A
Coruña, 23 de octubre, Teatro Rosalía Castro. Programación Lírica de Amigos de
la Ópera. Marco Mimica, barítono bajo. Marcos Madrigal, piano. Programa:
I
S.Donaudy.
Del mio amato ben; R. Hahn, À Chloris; F. Schubert, Winterreise,
D. 911 (nº 11, Frülingstraum); V. Bellini, La sonnambula, Vi ravviso, o luoghi ameni;
M. Ravel, Don Quixote à Dulcinée, Chanson romanesque, Chanson Épique,
Chanson à boire. M. Ravel, Deux melodies hebraïques, Kaddish.
II
E.
Lecuona, Córdoba, Gitanerías, Malagueña (piano solo); A. Copland, Old
american songs, Long time ago; S. Rajmáninov, Ultro, op. 4 nº 2; Ne
por Krasavitsa, op. 4 nº 4; Son, op. 8 nº 5 y Zdes´khorosho, op. 21
nº 7; A. Thomas, Le Caïd, Je comprends que la belle… enfant chéri.
Para
empezar por el principio, hay que hacer constar que, en alguna medida, este
recital no respondió al programa aquí literalmente transcrito. No hubo descanso
entre ambas partes y el programa se ejecutó sin más interrupción entre
obras que las salidas del escenario de
los artistas y algunos aplausos espontáneos del público.
Que el
mayor de estos se produjera al final de la Malagueña de Lecuona decía
bastante de la actuación de Mimica, de la de Madrigal e, incluso más, de la
reacción del público. En general y en particular esta tarde, siempre se aplaude
mucho más -y no necesariamente por este orden- lo más conocido, lo más famoso o
generalmente apreciado y lo que se siente como más propio y/o afín a nuestros
gustos y tradiciones.
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Marcos Madrigal (i) y Marko Mimica |
Pero
también, como antes decíamos, de la actuación de Mimica: por tesitura, pero
también por timbre, la voz del croata es más cercana a la de bajo puro que a la
de barítono. En el recital del día 23 hubo en su voz una transición demasiado
evidente entre los registros requeridos. Con una voz como la suya y en el repertorio
elegido, se lució realmente en el registro bajo y medio, aun denotando una
carencia de entusiasmo realmente apreciable a lo largo de la noche.
En
cuanto a los agudos, estos sonaban dependiendo del apoyo empleado para su
emisión: el aterrizaje en los de pecho resultó con un brillo bastante
apreciable, aunque no siempre lo hiciera en “el centro de la pista”; en los de
voz de cabeza -o falsete, como ustedes prefieran- parecía perderse an la niebla
y resultaron siempre bastante mates y opacos. Lo que, como todos saben, no es
lo mismo; en el caso de Mimica en su recital del Rosalía, carecían tanto de
brillo como de transparencia, filtrando hasta oscurecerla la luminosidad de las
notas.
Si
hablamos del programa, nos hallamos ante una miscelánea de títulos y autores
que bien podría haber servido para comprobar la versatilidad y adecuación
estilística del cantante. Tal como se desarrolló este miércoles, el repertorio,
resultó más cercano a lo que ahora se llama cocina de aprovechamiento y
nuestras abuelas, más escueta y gráficamente, llamaban revuelto de sobras.
Y
vamos a ver ¿Quién osa despreciar una buena “ropa vieja” bien aliñada uno o dos
días después del cocido del que nació? O tantos de esos platos que acaban de
recibir unos pequeños o grandes toques de
condimentación y un paso por el fuego para calentarlo “como Dios manda” y
volver a ser gozados en la mesa tanto o más que el día anterior.
Pues
también la voz hay que calentarla antes de salir al escenario. Mimica parecía
no haberlo hecho adecuadamente; al inicio del recital su voz resulto un tanto
destemplada y hubo inseguridad y vacilación en le afinación. A lo largo del programa
se fue templando y eso se pagó con aplausos; la afinación… eso no tiene precio.
Decíamos
antes que la mayor, más cálida y espontánea ovación se la llevó Marcos Madrigal
tras su gran interpretación de las tres piezas de Lecuona. Desde estas líneas me
sumo totalmente a ella , pues estimo que si tratamos de valorar lo mejor de la
noche se acercó mucho a ese techo, si es que no lo superó.
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Marko Mimica |
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