A Coruña. Palacio de la Ópera, 17 de marzo;
Valladolid, Centro Cultural Miguel Delibes, 18 de marzo. Orquesta
Sinfónica de Galicia. Programa: William Walton, Scapino, A Comedy Overture;
Benjamin Britten, Concierto para violín nº 1, op. 15; Edward Elgar, Sinfonía
nº 1 en la bemol mayor, op. 55. James Ehnes, violín. Juanjo Mena. Director.
Hace años, oí decir a alguien -creo que José Luis
Garci- que cuando vio por primera vez el inicio de La guerra de las galaxias
lo primero que pensó fue “aquí va a pasar algo gordo”. Pues exactamente eso fue
lo que muchos sentimos al empezar del concierto del viernes en A Coruña y no
solo por las primeras y decididas notas de la obertura de Scapino, que
también. El asunto es que de inmediato se estableció una de esas especiales
corrientes de comunicación entre el escenario y las butacas que solo surgen en
algunos conciertos. Y que perduraría durante todo el del viernes en A Coruña.
La OSG y Mena durante la obertura de Scapino. |
La obertura Scapino tiene una gran fuerza dramática -en el sentido de teatral-, y siempre sugerente de acción y ritmo dramático. Mena y la OSG tradujeron brillantemente a sonidos la partitura desde su ambiente inicial decididamente festivo, cuando este se remansa y al volver la brillantez, como un torrente que aparece y desaparece con el deshielo de la primavera. Empezamos bien; aquí “está” pasando algo.
Hace pocos días, la OSG
publicaba el nombramiento de Fernando
Llopis Mata como nuevo principal de percusión tras ganar
la audición convocada a tal efecto. José Trigueros, su director
asociado, ha venido ocupando interinamente ese puesto desde el
fallecimiento de Simon Levey, siendo sustituido paulatinamente
por algún compañero de la sección o por músicos invitados.
Mensajes…
En este programa fue precisamente Trigueros quien se hizo
cargo de los timbales, marcando desde su inicio no solo el ritmo sino en buena
medida el sentido y carácter del movimiento. Para algunos fue como un mensaje,
pero no de despedida de la orquesta ni de su público.
Esas notas marcan el inicio del Concierto para violín nº
1 de Britten junto a unos acordes de la orquesta que se oyen como una
especie de ropón que cobija al solista. Desde ellas, Ehnes imprimió a su
interpretación un carácter intimista más que adecuado, que tomó la viveza idónea
en el Agitato que marca Britten para este movimiento. La excelencia instrumental
y musical del canadiense se vio secundada lo largo de toda la obra por una
Sinfónica totalmente entregada y en estado de gracia y un Mena más que
solvente.
Ehnes y Mena durante el Concierto de Britten |
Ehnes dotó al Vivace central Ehnes de la animación y
una cierta acidez que lo caracteriza, pero aflorando siempre oportuno ese
intimismo antes aludido, alcanzando en el diálogo con las maderas momentos
gloriosos. Destacaron asimismo las notas pedal de las maderas y nuevamente los
timbales de Trigueros. Cuerda -chelos, violas y resto- marcaron el inicio de la
Passacaglia como las claras líneas del plano de un territorio mágico por
el que Ehnes transitó “a los mandos” de su Stradivarius “Marsick”.
De él extrajo no solo un maravilloso sonido, sino, sobre
todo, toda la mucha emoción que lleva en sus pentagramas la partitura de
Britten. Primero, en el drama aún reposado, contenido; pero que se desborda por
momentos en esas escalas de los violines, ascendentes-descendentes como
remolinos de una tormenta seca.
Y luego más lentamente, sobre el registro grave de los trombones, para finalizar lleno de dulzura en un pianissimo pulsante y sobrecogedor. Mena y la Sinfónica fueron complemento perfecto de esta versión de referencia del joven maestro canadiense, que regaló a la audiencia el Andante de la Sonata nº 2 en la menor, BWV 1003, de Bach.
Sección de trombones de la OSG. |
Grande sin pompa
La moderada solemnidad de la introducción, Andante, de
esta Sinfonía nº 1 le puede resultar familiar a cualquier aficionado,
pues su tempo y clima suenan claramente al Elgar más conocido y popular.
En la versión de Mena con la OSG quedó rápidamente de manifiesto su función
introductoria.
En lo que es propiamente el primer movimiento rescató esa grandiosidad con su notable dinamismo rítmico, un cierto toque de dramatismo y una más que notable grandiosidad incluso en los pasajes más calmos y en su adecuadamente sereno final. Quizás podrían haber convenido algo menos de contraste entre secciones del movimiento y más continuidad expresiva.
El Allegro molto de Mena tuvo un ritmo infatigable y enorme vivacidad, muy bien expresado en todo momento, también en los de más calma. El enlace con el Adagio fue de una naturalidad idónea y en esa continuidad se abrió a un panorama sonoro sereno y de amplios horizontes.
La OSG y Mena durante el concierto en Valladolid. |
Es impresionante como una intervención de solamente dos
notas puede conllevar tanta emoción como el solo de trompa de Nicolás Gómez
Naval, tan bien dicho y sentido. A partir de ahí y de otros dos solos -el
clarinete de Juan Ferrer y el de fagot de Steve Harriswangler- y nuevamente del
canto de los violines, solo hubo que dejarse envolver por el sonido y permitir
que la emoción nos transportara.
El Lento introductorio del cuarto movimiento fue
como un misterioso anuncio de un movimiento que, tal como sonó el viernes en A
Coruña, bien podría haber firmado el mayor autor hamburgués de la Historia de
la Música. Todo un homenaje por ambiente sonoro, ritmos, dinámica e incluso, a
veces, línea melódica. Tanto que no pude por menos de pensar: “cada día me
gusta más Brahms, aunque la música se la escriba otro”. Lo que no resta mérito
alguno el compositor inglés, como no se lo resta a Brahms su tributo a
Beethoven en el movimiento el final de su Sinfonía nº 1.
El del viernes fue posiblemente uno de los mejores conciertos de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Enhorabuena y a seguir.
Las fotografías corresponden al concierto del sábado 18 en Valladolid y están tomadas del perfil de Facebook de la OSG. © Photogenic.
No hay comentarios:
Publicar un comentario