más felices".
Y otra emoción, la de ver a una joven pareja desconocida -apenas dos
sombras llenas de gracia danzante- bailando en la oscuridad la Xota de Lira al final de un concierto
que, por su autenticidad y frescura, marcó una huella bien profunda en muchos
de quienes tuvimos la suerte de escucharlo.
[1] Pandero cuadrado de origen
morisco, de uso extendido en el folclore portugués y del Noroeste de España. La
tradición nos dice que su construcción con “palo de naranjo” (árbol cuya flor
es el azahar) y dos membranas -“una de animal macho y otra de hembra” le
confiere una gran carga simbólica acerca
de las relaciones de pareja y de matrimonio.
Una maravilla, Julián. La música tiene muchas caras, y el folclore es una de las más emocionales.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=Z0Ok4iTHELU