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17 abril, 2021

De música, circo y otros sentimientos

 




Este sábado se ha celebrado el Día Mundial del Circo. No puedo por menos de recordar el circo como una de las experiencias más excitantes que viví de niño y que, como a tantos de mi generación, de las anteriores y de algunas posteriores, me marcaron de por vida. De ella doy fe en la crónica publicada en este blog sobre  Circlassica justo antes de que una estructura orgánica -que ni puede considerarse como un ser vivo- lograra que el mundo se viniera abajo. Ojalá que la esperanza que las vacunas nos han devuelto se vea pronto reflejada en la vuelta progresiva a una vida cada día más normal. Con motivo de esta conmemoración, Zoar Ensemble ha publicado este sábado en su cuenta de Facebook el texto sobre  El elefante y el clown, de Paquito d’Rivera, que  escribí como notas para el cuadernillo de su Cd ALEV y que transcribo a continuación.



Circlassica, de Emilio Aragón


Tras el triunfo de la Revolución Cubana de 1959 y la nacionalización de bienes privados estadounidenses, la Administración Kennedy decretó un bloqueo comercial económico y financiero en febrero de 1962. Cuba se alineó decididamente entonces con la Unión Soviética, la desconfianza entre la isla y Estados Unidos se hizo insoportable y derivó hacia una absoluta intolerancia mutua. Este bloqueo, prolongado hasta nuestros días, no ha logrado disminuir el poder de los antiguos líderes de la revolución. Como todo bloqueo a una nación entera, solo logró y logra encastillarlos en su poder omnímodo y aumentar el sufrimiento de su población.

Hijo del saxofonista y director Tito D’Rivera, comenzó a tocar el saxofón a los cinco años e ingresó en el Conservatorio de La Habana a los doce. Con parte de los músicos de la Orquesta Cubana de Música Moderna, que había fundado en 1965 junto a Chucho Valdés, crea el grupo Ikarere, con el que fusiona la música tradicional cubana con jazz, rock y música clásica, obteniendo gran éxito internacional en sus giras por Europa y EE.UU. Durante una de estas pidió asilo político en la embajada de EE.UU. en Madrid, harto de la presión a que se veía sometido por la consideración del jazz y el rock como “música imperialista” por parte de las autoridades de su país.


Paquito d'Rivera


Su trayectoria, con cientos de actuaciones y decenas de grabaciones de “jazz latino” ha sido premiada en múltiples ocasiones: entre otras, con varios premios Grammy. En 2012 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad Estatal de Nueva York. The Elephant and the Clown es una obra original para octeto de clarinetes encargada por el clarinetista David Gould. D’Rivera declara que está inspirada en su amor a los animales y su afición a los cómicos.

De principio a fin de la obra se respira un ambiente de circo, lleno de humor, dinamismo y su característica melancolía soterrada, como si fuera una suite inspirada en la actuación de sus diferentes artistas. El elefante y el clown evoca el recuerdo de esas actuaciones desde una emotividad tan poderosa que basta cerrar los ojos para que del fondo de la memoria surjan imágenes visuales de esas actuaciones y hasta un cierto recuerdo olfativo del serrín que cubría la pista.

 

ZOAR, expuesto al viento que zoa


El arreglo para saxofón y quinteto clásico fue escrito teniendo en mente los extraordinarios "Imani Winds" de Nueva York, y tiene una parte central en compás de 6/8 que no aparece en la versión original. El estreno mundial tuvo lugar el 13.10.2012 en la Universidad de Carolina del Norte, en Greensboro. El estreno europeo de la obra y mundial de la versión para quinteto fue llevado a cabo por Zoar Ensemble en Betanzos (A Coruña), el 28.10.2012 y se puede  ver y escuchar en el canal de YouTube de ZOAR.


