31 diciembre, 2019

Traspasando los muros del tiempo








A Coruña, 24 de diciembre, Teatro Rosalía Castro. Luces de bohemia. Obra de Ramón María del Valle-Inclán. Intérpretes: Roberto Quintana (Max Estrella, Marqués de Bradomín). Manuel Monteagudo (Don Latino. Juan Motilla Zaratustra, Valle-Inclán, El Capitán Pitito, El Conserje, El Borracho). Amparo Marín (Madama Collet, La Ministra, Un Guardia, La Vieja Pintada). Antonio Campos (Pica Lagartos, Don Gay, Clariniot, Dieguito, Un Sepulturero, El Llavero). Rebeca Tormes (La Pisa Bien, Vecina, Otro Guardia, la Ujier, La Madre del Niño). Juanfra Suárez (El Rey de Portugal, Serafín el Bonito, Don Filiberto, Otro Sepulturero, Gálvez). Silvia Beaterio (Claudinita, La Lunares, Vero, El Chico de la Taberna, El Pelón). José Luis Bustillo (Dorio de Gádex, El Preso). Los mismos como Coros, Turbas, Manifestantes, Clientes…

Versión y dirección, Alfonso Zurro (ADE). Producción, Juan Motilla y Noelia Díez. Diseño de Escenografía y Vestuario, Curt Allen Wilmer (AAPEE). Diseño de Iluminación, Florencio Ortiz (AAI). Música, espacio sonoro, Jasio Velasco. Realización escenografía, Mambo, Teatro Clásico de Sevilla. Pintura vestuario, Taler María Colón. Realización vestuario, Rosalía Lago. Ayudante de dirección, Verónica Rodríguez. Ayudante de escenografía y vestuario, Mar Aguilar. Ayudante de escenografía, Yanira Muñoz. Maquillaje y peluquería Manolo Cortés. Cartel, Manoño Cuervo. Equipo técnico, Tito Tenorio, Antonio Villar, Rafael Calderón, Jorge González. Fotografía, Luis castilla. Vídeo, La Buena Estrella. Coreografía, Isa Ramírez, violeta Casal. Coro musical, Isa Ramírez, Julio Ramírez, Ana Ramírez, Jesús Ramírez, María Ramírez, Celia Clemente. Distribución, Noelia Díez, SEDA Distribución Teatral. Comunicación, Noelia Díez.





“… una España caduca, sin aliento, sin ética. Una España .../… caricatura de sí misma. Una España sorprendida en trance de ruina, en desmoronamiento irremediable…/…Una época que se descompone… Unos personajes cuya única ética parece ser la de la subsistencia. Sobrevivir. Un mundo en descomposición .../… La palabra, la fuerza de la palabra de Valle, como ladridos o cuchilladas, caricias, lametones, aullidos…”

Palabras y frases entresacadas del programa de mano. Y que en el instante mismo de leerlas hacen que una especie de flash se encienda e ilumine tu cabeza: ¿Una introducción a la función que estás a punto de presenciar o una descripción de la España actual? ¿O acaso del mundo actual? De este mundo dominado por el poder en la sombra de quienes dirigen las grandes corporaciones industriales; que no han sido elegidos democráticamente por nadie pero que condicionan directa o indirectamente la vida de miles de millones de personas. De este mundo y esta España en descomposición ética desde hace años, en los que la sociedad está cada día más dividida por brechas económicas, tecnológicas, de edad o de género. O esta España en la que, como en  los tiempos de Valle, medra la mediocridad porque “es un delito el talento”.

La función empieza por el final; y es que hay ocasiones en la que contar las consecuencias antes que las causas explica mejor el todo. Max Estrella ha muerto, veamos por qué. Repasando sus últimas veinticuatro horas haremos mejor la autopsia de aquella/esta sociedad muerta y podrida y comprobaremos una vez más que, como dice el personaje del sepulturero, “en España el mérito no se premia. Se premia el robar y el ser sinvergüenza”.



La versión de Alfonso Zurro apenas cambia el texto para hacer algún guiño a la contemporaneidad. Su ministra, tan corrupta como cualquier político actual, también traspasa el tiempo. Hará llegar a Max Estrella una paga –hoy, mamandurria-chiringuito- al miserable cuartucho -solución habitacional, en lenguaje político del s. XXI-. Al menos, entonces estas cosas no llevaban agregados gastos de personal y local. En resumen, los cambios en el texto no lo desmerecen sino que lo actualizan y lo hacen más vívido.

Dos elementos esenciales en el montaje son la escenografía y el vestuario de Curt Allen Wirmer. La primera se basa en una docena de cajas de madera, apenas teñidas de gris por fuera, que se transforman en camastro-litera, barra de taberna, despacho ministerial, calabozo o ataúd. Movidas por los propios actores a lo largo de la función, dan a esta un dinamismo casi cinematográfico, logrando que su duración pase desapercibida, que la función se haga corta.



El vestuario, sin datación concreta, traspasa los muros del tiempo, de estos casi cien años transcurridos desde el inicio de su publicación por entregas en el semanario España (julio – octubre de 1920). Los personajes se tornan así atemporales, resaltando su condición de lumpen, de seres corroídos por la vida y la miseria material y moral, en contraste con el predominio del blanco en el ropaje de Max Estrella, todo un símbolo del limpio espíritu del poeta frente a la miseria moral que lo rodea. La iluminación de Florencio Ortiz proporciona a la obra el más adecuado ambiente lóbrego y hace resaltar idóneamente cada escena.

La dirección de actores y movimiento de estos es espléndida y hace que a los largo de la función uno olvide su limitado número -salvo el personaje de Don Latino todos representan entre dos y seis diferentes papeles-. Y que hacen que cada uno de ellos cobre vida con su propia personalidad. Los coros declamando parte de las acotaciones escénicas parecen directamente extraídos de una tragedia griega y refuerzan el sentido dramático de las escenas en las que intervienen.

Soberbio Roberto Quintana como Max Estrella, que hace que dota a su personaje de una gran humanidad, basculando entre la contención y el desbordamiento propios del texto valleinclanesco. Grande también el Don Latino de Manuel Monteagudo, orbitando alrededor del poeta como el bribón descarado dispuesto siempre a aprovecharse de él. Silvia Beaterio muestra una grandísima ductilidad, destacando de su trabajo el más que justificado encono de Caludinita hacia Latino y el descaro y ternura como La Lunares, una joven prostituta deslumbrada por el discurso de Estrella. Lacerante Rebeca Torres como madre del niño muerto por una bala e irreverente y procaz como La Pisa Bien.






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