A Coruña, 28 de mayo, Palacio de la Ópera. Orquesta
Sinfónica de Galicia. David Grimal, violín y director artístico.
Programa. Wolfgang Amadeus Mozart: Conciertos
para violín y orquesta: número 1 en
si bemol mayor, KV 207; número 2 en
re mayor, KV 211, y número 3 en sol
mayor, KV 216.
El del viernes 28, el último
concierto de la Sinfónica en el Palacio de la Ópera en esta temporada, ha sido
un concierto singular, una de esas raras
maravillas a las que esta orquesta tiene acostumbrados a sus abonados y
demás melómanos de A Coruña. David Grimal volvía al escenario del
Palacio de la Ópera de A Coruña, donde sus
actuaciones se cuentan por triunfos desde hace años. Como en otros
muchos escenarios y con otras muchas orquestas, para las que cada concierto de
Grimal supone una semana especial.
Cartel del concierto |
El creador de la orquesta
Les Dissonances es, ante todo,
un gran músico que hace de cada concierto un ejercicio de estilo, algo que solo
se puede lograr una técnica impecable y desde el más profundo conocimiento de
cada época y compositor. Y si en anteriores ocasiones Grimal nos dejó asombrados
con Beethoven o con Brahms, en esta devolvió al público de A Coruña el más
auténtico Mozart. Ese que cada año, a finales de la primavera, traía a la
ciudad el desaparecido Festival de su nombre.
La precisión que logra Grimal
–imprescindible siempre pero cuya ausencia se sufre más en compositores como
Mozart- proviene de su método de trabajo, responsabilizando a todos y cada uno
de los músicos de la orquesta en un ejercicio de escucha mutua, de
responsabilidad colectiva. Algo que debe y suele estar siempre presente en las
orquestas pero que se ve aumentada cuando estas tocan con el músico francés, trasladando
a la gran orquesta los métodos ¡y el espíritu de colaboración! de la música de
cámara.
Grimal y la OSG durante un ensayo del concierto |
Así las cosas, el concierto fue
una verdadera fiesta en la que Grimal ejerció de maestro de ceremonias con su
elegante y habitual discreción y economía de gestos y todos y cada uno de los
músicos de la Sinfónica fueron coprotagonistas de la velada. Unos efectivos
reducidos al mínimo –5-4-3-2-1 en las
cuerdas, que tocaron sin vibrato y a los que se sumaron las dos flautas del Concierto nº 3-, lograron un sonido limpio
y bien coloreado y una adecuación estilística de primer orden, con las
necesarias fuerza y sutileza en los momentos oportunos. Como solista, Grimal
estuvo integrado en el sonido de la orquesta y brillante en los solos,
especialmente en las cadenzas.
¿Se puede pedir más? Sí. Más
de lo mismo en cuanto se pueda. Y que la
pandemia y las circunstancias de todo tipo permitan a la Sinfónica volver a su
casa en las mejores condiciones y no solo por lo que hace a la acústica, sino
por el buen desarrollo del trabajo diario en lo que se refiere a confort y,
sobre todo, seguridad laboral y sanitaria de sus músicos y público.
No hay comentarios:
Publicar un comentario