09 marzo, 2020

HABÍA UNA VEZ…







A Coruña, 1 de marzo, Teatro Colón. Circlassica. Espectáculo circense de Emilio Aragón. Dirección y Producción Ejecutiva, Manuel y Rafael González. Dirección Artística, Emilio Aragón. Puesta en pista, Alessandro Serena. Ayudante de dirección artística, Carlos Grass. Diseño de iluminación, Juanjo Lloréns. Coreografía y movimiento escénico, Kristine Lindmark. Diseño Escenografía, Metrico Media. Diseño de vestuario, Berta Riera y Nuria Manzano. Caracterización y maquillaje, Rebecca Rueda. Producción, Productores de Sonrisas.



…LA MAGIA. No la prestidigitación. La magia con mayúsculas. La verdadera; esa nebulosa de colores que te envuelve y te transporta… Hasta allí… Hasta entonces… Como solo puede hacerlo UN CIRCO. Doscientos cincuenta y dos años o casi setenta. Hasta el Londres de 1770 en el que a Philip Astley se le ocurrió vaciar el patio de butacas de un teatro para convertirlo en pista de circo o hasta el Madrid de la década de 1950 en el Teatro Circo Price en el que quien esto suscribe vio sus primeros espectáculos circenses.



O hasta la Granada de mediados del XIX, cuando la visión de la “ecuyere”  Virginia Foureaux  deslumbró al seminarista, casi misacantano, Gabriel Aragón. Y lo hizo con tal y tanta luz, que Gabriel se unió al Grand Cirque Foureaux como El Gran Pepino. Su vocación sacerdotal se había convertido por obra y gracia de Virginia en un aliento artístico tal que hizo de él el fundador de la escuela de los payasos musicales y ambos acabaron por ser el punto de partida de la dinastía Aragón. Esa que durante más de siglo  y medio ha formado parte de la nebulosa y que en la España del último tercio del s. XX conocimos a través de los programas en Televisión Española de sus nietos Gaby, Miliki y Fofó y su bisnieto Fofito. Y donde poco después, cuando Fofó partió para fundar un circo en el Cielo, entró Milikito.

Este es un artista polifacético –es un Aragón, no podía por menos de serlo- por cuyas venas circula serrín de pista de circo y quien, como Emilio Aragón, ha escrito y dirigido y ha puesto música y voz a Circlassica, un homenaje al 250º aniversario del circo moderno a través de la historia de amor de sus bisabuelos. Porque Circlassica es una historia de amor bajo la carpa, en la que Nim, un payaso y pintor algo simple –o solo deliciosamente ingenuo- se enamora de la bailarina Margot y trata a toda costa de conquistar su corazón mientras la compleja vida del circo continúa. El público asistente se convierte así en un doble espectador: de los afanes e intentos amorosos de Nim y de la función que cada día se representa en la pista.

Tras la presentación de toda la compañía, la función sigue la historia de Nim y Margot como hilo conductor, apoyada por la proyección de algunos vídeos en un significativo blanco y negro, con la locución del propio Emilio Aragón. La actuación de la bailarina y acróbata, ingrávida por suspensión, es el primer número del programa. Luego, un alambrista logra la atención de Margot con sus saltos y equilibrios pero Nim no desespera; multiplica sus esfuerzos a través de su arte con su pincel gigantesca y deliciosamente desproporcionado.

Una proyección muestra sus cuadros junto a la siempre increíble fantasía del surrealismo daliniano con la aparición, entre otras pinturas, de sus célebres “relojes blandos” de La Persistencia de la Memoria. Al tiempo, artistas sobre zancos crean la ilusión de animales un tanto oníricos, producto de la rica imaginación de sus creadores. Margot, mientras, eleva sus danzas hacia una hermosa Luna, haciéndose aún más inalcanzable para Nim.

La chelista aporta la calidez de timbre de su instrumento y la emoción inseparable de la ejecución en directo. Al tiempo, un notable malabarista ejecuta su número sumando aros y más aros que multiplican su dificultad. Y crecen los aplausos de un público cada vez más entregado, cada vez más rendido a la magia única y  envolvente del espectáculo. A esa nebulosa de colores que Nim materializa en gasas a las que hace aparecer, bailar y desaparecer para, mediante el asombro, enamorar  a Margot.

