30 noviembre, 2015

De fandangos y folías





A Coruña lleva 111 años nutriendo su filarmonía (pasión por la música, según el Diccionario de la RAE) en la mesa servida por su Sociedad Filarmónica; al menos en buena parte. Una labor en la que ha tenido que lidiar con todo tipo de situaciones y alos lógicos altibajos de más de un siglo de existencia. Toda una larga serie de andanzas sociales, artísticas y económicas que –volviendo al DRAE y en alguna acepción de cada término- bien podríamos titular como Fandangos [1]  y Folías [2].

Entre estas situaciones, destaca la negativa influencia que la llamada crisis económica ha ejercido sobre la cultura, especialmente perjudicada desde hace ya un lustro largo. La situación se ha visto agravada en el caso de la Filarmónica por los problemas de financiación sufridos por su principal sustentador económico, el Consorcio para la Promoción  de la Música, a causa de un modificativo de crédito promovido del Ayuntamiento de A Coruña. Aun así, la Filarmónica prosigue con su labor -en momentos como estos, realmente numantina- de suministrar a los melómanos coruñeses las necesarias dosis de solistas instrumentales y música de cámara.

Fandangos y folías fueron principio y final del precioso programa preparado por Forma Antiqua en su formación de trío de cuerdas pulsadas [3]. Clave, tiorba y guitarra barroca, tañidos por los hermanos Zapico –Aarón, Daniel y Pablo, respectivamente- trasladaron a los filarmónicos coruñeses, como en un vuelo de danzas, a plazas y salones de los siglos XVII y XVIII.

El repertorio seleccionado para el concierto del martes 24 está escrito originalmente para solos de cada uno de los tres instrumentos, siendo la totalidad de las versiones ofrecidas transcripciones del grupo. Para ello, cada uno de sus integrantes ha elegido obras escritas originalmente para su instrumento, arreglándolas para el conjunto.

En sus interpretaciones es de destacar cómo, en las transcripciones y arreglos, se materializa la idea de conjunto a través del empaste de sonido y la sucesión de solos de cada instrumentista. Así, el garbo de los fandangos se hace materia audible en las agilidades de filigrana del clave de Aarón, en la rítmica y los solos de la guitarra de Pablo y en la rotundidad de los bajos de la tiorba de Daniel.

Pablo (i), Daniel (c) y Aarón Zapico (d)
Con sus diferencias, naturalmente.
En las piezas de aire lento, como la Passacaglia de Kapsperger (qué precioso el solo de tiorba inicial), el rigor estilístico parece querer transportar al auditorio a un salón real donde la música llenaba de belleza el ocio de la corte. O lo entretenía elegantemente con danzas como el Bayle del Gran Duque. Y, tantas veces, con la riqueza melódica de las improvisaciones y las  Diferencias, nombre tradicionalmente usado en España para el género variaciones, como las que Concerto Zapico bordó sobre la Capona y Ciaccona de Santiago de Murcia o sobre la Folía, seguramente la más europea de nuestras danzas de la época por su repercusión en la música de grandes autores como Haendel,  Bach o Corelli.

El final del concierto tuvo la serena visión sonora de otra obra del género, las Folías gallegas de Santiago de Murcia, en las que los bajos de la tiorba emularon con un aire levemente nostálgico los del roncón de la gaita, mientras la guitarra entretejía la danza, como sólo lo harían los pies de la bailarina mejor formada, o marca su ritmo como la más hábil instrumentista de pandeireta. El concierto tuvo el remate “en alza” de un Fandango de Scarlatti con ese peculiar aroma tan español, que tendría su mejor vástago en la música del Padre Soler, y de la animación del Canarios que regalaron como bis.




[1] 5. m. coloq. Bullicio, trapatiesta.
[2] 3. f. desus. Locura.
[3] Durante el concierto, los intérpretes explicaron por qué el clave es un instrumento de cuerda pulsada, algo que se desarrollará en una siguiente entrada a publicar próximamente.

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