20.11.2017, Vigo,
Auditorio Afundación. Camerata OSG. Director, Wladimir Rosinskij. David Villa,
oboe; Ruslana Prokopenko, violonchelo; Francieco Regozo, viola.
La posibilidad de
asistir a un concierto fuera de los circuitos habituales, especialmente si
obliga a salir por unas horas de la propia “zona de confort”, es algo siempre
estimulante. Una tarde-noche, si se sabe aprovechar, da de sí más de lo que
indica su resumen: un viaje en tren a Vigo leyendo poemas de una poeta amiga
-siempre sugerentes de nuevas canciones-; una breve charla en la que renovar
esencias de la relación con un viejo amigo y un concierto en un local distinto
de los habituales para escuchar el trabajo de una agrupación a la que viste
nacer y a la que desde entonces no habías vuelto a escuchar en directo. Unas
horas que en su conjunto refrescan el ánimo y, por las emociones vividas,
alegran el espíritu.
La Camerata OSG inició
su andadura en noviembre de 2013 con un concierto
en el Teatro Filarmónica de Oviedo. En estos cuatro años, el grupo ha
madurado al tiempo que mostraba en diversos escenarios su capacidad; algo que en
el concierto del lunes 20 le ha permitido ganar la batalla a la extraña
acústica de la sala pequeña del Auditorio Afundación, que transmite mejor los
pequeños ruidos que el sonido de conjunto y solistas.
Rosinskij, Villa, Camerata OSG |
El programa tuvo la
ecléctica amplitud temporal y estilística de su propósito: “difundir obras para
pequeña orquesta de cámara, intentando abarcar un repertorio lo más ecléctico
posible”. Estas características exigen un considerable esfuerzo adicional de
concentración de los intérpretes en el plano emocional de su interpretación, no
siempre apreciable por parte del público. Pero por la variedad que aportan
facilitan y amenizan la escucha.
Objetivo logrado que
les permite llegar al público tan habitual de las sociedades filarmónicas:
abundante de personas que por su edad sería habitualmente muy conservadora,
pero con un buen porcentaje de verdaderos melómanos bien capaces de apreciar la
música de reciente composición. Exactamente, lo que manifestó el público que
asistió al concierto de la Camerata OSG en Vigo con su acogida a la obra de
Wladímir Rosinskij que cerraba la primera parte del programa.
La velada se había
iniciado con el Concierto para oboe y
cuerdas en la menor, RV 461 de Antonio Vivaldi (1678 – 1741). La
interpretación de David Villa, plena de adecuación estilística, ofreció todo el
color, calor y sentimientos que ofrece la escritura vivaldiana, desde la serena
alegría o vivacidad de los movimientos extremos a la elevada dulzura de su
canto en el Larghetto central. Algo
que contradice en absoluto la célebre frase de Stravinski, luego convertida en tópico,
según la cual el responsable de las orquestas de los
hospicios del Ospedale
della Pietà “escribió un solo concierto que repitió cientos de veces”.
David Villa |
Su interpretación fue
el mejor precalentamiento de espíritus del auditorio de cara al resto del
programa, empezando por la obra que siguió a su intervención. Y es que
Rosinskij extrajo de la tierra en que hunde su raíz la obra de Alexander
Glazunov (1865 – 1936) la savia que recorre cada ramificación de su Tema y variaciones para orquesta.
La hondura del tema en
registros grave de la cuerda en el tema inicial, tocado sulla tastiera, tuvo su continuación en la serenidad del canto de
los violines en la primera variación sobre el pizzicato del resto. Luego destacó el buen hacer del conjunto en el
afable diálogo, el vigor rítmico casi danzante de las variaciones centrales y
el serenísimo final, que predispuso a la escucha del Grave para chelo y orquesta de Jiří Antonín Benda.
Con ésta obra llegó el
momento de la emoción más honda, emanada de la partitura del compositor bohemio
en manos de Ruslana Prokopenko. Desde el registro grave de su chelo al inicio
de su interpretación llegó la onda de su redondo sonido; luego, al elevarse a
las notas agudas del instrumento, su gran capacidad expresiva, siempre al
servicio de la partitura, puso los corazones en un puño, recibiendo una sonora
ovación de los filarmónicos vigueses.
Ruslana Prokopenko |
La última obra antes
del desccanso fue Una alucinación... variante
dos y está escrita por el propio director de la agrupación. El “tema
pseudobarroco” inicial que la abre da paso a una composición con toda la
personalidad de la obra rosinskiana. Su característica originalidad temática se
manifiesta desde el primer compás con una especie de “afinación reservada”
entre los solistas, pronto desmentida: un sorprendente principio que relfeja el
peculiar humor del autor.