Nim, entre parte de la compañía


En vano. Ella sigue en otra onda y el público –repartido por la butaca ocupada o por género a la voz de un payaso en jefe- va entrando progresivamente a formar parte de un número musical. Este acaba con la célebre el Mana-Mana coreado por un público de padres y madres a los que la canción les trae quizás un recuerdo de meriendas con olor a crema de cacao y avellanas viendo Barrio Sésamo.

El vídeo que da fin a la primera parte del espectáculo trajo a algún abuelo y abuela presentes en la sala emocionantes recuerdos de una lejana niñez. La emoción para ellos se elevó hasta la cima de la carpa de un lejano circo, aquel lejano espacio desde donde ejercían su vertiginoso imperio…

¡¡la reina del trapecio…

(perdón por el grito, pero esto hay que recordarlo en la voz de sonoridad siempre hiperexpresiva de un jefe de pista vestido de rojo sobre el fondo de un redoble de tambor)

…Pinito del Oro!!  

O su sucesora

¡¡La grandísima única e inimitable…  Miss Mara!!

Algunos no pudimos salir a estirar las piernas en el descanso. La emoción fue como un  potente adhesivo hacia el cuero de las butacas del Colón y nos retuvo pegados a ellas todo el enteacto.



La música zíngara presente en tantos números circenses hizo su aparición en la segunda parte. Bailarinas y niños en el vídeo de inicio de esta dejaron paso a un número que bien puede haber sido inspirado por aquellas diosas del trapecio. Una trapecista, volando en un aro, fue incrementado la dificultad de su actuación hasta girar en vueltas de velocidad inverosímil que la convierten visualmente en un huso de reflejos metálicos azul cobalto, como si de un colibrí humano se tratase.



Un arquetípico portor en trapecio fijo, dando fuerza y movimiento a un a grácil trapecista terminó de colmar las ansias de elevación a las alturas que todo espectador de circo, consciente o inconscientemente, compra con su entrada.  Tras un dúo de saltimbanquis en un clásico número de balancín, que exploraron las alturas del escenario en una exhibición de fuerza y equilibrio, llegó toda una troupe de payasos, incluyendo a Nim como augusto y con un clown de pantalón arlequinado.

Su actuación es una divertida parodia del hombre bala –un “voluntario” del público-, con alusiones a aquellos Coyote y Correcaminos (el cohete era marca ACME) y a la serie Expediente X. Dos soberbios equilibristas protagonizaron el número final y un vídeo de despedida rindió merecido homenaje a todos esos momentos, horas, días y años de preparación que necesita todo número de circo, toda función en “el mayor espectáculo del mundo”.

La presentación de toda la compañía (sin citar nombres, la humildad franciscana de los artistas de circo contrasta con la antigua locuacidad de en la presentación de sus números) finaliza una tarde de la que niños y mayores tuvimos la oportunidad de flotar entre ilusiones y sonrisas. La parte técnica -una escenografía, atrezzo y vestuario rigurosamente “historicistas”- recreó idóneamente el ambiente de aquellos primeros circos modernos. Por su parte, la iluminación tuvo tal y tan buena funcionalidad que casi se olvida uno de la natural complejidad de esta parte del espectáculo.

Pocas veces una empresa, Productores de Sonrisas, tuvo un nombre tan adecuado. El saludo de toda la compañía tuvo un momento de especial emoción para al menos dos de los espectadores. Fue cuando, tras los artistas, saludó desde el escenario un grupo de técnicos y aquellos no pudieron por menos de recordar a alguien muy querido, que durante muchos años formó parte del mágico mundo del circo iluminándolo desde su cabina de mando. Allá donde estés, seguramente dando luces y colores a otras realidades o fantasías, un beso, Doval. ¡Ah! Y recuerdos a Fofó.