29 noviembre, 2022

Entrevista con B. Brönnimann

 




La RFG es una orquesta con mucho potencial y tiene un plan estratégico en el que creo y que va muy bien con mi manera de entender la música

 

La Real Filharmonía de Galicia ha presentado a Baldur Brönimann (Basilea, 1968) como su nuevo director titular y artístico. Suizo residente en Madrid desde hace diez años, ha dirigido a la RFG en marzo de 2019 y en septiembre de 2022, esta vez en el concierto del proyecto “Sensoxenoma”. Brönimann tiene ideas muy claras cobre la misión de una orquesta en relación con su comunidad, que expone en esta primera entrevista con Líneas Adicionales

 


 

Pregunta. ¿Cuál fue su primer contacto con la Real Filharmonía de Galicia?

Respuesta. La primera nos conocimos en el marzo del 2019. Pero ya sabía de la RFG mucho antes, cuando trabajaba como director titular en Casa da Música en Oporto.

P. ¿Qué le ha llevado a aceptar el nombramiento como director titular y artístico de la RFG? ¿Qué valora más de esta orquesta?

R. Por un lado es una orquesta con mucho potencial y, por otro, tienen un plan estratégico en el que creo y que va muy bien con mi manera de entender la música. Muchas orquestas no definen muy bien adónde quieren ir, que en mi opinión es un gran error. Pero la RFG sí se ha pensado su futuro y su misión y creo que es un proyecto ilusionante y valiente.

Además, tienen una escuela que creo que es un gran activo a la hora de potenciar la relevancia de la orquesta para la sociedad y para formar futuros músicos y futuros públicos.

 

“Si queremos volver a que un Beethoven nos provoque o un Wagner nos sorprenda, tenemos que poner las obras maestras del pasado en contacto con el repertorio de hoy”


P. ¿Qué entiende por desafiar los límites de la música clásica? Y, dada la llamémosle “fría acogida” de una buena parte del público a la música contemporánea, ¿hasta dónde llega su compromiso con la creación actual?

R. Hasta el siglo XIX había un diálogo muy vivo entre el público y el repertorio contemporáneo. De hecho, muchas de las grandes orquestas europeas se formaron porque el público quería escuchar la música de su tiempo una y otra vez. Beethoven es un ejemplo, pero también Mendelssohn, Brahms, Wagner; el público se veía reflejado en las ideas, las preguntas y la estética de los compositores de su tiempo.

 

Hoy los compositores nos hacen el acceso a la música actual mucho más fácil que hace unos años: hay una diversidad estética muy grande

 

Yo creo que si queremos volver al centro de la expresión cultural de nuestro tiempo es imprescindible el diálogo con la creación actual. Y no solo lo digo para la música de hoy, sino también para el repertorio histórico: si queremos volver a que un Beethoven nos provoque o un Wagner nos sorprenda, tenemos que poner las obras maestras del pasado en contacto con el repertorio de hoy. Son facetas de una misma expresión cultural que forma parte tanto de nuestro tiempo como de siglos pasados. Hoy los compositores nos hacen el acceso a la música actual mucho más fácil que hace unos años: hay una diversidad estética muy grande que hay que celebrar, porque refleja nuestro mundo de hoy, y su multitud de voces.

Entiendo que a veces hay miedo a lo nuevo y lo desconocido; pero hay que crear confianza y darle herramientas al público para acercarse a todo tipo de música, no solo a la que ya conocen. Nosotros, los artistas, vivimos de nuestras convicciones y ojalá podamos generar el entusiasmo y el interés en el público para que viajen con nosotros, da igual si se trata de Schubert, de Mahler o de Olga Neuwirth.





P. ¿Cómo se plantea la renovación generacional del público?

Para llegar a otros públicos (más joven, o menos interesado, o con menos acceso etc.) hay que hacer primero una cosa: hablar con ellos y escucharlos. Nosotros (y me incluyo a mí mismo en esto) tenemos la costumbre de programar desde nuestra torre de marfil y ni nos enteramos como nos percibe la gente de fuera de nuestro pequeño mundo. Las costumbres de la escucha cambian en cada momento: la llegada de las plataformas digitales, por ejemplo, ha hecho aumentar el interés en la música clásica, pero este hecho no necesariamente se traslada a más público para conciertos clásicos. ¡Tenemos que escuchar, mirarnos a nosotros mismos con un ojo crítico y ser flexibles, porque los tiempos cambian y en la música clásica vamos hacia atrás en vez de hacia adelante!

 

La música clásica es una herramienta de empoderamiento, de convivencia y de diálogo crítico con nuestro pasado y presente

 

P. ¿Y su ampliación a otros públicos diferentes para una mayor implicación social de la orquesta?

R. La palabra “ampliación” me gusta mucho más que “renovación”. La música clásica es una herramienta de empoderamiento, de convivencia y de diálogo crítico con nuestro pasado y presente. Y esto no excluye a nadie. La orquesta misma, con su multitud de voces es una metáfora de una sociedad democrática. Y en eso radica nuestra misión de hacernos asequibles, de romper barreras (intelectuales, económicas, de clase...) y abrirle un espacio a la gente que sienta como el suyo, y donde se pueda reconocer.

 

El próximo paso es conectar con esos nuevos públicos y decirles claramente: esta sala es vuestra casa, somos vuestra orquesta y esta es vuestra música

 

A lo mejor es una ilusión pensar que a todo el mundo le puede llegar a interesar la música clásica. Pero creo que hay mucho más interés de lo que se ve en las salas, con gente que ni sabe quiénes somos y no saben lo que hacemos. ¡Y ahí tenemos que empezar!

Vuelvo al tema de la relevancia: Si no hacemos nada relevante para el público, tampoco va a venir nadie. Pero tenemos la inmensa suerte de tener un patrimonio musical histórico incomparable y una escena musical actual más activa y creativa que nunca. Así que el próximo paso es conectar con esos nuevos públicos y decirles claramente: esta sala es vuestra casa, somos vuestra orquesta y esta es vuestra música. Si estos puentes están firmes, el público va a venir. 




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