03 febrero, 2023

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A Coruña, viernes 27 y sábado 28 de enero, Orquesta Sinfónica de Galicia. Programa: Thomas Adès, Concierto para piano (estreno en España); Gustav Mahler, Sinfonía nº 1 en re mayor, “Titán”


Lo comentaba acertadamente un músico de la Sinfónica a la salida del concierto: la semana anterior había dirigido Víctor Pablo Pérez y esta Dima Slobodeniouk. Una secuencia como directores invitados de los dos anteriores titulares de la orquesta. Solo ha faltado que el concierto del próximo viernes 3 fuera dirigido por Roberto González-Monjas para resumir en menos de un mes la historia y el futuro de los enfoques en la dirección musical y artística de la orquesta.




Dima Slobodeniouk | Foto OSG


Comentado ya por extenso en este blog el concierto dirigido por Víctor Pablo Pablo el pasado día 20, el dirigido por Slobodeniouk del viernes 27 tuvo, como no podía ser menos, algunos puntos en común y otros de diferencia con el anterior. En común, sobre todo, la cariñosa acogida a ambos extitulares de la OSG; tanto por los músicos como por el auditorio. La diferencia, casi todo lo demás, especialmente por lo que hace al repertorio interpretado aunque también en estilo de dirección y resultado sonoro.


…o todavía "contemporánea"?

Hace tiempo que la música dobló el “Cabo de Hornos” del dogmatismo inherente a los movimientos que surgieron del serialismo, pero aún perdura su lógica y más dañina consecuencia. La desconfianza y desapego por una mayoría del público aficionado a la música culta de todo lo que sea huela a contemporáneo.

Por más inapropiada que sea a veces esta etiqueta: de Schoenberg a nuestros días ha pasado, aproximadamente, tanto tiempo como de la muerte de Beethoven al surgimiento de la llamada Segunda Escuela de Viena. Mientras, podríamos considerar el serialismo y sus más inmediatas derivadas como un movimiento que, como dice Alessandro Baricco, sigue constituyendo “el objeto de deseo de una minoría absoluta”[i].

Abría programa el estreno en España del Concierto para piano de Thomas Adès, una obra estrenada por el autor al frente de la Sinfónica de Boston en marzo de 2019, actuando como solista el mismo Kirill Gerstein. Titular así una obra, sin noticia de tonalidad, de número de catálogo ni cualquier otra es toda una declaración de intenciones.

Es una música no precisamente tonal. Es un concierto para piano (y orquesta, claro). Está dividido en movimientos, rápido-lento-rápido, que se tocan por separado y tienen nombres tan convencionales como Allegramente, Andante gravemente y Allegro gioioso. Y, finalmente, el piano es protagonista destacado  junto y frente a la orquesta, con momentos de gran virtuosismo, tanto de técnica como de demanda expresiva. 



Thomas Adès (c) www.marcoborggreve.com


Estas características, que pudieran sonar a perogrullada, se unen en la obra, dando sus intérpretes grandes posibilidades de éxito y lucimiento; solo eso, pero nada menos que todo eso. Y solo eso, que se dice pronto, es lo que supieron aprovechar Gerstein, la Sinfónica y Slobodeniouk. Y nada menos que todo eso, lucimiento y éxito bien merecidos, es lo que obtuvieron en A Coruña la noche del viernes 20.

Afortunadamente, la composición contemporánea se ha liberado de dogmatismos y así podemos gozar -que emocionar espíritus y complacer oídos es la el fin último de la música- de obras como este Concierto para piano de Adès. Una música actual, realmente contemporánea, en la que el autor usa la tradicional estructura tripartita, la forma sonata en lo que se podría llamar en cine mediometraje (la obra dura poco más de 20 minutos) y una orquestación tan amplia como brillante.

Si a ello unimos la influencia del jazz, especialmente en temática y rítmica de los movimientos rápidos, y una gran evocación de sentimientos del lento, tenemos la traslación al s. XXI de lo que dijo Ferenc Liszt a Edvard Grieg tras escuchar su Concierto para piano en la menor, op. 16: “muchacho, ha encontrado usted la fórmula”.

Estas fórmulas, como cualquier receta de cocina o pastelería, puede leerlas e intentar llevarlas a cabo cualquiera. Pero solo un buen cocinero o repostero, no necesariamente profesional, puede lograr su realización. El éxito supone más que la mera lectura de la receta: el tratamiento adecuado de los ingredientes en orden, tiempos y temperaturas -lo que es en música el análisis de la partitura- y la traslación a sonidos de su letra  y de su espíritu.




