A Coruña, 12 de octubre, Teatro Rosalía Castro. Crimen & telón. Idea original y
creación colectiva, Ron Lalá. Texto, Álvaro Tato. Composición y arreglos, Yayo
Cáceres, Juan Cañas y Miguel Magdalena. Dirección, Yayo Cáceres. Reparto en
gira, Juan Cañas, Íñigo Echevarría, Jacinto Bobo, Fran García, Miguel Magdalena
y Daniel Rovalher. Colaboración especial (voz en off) Ana Morgade. Cómic e ilustraciones, Óscar Grillo. Dirección
literaria, Álvaro Tato. Dirección musical, Miguel Magdalena. Iluminación,
Miguel Á. Camacho. Sonido, Eduardo Gandulfo. Vestuario y escenografía, Tatiana
de Sarabia. Realización de vestuario, Maribel Rodríguez, Davinia Fillol y Diana
García. Jefe técnico, Eduardo Gandulfo. Técnico de luces, Javier Bernat.
Maquinaria y regiduría, Julio Chuliá. Regidora en esta función, … … …
Los actores, en una parte de sus personajes |
“El Teatro ha muerto”, dice la noticia de
portada de CIUDAD TIERRA, diario dependiente del Gobierno Global que se
ofrece al espectador como programa de mano. Es noticia refleja el inicio de Crimen & telón, con la actividad
del detective Noir, un versoadicto rehabilitado o en proceso de rehabilitación,
y el Teniente Blanco, agente de la
Agencia-Anti-Arte, heredera de unas siglas de nefasto recuerdo para cualquier
demócrata en España y no digamos ya en Argentina, países en los que la Alianza Apostólica Anticomunista y la Alianza
Anticomunista Argentina, en posible connivencia con los aparatos represores de
sus estados- dejaron un rastro de muerte y desapariciones forzadas.
En Crimen & telón el
poder está ejercido desde la Inteligencia Artificial y “tras la victoria
aplastante de nuestro glorioso ejército de drones, millones de prisioneros
construyen los campos de concentración de Marte”. Por ventura, Crimen & telón es una creación
de Ron Lalá: una farsa teatral llena de música en directo como es habitual en sus
montajes y con un ritmo trepidante que no decae salvo en muy contados momentos
de la hora y media larga que dura el montaje. Una creación colectiva destilada
en un magnífico texto de Álvaro Tato que, con el pretexto del hallazgo del
cadáver del Teatro colgado en un callejón, hace un repaso de lo que ha sido este
arte desde sus orígenes hasta nuestros días.
Noir, inmovilizado por Tragedio y Comedio |
La obra es también un homenaje a la novela y el cine negros que se plasma
no solo en el texto sino también y muy especialmente en una escenografía y un vestuario
de Tatiana de Sarabia que no pueden ser más acertados. “La acción, en el teatro
y en el callejón trasero, veinte años después de la fecha de la función”, reza
el texto puesto a la venta en el vestíbulo del teatro. La voz que describe la
situación mundial sobre la escena del crimen relata la rebelión de los
ordenadores, que el año de la función “toman el poder del Planeta siguiendo el
algoritmo de la Globalización Extrema: un solo mundo una sola mente, una
sola urbe”. Las artes son prohibidas; después “mueren, son encarceladas o
se exilian a otros planetas”. Pero “el
Teatro, peligroso capo de la mafia artística, se fuga de prisión y pasa a
controlar el mercado negro de sentimientos y emociones”.
Hasta que aparece su cadáver colgado de una soga. A partir de ahí, el lugar
y fecha, la aclaración de términos teatrales y artísticos por parte de Noir
para Blanco, unidos a la acusación del público como parte implicada en la
función, logran la pronta complicidad de este con todo lo que se vive en el
escenario y sus alrededores. Y sucede mucho: de ironía en ironía, de gesto en
gesto, de texto en texto, la función apunta y hace blanco en la más actual situación
del teatro.
La música, siempre presente en los montajes de Ron Lalá |
La acción, sin embargo, no encubre el paralelismo que hay en su fondo con
la actual sociedad de consumo sin freno ni miramientos; con nuestra dependencia
de artilugios electrónicos; con el control que los estados ya ejercen sobre
nuestras vidas a través de las redes sociales. Esas a las que, con nuestros
datos personales regalamos un hilo que maneje el títere que somos en sus manos.
De ahí la duda para el título de esta reseña: ¿metateatro distópico o
metadistopía teatral?
A lo largo de toda la representación, los actores actúan, cantan, tocan
sus instrumentos y mantienen viva la llama que prende en el espectador y le
hace incluso participar de buen grado en la función. Pero hay dos momentos que recuerdo
con especial agrado por la mucha huella que dejan: el primero, por su carácter mordaz,
casi ácido, el canto a una España donde la Cultura y la Educación pasan por una
situación óptima; el segundo, un final que, ahora sí, es puro metateatro por su frescura y dinamismo
y que nos lleva a la mejor tradición del género en el siglo XX con su pirandelliano
descubrimiento de que… (y hasta aquí puedo leer; perdón, escribir sin destripar
nada de lo que sucede en el escenario. Quien quiera saberlo puede leer el destripe al final de
este texto [i],
tras la foto.
Crimen & telón es una hora y media de gran teatro, desenfadada
pero llena de mensajes para quien quiera escucharlos (o inventárselos, qué
caramba, que para algo quien va a ver una función no deja de ser un poco hijo
de Talía). Y al final sale uno con mejor cara que la que tenía cuando entró,
con mejores pensamientos y con ganas de volver a un teatro en cuanto pueda. Yo
voy a hacerlo cuando termine de escribir, revisar y subir este texto a Líneas
adicionales.
Actores y director (este, aunque calvo, no tiene cara de mala leche) |
[i] DESTRIPE
(bastante inocente; en realidad se ve venir desde mucho antes). La escena en que Noir interpela a los
técnicos de luces, sonido y regidor (regidora en esta función pero sin nombre
en el programa de mano) ese ser que “nadie lo
sabe [lo que es] pero si algo va mal la culpa es suya” (“y encima cobro
menos”). Quizás por culpa de ese convenio que no llega. Quién sabe si del
director: “un calvo argentino con cara de mala leche”.
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