07 marzo, 2017

Evocatio, elevatio et exultatio





Xunqueira de Ambía, Colegiata de Santa María la Real, 4 de marzo de 2017. The Gentlemen Singers. Evocations. Programa: St. Wenceslas, canto del s. XIV; Franz Biebl (1906-2001), Ave María (Angelus Domini); Hans leo Haßler (1564-1612), Missa super dixit Maria (selección); Arvo Pärt (1935), Da Pacem Domini; Claudio Monteverdi (1567-1643), Magnificat secondo; Ola Gjeilo (1978), Ubi Caritas; Grzegorz Gewarzy Gorczycki (1667-1734), Sepulto Domino; Francis Poulenc (1899-1963), Quatre petites prières de Saint François d’Assise: Salut, Dame Sainte / Tout puissant / Seigneur, je vous en prie / O me trè chers frères; Thomas Tallis (1510-1585), If Ye Love Me; Jan Jirásek, Missa propia: Gloria / Miserere / Gloria (piezas compuestas por The Gentlemen Singers); John Lenon (1940-1980) y Paul McCartney (1942): Eleanor Rigby (arreglo Václav Kovář) / Here, there and everywhere (arr. Lukáš Prchal) / Blackbird (arr. D. Runswick) / All You need is Love (arr. Petr Wajsar).


Foto | Alberte Paz
cedida por Pórtico do Paraíso

Pórtico do Paraíso, Festival Internacional de Música de Ourense, celebra su décima ilusión (es curioso cómo llegan a veces las palabras al pensamiento y cómo se trasladan al teclado: la inercia de lo correcto me dictaba edición, pero esa magia que se produce a veces cuando uno escribe ha hablado más fuerte dentro de mi cabeza, diciendo “ilusión, escribe ilusión...” Bueno, al fin y al cabo, cada edición de Pórtico do Paraíso no deja de ser una ilusión renovada). Éste es un festival con una personalidad muy distinta a la mayoría y artistas y público se sienten –nos sentimos- ilusionados ante cada nueva convocatoria del festival.

Si el concierto inaugural del viernes tuvo toda la solemnidad y grandeza que de él se esperaba, el del sábado 4 tenía el aliciente inicial –norma de este festival año tras año- de descubrir un nuevo ámbito arquitectónico como espacio de conciertos. La Colegiata de Santa María la Real de Xunqueira de Ambía se revelaba un contenedor idóneo para que un grupo como The Gentlemen Singers interpretara la música religiosa programada, con obras escritas entre los siglos XIV y XXI.

Foto de Alberte Paz
cedida por Pórtico do Paraíso
Y éste fue el primer gran acierto del programa: intercalar obras del s. XX entre cantos religiosos del XIV o de esa tradición católica creada a partir del Concilio de Trento, como tan acertadamente explicó Alexandre Delgado en su presentación del concierto del viernes en San Martiño. La entrada de The Gentlemen Singers desde la puerta principal de Santa María hasta su altar mayor -plena del mejor aroma procesional y del canto gregoriano- condujo a los presentes a un recogimiento más monacal incluso que el meramente musical.

Inmediatamente después, el octeto checo produjo en el Ave Maria de Biebl la primera transformación de la noche: divididos en dos grupos de tres y cinco cantantes, The Gentlemen Singers dieron materialidad espacial a la espiritualidad del s. XX. Una situación que tendría feliz repetición a lo largo del concierto.


Foto de Alberte Paz
cedida por Pórtico do Paraíso
En Da Pacem Domine, de Arvo Pärt, hicieron llegar al auditorio a un feliz estado como de recogimiento por elevación. La sensación de que una parte de cada uno de los presentes iniciaba una ascensión tan apacible como inevitable se apoderó de muchos de quienes allí estábamos y quedamos felizmente presos de ella. Los solos de pura raigambre gregoriana del Magnificat de Monteverdi contrastaban con la polifonía de las respuestas corales, mostrando cómo estos contrastes cumplirían en su época su gran objetivo: impresionar a los feligreses con la multiplicación de las voces en las preces.

Tras el Ubi Caritas de Gjeilo, la maravilla vocal de unos filados absolutamente inimaginables en el Sepulto Domino de Gorczycki: la mejor demostración de un dominio vocal apabullante, que llevó sus pianissimi al extremo de la ppppperfección. Las prières franciscanas tuvieron esa espiritualidad de lo sencillo, tan personal del Poverello de Asís y que tan adecuada parece para una verdadera relación de la pequeñez del ser humano con lo trascendente; llámese Dios, Naturaleza o Cosmos.

En la otra orilla
Parafraseando un lenguaje militar, The Gentlemen Singers acababa de consolidar el dominio de un gran territorio -la historia condensada de espiritualidad y religiosidad de siete siglos- y se dispusieron a pasar al otro lado de un gran río, al territorio de los arreglos o composiciones propias del grupo. Para ello atravesaron el puente tendido por Thomas Tallis –If Ye Love Me- para la conquista absoluta. La nueva orilla estaba en sus manos.

Una vez en ella hicieron una interpretación literalmente espeluznante (según el DRAE, lo que pone eriza el pelo o las plumas) de tres piezas de la Missa propria de Jan Jirásec. El dominio de la materia vocal fue absoluto, no sólo por el canto de todos y cada uno de los componentes del grupo sino –casi por encima y más allá de esto- por la sabia conjunción de alturas, timbres, dinámicas y afinación.

Foto de Alberte Paz
cedida por Pórtico do Paraíso
La obra impresiona por su armonía llena de bellísimas disonancias, sus letanías del bajo a modo de nota pedal fraccionada en palabras y sílabas... y unos glissandi descendentes individuales -a veces portadores de luz, a veces sobrecogedores en su desgarro- siempre impresionantes en su relación armónica con el conjunto. Esta magnífica interpretación musical tuvo una soberbia materialización espacial con los ocho cantantes dispuestos en círculo alrededor del altar mayor de la Colegiata.

Consolidada la cabeza de puente de la nueva orilla, sólo les quedaba terminar de conquistar los corazones de sus habitantes. Las canciones de The Beatles fueron las arma de construcción masiva con las que lo lograron. Fue realmente espectacular ver cómo una iglesia llena hasta los topes –con todos los asientos ocupados y muchos aficionados escuchando de pie- se entregó a los cantantes. Y cómo estos “se soltaron la melena” con una actuación llena de simpática alegría que hizo brotar sonrisas y más sonrisas en las caras de quienes los escuchaban.

Foto de Alberte Paz
cedida por Pórtico do Paraíso
Propinas ligeras, más cantos espirituales en procesión y con nuevas distribuciones espaciales elevaron la temperatura emocional casi hasta la fiebre. ¿O fue el tremendo frío físico que allí pasamos el que produjo la que ahora sufrimos?

A saber. Sólo puedo decir que mereció la pena.


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