A Coruña, 24 de diciembre, Teatro Rosalía Castro.
Luces de bohemia. Obra de Ramón María
del Valle-Inclán. Intérpretes: Roberto Quintana (Max Estrella, Marqués de Bradomín).
Manuel Monteagudo (Don Latino. Juan Motilla Zaratustra, Valle-Inclán, El Capitán
Pitito, El Conserje, El Borracho). Amparo Marín (Madama Collet, La
Ministra, Un Guardia, La Vieja Pintada). Antonio Campos (Pica Lagartos,
Don Gay, Clariniot, Dieguito, Un Sepulturero, El Llavero). Rebeca Tormes (La
Pisa Bien, Vecina, Otro Guardia, la Ujier, La Madre del Niño). Juanfra
Suárez (El Rey de Portugal, Serafín el Bonito, Don Filiberto, Otro
Sepulturero, Gálvez). Silvia Beaterio (Claudinita, La Lunares, Vero, El
Chico de la Taberna, El Pelón). José Luis Bustillo (Dorio de Gádex, El
Preso). Los mismos como Coros, Turbas, Manifestantes, Clientes…
Versión y dirección, Alfonso Zurro (ADE).
Producción, Juan Motilla y Noelia Díez. Diseño de Escenografía y Vestuario,
Curt Allen Wilmer (AAPEE). Diseño de Iluminación, Florencio Ortiz (AAI). Música,
espacio sonoro, Jasio Velasco. Realización escenografía, Mambo, Teatro Clásico
de Sevilla. Pintura vestuario, Taler María Colón. Realización vestuario,
Rosalía Lago. Ayudante de dirección, Verónica Rodríguez. Ayudante de
escenografía y vestuario, Mar Aguilar. Ayudante de escenografía, Yanira Muñoz.
Maquillaje y peluquería Manolo Cortés. Cartel, Manoño Cuervo. Equipo técnico,
Tito Tenorio, Antonio Villar, Rafael Calderón, Jorge González. Fotografía, Luis
castilla. Vídeo, La Buena Estrella. Coreografía, Isa Ramírez, violeta Casal.
Coro musical, Isa Ramírez, Julio Ramírez, Ana Ramírez, Jesús Ramírez, María
Ramírez, Celia Clemente. Distribución, Noelia Díez, SEDA Distribución Teatral.
Comunicación, Noelia Díez.
“… una España caduca, sin aliento, sin ética. Una España .../… caricatura
de sí misma. Una España sorprendida en trance de ruina, en desmoronamiento
irremediable…/…Una época que se descompone… Unos personajes cuya única ética
parece ser la de la subsistencia. Sobrevivir. Un mundo en descomposición .../…
La palabra, la fuerza de la palabra de Valle, como ladridos o cuchilladas,
caricias, lametones, aullidos…”
Palabras y frases entresacadas del programa de mano. Y que en el instante
mismo de leerlas hacen que una especie de flash se encienda e ilumine tu
cabeza: ¿Una introducción a la función que estás a punto de presenciar
o una descripción de la España actual? ¿O acaso del mundo actual? De este mundo
dominado por el poder en la sombra de quienes dirigen las grandes corporaciones
industriales; que no han sido elegidos democráticamente por nadie pero que condicionan
directa o indirectamente la vida de miles de millones de personas. De este
mundo y esta España en descomposición ética desde hace años, en los que la
sociedad está cada día más dividida por brechas económicas, tecnológicas, de
edad o de género. O esta España en la que, como en los tiempos de Valle, medra la mediocridad porque “es un delito el
talento”.
La función empieza por el final; y es que hay ocasiones en la que contar las
consecuencias antes que las causas explica mejor el todo. Max Estrella ha muerto,
veamos por qué. Repasando sus últimas veinticuatro horas haremos mejor la
autopsia de aquella/esta sociedad muerta y podrida y comprobaremos una vez más que,
como dice el personaje del sepulturero, “en España el mérito no se premia. Se
premia el robar y el ser sinvergüenza”.
La versión de Alfonso Zurro apenas cambia el texto para hacer algún guiño
a la contemporaneidad. Su ministra, tan corrupta como cualquier político actual,
también traspasa el tiempo. Hará llegar a Max Estrella una paga –hoy,
mamandurria-chiringuito- al miserable cuartucho -solución habitacional, en
lenguaje político del s. XXI-. Al menos, entonces estas cosas no llevaban agregados
gastos de personal y local. En resumen, los cambios en el texto no lo desmerecen
sino que lo actualizan y lo hacen más vívido.
Dos elementos esenciales en el montaje son la escenografía y el vestuario
de Curt Allen Wirmer. La primera se basa en una docena de cajas de madera, apenas
teñidas de gris por fuera, que se transforman en camastro-litera, barra de taberna, despacho ministerial, calabozo o ataúd. Movidas por los propios actores a lo largo de la función,
dan a esta un dinamismo casi cinematográfico, logrando que su duración pase
desapercibida, que la función se haga corta.
El vestuario, sin datación concreta, traspasa los muros del tiempo, de estos casi cien años transcurridos desde el inicio de su publicación por entregas en el semanario España (julio – octubre de 1920). Los personajes se tornan así atemporales, resaltando su condición de lumpen, de seres corroídos por la vida y la miseria material y moral, en contraste con el predominio del blanco en el ropaje de Max Estrella, todo un símbolo del limpio espíritu del poeta frente a la miseria moral que lo rodea. La iluminación de Florencio Ortiz proporciona a la obra el más adecuado ambiente lóbrego y hace resaltar idóneamente cada escena.
La dirección de actores y movimiento de estos es espléndida y hace que a
los largo de la función uno olvide su limitado número -salvo el personaje de
Don Latino todos representan entre dos y seis diferentes papeles-. Y que hacen
que cada uno de ellos cobre vida con su propia personalidad. Los coros
declamando parte de las acotaciones escénicas parecen directamente extraídos de
una tragedia griega y refuerzan el sentido dramático de las escenas en las que
intervienen.
Soberbio Roberto Quintana como Max Estrella, que hace que dota a su
personaje de una gran humanidad, basculando entre la contención y el
desbordamiento propios del texto valleinclanesco. Grande también el Don Latino
de Manuel Monteagudo, orbitando alrededor del poeta como el bribón descarado
dispuesto siempre a aprovecharse de él. Silvia Beaterio muestra una grandísima ductilidad,
destacando de su trabajo el más que justificado encono de Caludinita hacia
Latino y el descaro y ternura como La Lunares, una joven prostituta deslumbrada
por el discurso de Estrella. Lacerante Rebeca Torres como madre del niño muerto
por una bala e irreverente y procaz como La Pisa Bien.
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