01 junio, 2021

Ejercicio de estilo

 




A Coruña, 28 de mayo, Palacio de la Ópera. Orquesta Sinfónica de Galicia. David Grimal, violín y director artístico. Programa. Wolfgang Amadeus Mozart: Conciertos para violín y orquesta: número 1 en si bemol mayor, KV 207; número 2 en re mayor, KV 211, y número 3 en sol mayor, KV 216.


El del viernes 28, el último concierto de la Sinfónica en el Palacio de la Ópera en esta temporada, ha sido un concierto singular, una de esas raras  maravillas a las que esta orquesta tiene acostumbrados a sus abonados y demás melómanos de A Coruña. David Grimal volvía al escenario del Palacio de la Ópera de A Coruña, donde sus actuaciones se cuentan por triunfos desde hace años. Como en otros muchos escenarios y con otras muchas orquestas, para las que cada concierto de Grimal supone una semana especial.

Cartel del concierto


El creador de la orquesta Les Dissonances  es, ante todo, un gran músico que hace de cada concierto un ejercicio de estilo, algo que solo se puede lograr una técnica impecable y desde el más profundo conocimiento de cada época y compositor. Y si en anteriores ocasiones Grimal nos dejó asombrados con Beethoven o con Brahms, en esta devolvió al público de A Coruña el más auténtico Mozart. Ese que cada año, a finales de la primavera, traía a la ciudad el desaparecido Festival de su nombre.

La precisión que logra Grimal –imprescindible siempre pero cuya ausencia se sufre más en compositores como Mozart- proviene de su método de trabajo, responsabilizando a todos y cada uno de los músicos de la orquesta en un ejercicio de escucha mutua, de responsabilidad colectiva. Algo que debe y suele estar siempre presente en las orquestas pero que se ve aumentada cuando estas tocan con el músico francés, trasladando a la gran orquesta los métodos ¡y el espíritu de colaboración! de la música de cámara.




Grimal y la OSG durante un ensayo del concierto


Así las cosas, el concierto fue una verdadera fiesta en la que Grimal ejerció de maestro de ceremonias con su elegante y habitual discreción y economía de gestos y todos y cada uno de los músicos de la Sinfónica fueron coprotagonistas de la velada. Unos efectivos reducidos al mínimo –5-4-3-2-1  en las cuerdas, que tocaron sin vibrato y a los que se sumaron las dos flautas del Concierto nº 3-, lograron un sonido limpio y bien coloreado y una adecuación estilística de primer orden, con las necesarias fuerza y sutileza en los momentos oportunos. Como solista, Grimal estuvo integrado en el sonido de la orquesta y brillante en los solos, especialmente en las cadenzas.

¿Se puede pedir más? Sí. Más de lo mismo en cuanto  se pueda. Y que la pandemia y las circunstancias de todo tipo permitan a la Sinfónica volver a su casa en las mejores condiciones y no solo por lo que hace a la acústica, sino por el buen desarrollo del trabajo diario en lo que se refiere a confort y, sobre todo, seguridad laboral y sanitaria de sus músicos y público.

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