Kirill Gerstein | Foto OSG


Nadie mejor que el solista que trabajó con el autor antes del estreno de la obra para conocer a fondo su letra y espíritu y convertir estos en sonido para su escucha por un auditorio. Como hizo Gerstein con brillantez tímbrica y rítmica (qué maravillosa elasticidad en los tempi y qué gran concordancia con Slobodeniouk) de pura estirpe jazzística en los movimientos extremos. La profundidad del Andante gravemente, es casi un adagio por los sentimientos dolorosos, a veces lacerantes, que despierta y que Gerstein lanzó como dardos desde su piano.

La OSG fue la otra parte importante del éxito del estreno español del concierto de Adès. El gran entendimiento con Slobodeniouk tras sus nueve años como director musical de la formación propició un acompañamiento y/o protagonismo idóneos en sus correspondientes fases a lo largo de toda la partitura. La orquesta aportó la adecuada y deslumbrante brillantez que la obra demanda en los movimientos primero y tercero, además del contraste con el Andante central y su oscuridad como de gruta llena de anfractuosidades.




Dima Slobodeniouk | Foto OSG


Volvió Dima y se trajo a Mahler

Como otras sinfonías de Mahler -si acaso con la excepción de las dos últimas, interpretadas pero poco o nada repetidas y la Séptima, que Víctor Pablo nunca gustó de dirigir- su Primera es obra de repertorio para la Sinfónica de Galicia.

El primer movimiento tuvo, al menos el viernes, un arranque un poco extraño, como algo falto de la sensación de misterio que debe provocar esa “suspensión” del sonido de las cuerdas -primera en el ciclo sinfónico de Mahler, en el que este efecto sonoro se repetirá en numerosas ocasiones- y solo cambió con el cambio de tempo y el primer canto de los chelos y su eco por la trompa.

El segundo movimiento levantó el vuelo y el ländler primigenio ganó en amplitud expresiva, transformándose en una especie de vals que alcanzó en el Trio la intimidad de un aparte en el balcón de un palacio imperial vienés.




Sección de contrabajos | Foto OSG


 La descreída ironía

La Marcha fúnebre fue planteada por Slobodeniouk con un carácter bien contrastante. Su inicio -quizás ejecutado con alguna p más de las dos que indica Mahler en la partitura, lo que llevó a confusión a algún veterano melómano- tuvo un aire más intimista que irónico, con una cierta dulzura en el contrabajo, aroma a madera seca en el fagot , la suavidad como aterciopelada del chelo y la serena discreción de la tuba.

De este carácter solo se salió cuando surgió el oboe solista como desde un manantial de ironía y apareció, por fin, esa marcha fúnebre absolutamente descreída de sí misma que Mahler indica como Mit parodie. A partir de ahí, Dima y la Sinfónica desarrollaron toda la ambivalencia alternante o conjunta entre lo sublime y lo grotesco tan propia del autor bohemio, con su culmen en el canon orquestal que comienza con el arpa marcando el tempo como un dulce metrónomo y su paulatino final.

 

Y estalló la tormenta

Lo hizo -y muy bien- al empezar el cuarto movimiento, que para eso es un Stürmisch bewegt (tormentoso, movido) de libro. Platillos y maderas agudas fueron como el rayo; el trueno casi inmediato, el trémolo del doble timbal; la tromba de lluvia y viento se puede oír, si así se quiere escuchar, en esa escala descendente-ascendente de la cuerda aguda.

La calma posterior, como rayos de sol entre las nubes, y el transcurrir de la existencia -entre idas y venidas, entre muertes y vidas de las gentes- son el primero de los  mundos sinfónicos creados por Mahler según su propia definición de su trabajo como compositor. La versión del viernes en el Palacio de la Ópera hizo honor al concepto y con tan alto nivel general que apenas se podría destacar momentos, secciones o solos. Como resumen, se podría decir que fue un Finale cum laude

La larga y ovación del público del Palacio de la Ópera fue compartida por Slobodeniouk con cada solista y sección de la Sinfónica, a los que destacó, como es costumbre, haciéndoles levantarse a recibir el aplauso del público, con el ambiente satisfecho y ya relajado que muestra la imagen. 




¿Destacando a? | Foto OSG


 



[i] Alessandro Baricco: El alma de Hegel y las vacas de Wisconsin. Biblioteca de ensayo Siruela, 2003.

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