06 junio, 2021

Texturas y honduras



 



A Coruña, 4 de junio, Coliseum. Orquesta Sinfónica de Galicia. Dima Slobodeniouk, director. Programa: Hans Abrahamsen (1952), Concierto para trompa y orquesta; Serguéi Rajmáninov (1873-1943), Sinfonía nº 1 en re menor, op. 13.


Cartel del concierto

El estreno en España del  Concierto para trompa de Hans Abrahamsen  suponía seguramente el mayor aliciente en el programa del penúltimo concierto de la temporada 2020-2021 de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Y lo primero que hay que decir al respecto es que la composición del danés no solo no defraudó sino que, incluso, superó las expectativas de muchos de los asistentes al concierto.

Dos datos a tener en cuenta a la hora de hablar de esta obra: el primero es que Abrahamsen tocaba la trompa en el colegio y ese fue su primer contacto con la música; el segundo, que Abrahamsen escribió la obra para Stefan Dohr –principal de trompas de la Filarmónica de Berlín-, quien fue su solista en A Coruña. Y lo será en todas partes durante la exclusividad de tres años acordada con el autor, como es el uso habitual de este en estos casos (Barbara Hannigan, intérprete de Let me tell you con la Sinfónica el 22-05-2015, tenía una exclusividad semejante).


Hans Abrahamsen

Los textos de este ciclo de canciones, basado en la novela corta del mismo nombre de Paul Grifiths (1947), eran producto del esfuerzo conjunto de Grifiths, Abrahamsen y la selección creaba una frágil atmósfera llena de delicadeza cabalmente trasladada a sonido por la música de Abrahamsen. Esta creación de atmósferas mediante el uso de texturas orquestales  es una de las características más personales y definitorias de la música de Abrahamsen; pero no deja de ser un medio más para la expresión de su arte, que el autor danés emplea idóneamente también en el Concierto para trompa y orquesta.

El Concierto para trompa es el cuarto encargo de la Filarmónica de Berlín -este, conjuntamente con la Philharmonia de Auckland, la NHK de Tokio, la de la Radio de Holanda y la Orquesta Sinfónica de Seattle-. Los anteriores fueron Nacht und Trompeten (1981), el mencionado ciclo Let me tell you y Tres piezas para orquesta, encargo para la despedida de Sir Simon Rattle como titular de la orquesta berlinesa.

El Concierto para trompa se divide en tres movimientos pero no sigue el tradicional esquema clásico, rápido-lento-rápido sino que abre sucesivos climas sonoros creados por las distintas texturas orquestales -junto a cambios de tempo e intensidad- sobre los que la trompa va desplegando su canto. Al inicio del primer movimiento, Sehr langsam und mit viel Ruhe (“Muy despacio y con mucha calma”), percusión en pianissimo  y el arpa extienden como un transparente cendal de bruma sobre el que, como en un eamanecer, se eleva la luz de la trompa en un motivo de dos notas en segunda descendente.


Stefan Dohr en un ensayo del concierto
 

Dicen que las emociones en la música las produce la melodía; obras como las de Abrahamsen refuerzan la idea, comprobada en tantas anteriores, de que, como mínimo, la melodía lo hace sobre el apoyo de la armonía y del color instrumental. De esta forma, el Concierto para trompa logra satisfacer generosamente el fin último de la música, que no es otro que emocionar a quien la escucha.

Los climas sonoros bucólicos, casi paisajísticos, los cambios dinámicos y de tempo continúan hasta el que nos introduce en el segundo movimiento, mucho más movido en su inicio –está marcado como Stürmisch und unruhig (“Tormentoso e inquieto”)-, rápidos cambios de ritmo y una dramática confrontación solista-orquesta, que va desapareciendo al final del movimiento tras una nueva incursión en un paisaje sonoro de gran serenidad.

El tercer movimiento, Sehr langsam, ohne zeit (“Muy despacio, sin tiempo”), parece surgir de la nada sobre los latidos de bombo y timbal hasta llegar a una sección de increíble luminosidad orquestal sobre la que destacan nuevamente los requerimientos técnicos a la trompa. Dohr los superó sin despeinarse, haciendo música y de la grande. Luego, en la coda, su instrumento se fue fundiendo gradualmente con la orquesta, cerrando el círculo de una obra redonda soberbiamente interpretada como producto de la técnica al servicio de la expresión. A lo que cabría añadir la seguridad de quien, como su destinatario, conoce la obra en toda su profundidad desde su creación.


Slobodeniouk y Dohr en un ensayo del concierto


Slobodeniouk y La Sinfónica -no podía ser de otra forma en una obra en la que la orquesta es una parte fundamental- fueron mucho más que eficaces acompañantes de Dohr, con una calidad instrumental y artística que demuestra por qué esta orquesta está considerada entre las mejores de España y, como dijo hace años el desparecido maestro Maazel, competitiva con las grandes orquestas europeas.

Desde lo hondo

Dima Slobodeniouk parece llevar la Primera de Rajmáninov en lo más hondo de su conciencia musical y los resultados de su entusiasta interpretación del viernes de la obra así lo demostraron. Desde el motivo inicial de cuatro notas que habrá de generar prácticamente toda la sinfonía, el titular de la Sinfónica hizo un ejercicio de control del sonido y de la tensión expresiva que habría de prolongarse y aun crecer a lo largo de toda la obra. Tras la introducción del primer movimiento, Grave – Allegro non troppo, y el canto inicial por violines segundos y chelos, el tema fugado y su desarrollo tuvieron una gran claridad de líneas, con un aire de notable dramatismo en su desarrollo.

En el Allegro animato destacó el bien logrado contraste por el cambio a ritmo ternario y su aire algo danzante, así como el posterior y progresivo aumento de la tensión. Las violas, espléndidas, insuflaron la profundidad y calma del tercero, Larghetto, y fueron notables los solos de oboe de David Villa, de flauta de Claudia Walker -y, fuera de contexto, el de un coche cuya marca no pude identificar, que solo por un momento logró romper el encanto de los anteriores-. Nada que no remediara espléndidamente el solo de trompa de David Bushnell con su agudo final de duración casi infinita.

Las trompetas tuvieron su aire marcial en  el motivo inicial, repetido por tres veces en el Allegro con fuoco, al que imprimieron idóneo carácter finalizador de decisión y avance. El canto en registro grave de las cuerdas y su reiteración hasta el golpe de gong y el lento cambio a modo mayor con el que finaliza la obra dieron a esta el último toque de expresión, en una gran interpretación del maestro ruso. De dentro afuera; como dice el título del salmo 129, “Desde lo hondo…”

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