La creación de
ambientes oníricos –o alucinatorios, como reclama el título de la obra- está
presente a lo largo de toda ella. A ello contribuyen varios factores: la variedad
y tensión rítmica típica de Rosinskij, el tratamiento armónico con algún punto
de acidez sonora en sus estimulantes disonancias; el diálogo entre distintos,
entre rivales –casi una proclamación de principios en Rosinskij desde su Concierto
Misterio-; un cierto sarcasmo con algo de descreimiento, continuas
sorpresas y un excelente dominio de la instrumentación.
Éste se manifiesta
tanto en las partes del grupo como en las de los solistas: en aquél, esas sirenas como de alarma o fábrica antigua,
quién sabe si como huellas de la juventud vivida en su tierra natal; en las
respuestas de las secciones a los solistas o entre ellas; en episodios
explosivos aquí o allá o en unos latidos en las cuerdas del contrabajo que
pronto se disuelven en el grupo para reaparecer marcando el pulso del sereno,
casi silente, final de la obra.
Villa, Prokopenko, Rosinskij y Camerata OSG |
Las partes solistas
son de una exigencia extrema y plasman la inquebrantable confianza en ellos de
un autor que al componer siempre piensa en los intérpretes a que destina cada
trabajo. Así surgen de la forma más natural del oboe unos temas que llegan a
alcanzar una belleza extremadamente emotiva.
Así lo hace el canto del chelo, cuya demanda técnica
incluye prácticamente toda variedad posible de ataques de arco, falsos
armónicos y otros puntos expresivos, que la inquietud compositiva de Rosinskij
precisa para dar salida a sus impulsos creativos. Villa y Prokopenko estuvieron
a la gran altura requerida por la obra, la misma que suelen mostrar en sus
intervenciones solistas con la Sinfónica de Galicia.
Tras el descanso, Francisco Regozo hizo gozar también de her
mosísimos momentos a traves del buen sonido que extrae de su viola y su gran
capacidad como intérprete. La Trauermusik
(Música de difuntos) de Paul Hindemith (1895 – 1963), una suite para viola y
orquesta es un exponente del dominio del instrumento por parte de su autor, eminente
violista, además de compositor y musicólogo.
Francisco Regozo |
La serenidad de las notas iniciales del primero de sus cuatro
movimientos se ve periódicamente rota por accesos de dolor pronto contenidos,
lo que se repete con diferenrtes matices en el segundo y restantes. Regozo
expresó todos esos sentimientos con el poderío y el terciopelo de su registro
bajo -semejante al del mullido tanino de un tinto de cuidadísima crianza que
presentara la madera idóneamente integrada en los aromas de la fruta- y el
brillo y destellos propios de un Godello en sus medios y agudos. Y todo ello
servido en la mejor copa de su depurada musicalidad.
El violín de Dominica Malec expresó con calidez el calmo
lirismo en la primera parte del Aria y
baile para cuerdas de Frederick Delius (1862 – 1934) muy bien secundada por
la Camerata OSG. La segunda parte tuvo tranquila expresión y el encanto del de
una danza de carácter rural.
El Romance en do para
cuerdas, op. 42 de Jean Sibelius (1843 – 1957) reflejó la vivencia de
alguno de los más oscuros momentos de la vida de su autor aun salpicado aquí y
allá del hermoso pero inquietante brillo de una aurora boreal. La versión de
Rosinskij y la Camerata fue hermosa y lleana de todo el sentido de la obra,
arriba descrito.
Acabar con música de Edvard Grieg (1843 – 1907) es siempre un
acierto de programación. Especialmente si se trata de alguna de sus suites para
orquesta. La programada en el concierto de Vigo fue la Suite Im alten Style, aus
Holbergs Zeit. Idónea regulación dinámica, precioso sonido y fidelidad a la
partitura fueron las coordenadas qudeslde als que Rosinskij y su grupo crearon
un delicioso ambiente arcaico en el que el auditorio de la Filarmónica de Vigo
se elevó a una temperatura de verdadera calidez artística.
Saludo final de la Camerata OSG |
Esta calidez. manifestada en los largos aplausos del público
fue recompensada con una propina bien fuera de los usos habituales, llena de
ritmo y swing, que hizo exclamar a algún empedernido melómano: “Así se remata un concierto”.
Nada que añadir.
NOTA: Todas las fotos están tomadas de un vídeo de Antonio Cid durante el concierto de la Camerata OSG, con el mismo programa, para la Sociedad Filarmónica de Lugo
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