El sábado 15 de diciembre se ha celebrado el Concierto de Navidad de la
Orquesta Sinfónica de Galicia con el que Unión Fenosa obsequiaba desde hace
años a sus invitados. Entre estos, como siempre, aficionados a la música
clásica (los menos), clientes de la
empresa energética (los más) y políticos locales y autonómicos a los que
difícilmente se ve en los conciertos de la temporada de abono (demasiados). La
fecha casi coincide con la prevista –el próximo viernes, día 21- como la última
en la que estará abierta la 15ª y
última MOSTRA UNIÓN FENOSA, ahora llamada Mostra Naturgy, nuevo nombre de la
empresa que ha decidido acabar con la MOSTRA y el cierre
del Museo de Arte Contemporáneo de A Coruña, previsto para el próximo día
30.
A la entrada del concierto unos pocos jóvenes entregaban unas cuartillas en
castellano y gallego contra el cierre del MAC, en las que se podía leer
NATURGY:
EL COMPROMISO CON LA
CULTURA SE EXPRESA
TODOS LOS DÍAS
NO SOLO EN VÍSPERAS DE
NAVIDAD
Inútil empeño. A una buena proporción de los asistentes a estos conciertos, incluidos la inmensa mayoría de los políticos presentes, acuden a ellos por el acontecimiento social que proporciona a la élite política y financiera la posibilidad de ver y ser vistos. Como inútil habría sido también una lluvia de octavillas (palabra que tantos recuerdos trae a quienes pasamos de los sesenta) desde las alturas; o un buen griterío bien organizado con un sencillo lema, como habría podido ser
¡¡”EL
MAC NO SE CIERRA”!!
Pero nada de esto sucedió: tampoco la sobreabundancia de escoltas y vigilantes de seguridad era algo que invitara a cualquier manifestación contraria a lo milimétricamente previsto. De manera que el concierto transcurrió por los cauces acostumbrados (iba a escribir normales pero, la verdad, poco hay de esto en este magno evento social anual). Un pequeño ejemplo: al terminar la Introducción de El sombrero de tres picos estuve a punto de susurrar “milagro, nadie ha aplaudido”. Vana ilusión: un lejano aplauso, rápidamente seguido por cientos de espectadores interrumpió mi susurro justo cuando después de decir “milagro”, con lo que la frase quedó en esa palabra seguida casi inmediatamente por un “no hay milagro”.
Varios aplausos más al final de algunas de las piezas de El sombrero debieron de agotar el hambre de aventura palmera de
aquellos osados por lo que, consecuentemente, nadie se atrevía aplaudir al
concluir la Jota final de la segunda suite pese a su espectacularidad . Tras
el descanso, las copas de cava y golosinas habituales en este concierto
permitieron al personal asistente al concierto aguantar más plácida que atentamente
la Quinta de Shostakóvich de
principio a fin.
Dice Xoán M. Carreira en su mitad de las notas al programa de este
concierto, “la Quinta no es
grandiosa, resultaba fácil de interpretar y sobre todo era muy accesible para
el público…”. Se refiere, claro, al público de Leningrado asistente al estreno
del 21 de noviembre de 1937, claro; no al del Concierto de Navidad de FENOSA
(qué difícil se me hace escribir el nuevo nombre) del viernes 15 de diciembre.
A su fin, por si las ansias de palmas no habían quedado debidamente satisfechas
-y dado que es propina obligada, incluso seguramente contratada-, rápidamente
atacó la orquesta la Marcha Radetzky, ese homenaje dedicado por Johann Strauss padre a un generalote
que reprimió a sangre y fuego sublevaciones de patriotas italianos en 1848
antes de hacerlo con manifestaciones obreras en su propio país. El angelito.
Y digo yo: ¿qué necesidad tenemos de imitar a los vieneses dando palmas
en esta marcha –mal, normalmente- cuando con el simple cambio de orden de las
obras programadas podíamos haberlas gozado en un bis de la Danza final de El sombrero de
tres picos? Al menos, nos queda el consuelo de que el miércoles podremos
escuchar zarzuela interpretada por la Orquesta Sinfónica de Galicia y a
beneficio de la Obra Social Padre Rubinos.
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