A Coruña, Palacio de
la Ópera, 24 de marzo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Juan Ferrer, clarinete;
Jesús López Cobos, director. Programa: Carl Maria von Weber, Concierto para clarinete y orquesta nº 1 en
fa menor, op. 73; Richard Strauss, Sinfonía
alpina, Op. 64, Trv 233.
Orquesta Sinfónica de Galicia |
Los conciertos de la
temporada en que la Orquesta Sinfónica de Galicia celebra sus bodas de plata siguen su
marcha ascendente, como si esta temporada fuese un gráfico representativo de la
vida de la orquesta que midiese su crecimiento artístico a lo largo de estos
veinticinco años. La semana pasada la
Sinfónica mostró su fuerza social e institucional subiendo la Orquesta de
Niños y todos sus coros en el escenario junto a la Sinfónica propiamente dicha.
Todos, bajo la batuta de su director honorario, Víctor Pablo Pérez, estrenaron Troula, del compositor gallego Juan Durán, en un concierto dedicado a la
memoria de Alberto
Zedda uno de los directores que más han influido en su calidad actual, por
la que es internacionalmente reconocida.
Jesús López Cobos |
Este último fin de
semana fue el momento de celebrar por todo lo alto otra de las relaciones más
fructíferas: la que viene teniendo (y todos deseamos que siga por muchos años)
con quien durante algunos años fue su director principal invitado. Jesús López
Cobos (Toro, Zamora, 1940) es, sin duda, el director español vivo de mayor
prestigio internacional, con cincuenta años de experiencia en los que ha sido
titular de algunos de los más importantes podios mundiales. Vaya como ejemplo
su dirección
general de música de la Ópera de Berlín (1981-1990), dirección musical del
Teatro Real en Madrid (2003-2010),o su titularidad en la Orquesta de Cincinnati
(1986-2000), Orquesta Nacional de España (1984-1988) o la Orquesta de Cámara de
Lausanne, entre otras, además de ser principal o habitual director invitado de
las mejores orquestas y teatros de ópera de Europa y América.
Con manos, boca y corazón
Juan Ferrer |
Y continuando el
homenaje que la Sinfónica viene rindiendo a sus músicos, estuvo también sobre
el escenario del Palacio de la Ópera su principal de clarinete. Juan Ferrer (Montserrat, Valencia,
1968) abordó la interpretación del Concierto
para clarinete y orquesta nº 1 en fa menor, op. 73 de Carl Maria von Weber.
La obra constituye todo un reto técnico y artístico para cualquier clarinetista
por su virtuosismo y su carácter. Las dificultades técnicas fueron mucho más
que superadas por Ferrer, que dio toda una lección de ataques, respiración y
control del sonido. Pero más aún de sentimientos expresados con esos medios.
En cuanto al carácter
de la obra, es un fiel reflejo de la vocación y dedicación operística del autor.
La introducción de su Allegro inicial
es casi una obertura en miniatura, en la
que el clarinete aparece como el personaje protagonista para pasar en su
desarrollo y recorrido armónico a lo que podríamos considerar la exposición del
drama y sus personajes.
El motivo inicial de Adagio ma non troppo es casi una
reminiscencia del principio del movimiento central del Concierto para clarinete, aunque un tono más grave que en éste y con
el lógico cambio de valores de las notas que lo estructuran rítmicamente. Tras
su serenidad inicial, bien semejante a la de su equivalente mozartiano, vuelve
a mostrar la vena dramática de Weber. Los arpegios del clarinete fueron
escalones por los que Ferrer ascendió a la atalaya de sus agudos, desde la que
dominó con su instrumento el amplísimo panorama que, como un bello atardecer,
parece surgir de la integración de su instrumento en el trío de trompas.
Momento final del Concierto para Clarinete de Weber Foto cedida por OSG | © Pablo Rodríguez |
Luego su buen hacer y
su explosiva personalidad extrajeron lo mejor de la música de Weber del Rondó final: un allegretto en el que el músico de la OSG se mostró como el mejor
protagonista de una obra llena de fuerza y lirismo. El espectacular final de la
obra y la brillantez que solista y orquesta alcanzaron contribuyeron al gran
éxito obtenido.
La ovación que recibió
Ferrer el viernes quedará como una de las más sonoras y duraderas que se hayan
escuchado para un solista en el Palacio de la Ópera coruñés. Jugar en casa
tiene sus ventajas; pero sólo si quien lo hace responde a las exigencias. Y Ferrer
lo hizo más que sobradamente el viernes –como, por otra parte, viene haciendo en
su atril desde su incorporación a la OSG-.
La ovación fue
correspondida por el clarinetista y sus compañeros de las secciones de cuerdas
con la interpretación de Sholem-alekhem,
rov Feidman!, una preciosa obra para clarinete sobre un tema tradicional
judío escrita por el autor húngaro Béla Kovács. Sus breves minutos fueron de
nuevo muestra tanto del virtuosismo y la sensibilidad de Ferrer como de la
ductilidad de una orquesta que sigue asombrando día a día a propios y extraños.
López Cobos dirigiéndose al podio Foto cedida por OSG | © Pablo Rodríguez |
Clases magistrales
Varias impartió López
Cobos en el concierto del viernes: la primera, de calidad humana y elegancia
personal al dejar todo el protagonismo a Ferrer tras la obra de Weber; la
segunda fue la breve charla micrófono en mano al inicio de la segunda parte del
concierto. Priemero, en un cálido homenaje a la Orquesta Sinfónica de
Galicia, a la que tan ligado se ha sentido desde la primera de sus actuaciones desde su podio, a principios de este s. XXI; luego, reclamando la necesidad de que
disponga por fin de “una verdadera sala
de conciertos” yal final, una magistral explicación de la Sinfonía alpina y los ocho motivos o temas en los que se basa, que
hizo tocar a las secciones orquestales correspondientes.
Y al final de su charla, la
más adecuada y brillante de todas estas clases magistrales: su interpretación de una obra monumental por muchos motivos: el primero, los efectivos necesarios, más de 130 músicos, en escena y entre
cajas, incluidos los de la Orquesta Joven (todos, pues, de la casa); un
segundo es su extensión, cincuenta minutos largos; y en último lugar, pero siendo lo más
importante, su grandioso círculo descriptivo de un día en las que quizás son las montañas más representativas de Europa.
Una versión como nunca
se había oído en este Palacio de la Ópera, por adecuación estilística y claridad expositiva. Pero sobre todo por el
rendimiento sonoro –y, lo que es más importante, musical y artístico- logrado por
todas y cada una de las secciones de la orquesta y sus solistas. Imposible e
injusto sería destacar alguna de aquéllas o alguno de éstos; absolutamente toda
la orquesta fue un prodigioso instrumento en manos de un gran director,
fenomenal músico excelente artista e inmejorable persona.
López Cobos en el podio; Florence Ronfort, al fondo Foto cedida por OSG | © Pablo Rodríguez |
Ver la entrega de su ramo de flores a Florence Ronfort al final del concierto y contemplar los momentos que la siguieron fueron la mejor demostración de su calidad y calidez personal. Y es que cuando la
idea está tan clara y el sentimiento es tan grande poco puede importar un
pequeño desajuste provocado por una entrada omitida o algún gesto poco
claro. Los aplausos de los músicos así lo afirmaron. La enorme ovación cuajada
de gritos de ¡bravo! del público así lo corroboró.
Vuelva pronto,
Maestro.
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