23 marzo, 2023

Aquí va a pasar algo…

 



A Coruña. Palacio de la Ópera, 17 de marzo; Valladolid, Centro Cultural Miguel Delibes, 18 de marzo. Orquesta Sinfónica de Galicia. Programa: William Walton, Scapino, A Comedy Overture; Benjamin Britten, Concierto para violín nº 1, op. 15; Edward Elgar, Sinfonía nº 1 en la bemol mayor, op. 55. James Ehnes, violín. Juanjo Mena. Director.

 

Hace años, oí decir a alguien -creo que José Luis Garci- que cuando vio por primera vez el inicio de La guerra de las galaxias lo primero que pensó fue “aquí va a pasar algo gordo”. Pues exactamente eso fue lo que muchos sentimos al empezar del concierto del viernes en A Coruña y no solo por las primeras y decididas notas de la obertura de Scapino, que también. El asunto es que de inmediato se estableció una de esas especiales corrientes de comunicación entre el escenario y las butacas que solo surgen en algunos conciertos. Y que perduraría durante todo el del viernes en A Coruña.



La OSG y Mena durante la obertura de Scapino


La obertura Scapino tiene una gran fuerza dramática -en el sentido de teatral-, y siempre sugerente de acción y ritmo dramático. Mena y la OSG tradujeron brillantemente a sonidos la partitura desde su ambiente inicial decididamente festivo, cuando este se remansa y al volver la brillantez, como un torrente que aparece y desaparece con el deshielo de la primavera. Empezamos bien; aquí “está” pasando algo.

Hace pocos días, la OSG publicaba el nombramiento de Fernando Llopis Mata como nuevo principal de percusión tras ganar la audición convocada a tal efecto. José Trigueros, su director asociado, ha venido ocupando interinamente ese puesto desde el fallecimiento de Simon Levey, siendo sustituido paulatinamente por algún compañero de la sección o por músicos invitados.


Mensajes…

En este programa fue precisamente Trigueros quien se hizo cargo de los timbales, marcando desde su inicio no solo el ritmo sino en buena medida el sentido y carácter del movimiento. Para algunos fue como un mensaje, pero no de despedida de la orquesta ni de su público.

Esas notas marcan el inicio del Concierto para violín nº 1 de Britten junto a unos acordes de la orquesta que se oyen como una especie de ropón que cobija al solista. Desde ellas, Ehnes imprimió a su interpretación un carácter intimista más que adecuado, que tomó la viveza idónea en el Agitato que marca Britten para este movimiento. La excelencia instrumental y musical del canadiense se vio secundada lo largo de toda la obra por una Sinfónica totalmente entregada y en estado de gracia y un Mena más que solvente.



Ehnes y Mena durante el Concierto de Britten


Ehnes dotó al Vivace central Ehnes de la animación y una cierta acidez que lo caracteriza, pero aflorando siempre oportuno ese intimismo antes aludido, alcanzando en el diálogo con las maderas momentos gloriosos. Destacaron asimismo las notas pedal de las maderas y nuevamente los timbales de Trigueros. Cuerda -chelos, violas y resto- marcaron el inicio de la Passacaglia como las claras líneas del plano de un territorio mágico por el que Ehnes transitó “a los mandos” de su Stradivarius “Marsick”.

De él extrajo no solo un maravilloso sonido, sino, sobre todo, toda la mucha emoción que lleva en sus pentagramas la partitura de Britten. Primero, en el drama aún reposado, contenido; pero que se desborda por momentos en esas escalas de los violines, ascendentes-descendentes como remolinos de una tormenta seca.

Y luego más lentamente, sobre el registro grave de los trombones, para finalizar lleno de dulzura en  un pianissimo pulsante y sobrecogedor. Mena y la Sinfónica fueron complemento perfecto de esta versión de referencia del joven maestro canadiense, que regaló a la audiencia el Andante de la Sonata nº 2 en la menor, BWV 1003, de Bach.



Sección de trombones de la OSG.


Grande sin pompa

La moderada solemnidad de la introducción, Andante, de esta Sinfonía nº 1 le puede resultar familiar a cualquier aficionado, pues su tempo y clima suenan claramente al Elgar más conocido y popular. En la versión de Mena con la OSG quedó rápidamente de manifiesto su función introductoria.

En lo que es propiamente el primer movimiento rescató esa grandiosidad con su notable dinamismo rítmico, un cierto toque de dramatismo y una más que notable grandiosidad incluso en los pasajes más calmos y en su adecuadamente sereno final. Quizás podrían haber convenido algo menos de contraste entre secciones del movimiento y más continuidad expresiva.

El Allegro molto de Mena tuvo un ritmo infatigable y enorme vivacidad, muy bien expresado en todo momento, también en los de más calma. El enlace con el Adagio fue de una naturalidad idónea y en esa continuidad se abrió a un panorama sonoro sereno y de amplios horizontes.




La OSG y Mena durante el concierto en Valladolid.


Es impresionante como una intervención de solamente dos notas puede conllevar tanta emoción como el solo de trompa de Nicolás Gómez Naval, tan bien dicho y sentido. A partir de ahí y de otros dos solos -el clarinete de Juan Ferrer y el de fagot de Steve Harriswangler- y nuevamente del canto de los violines, solo hubo que dejarse envolver por el sonido y permitir que la emoción nos transportara.

El Lento introductorio del cuarto movimiento fue como un misterioso anuncio de un movimiento que, tal como sonó el viernes en A Coruña, bien podría haber firmado el mayor autor hamburgués de la Historia de la Música. Todo un homenaje por ambiente sonoro, ritmos, dinámica e incluso, a veces, línea melódica. Tanto que no pude por menos de pensar: “cada día me gusta más Brahms, aunque la música se la escriba otro”. Lo que no resta mérito alguno el compositor inglés, como no se lo resta a Brahms su tributo a Beethoven en el movimiento el final de su Sinfonía nº 1.

El del viernes fue posiblemente uno de los mejores conciertos de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Enhorabuena y a seguir. 


Las fotografías corresponden al concierto del sábado 18 en Valladolid y están tomadas del perfil de Facebook de la OSG. © Photogenic.


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