10 mayo, 2016

Otros mundos sonoros






El viernes, durante el descanso del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia, un melómano fiel a todas las citas de música clásica de A Coruña me dio la “enhorabuena, porque a ti te habrá gustado”. Se refería a Dramatis personae, concierto para trompeta y orquesta, de Brett Dean, que la OSG acababa de interpretar. Luego añadió: “no niego el valor de estas obras pero hay fronteras que no logro trapasar” [no son palabras textuales, pero creo trasladar con bastante fidelidad el espíritu de lo que me decía]. Las palabras de este –repito- buen aficionado, bastante representativas de lo que piensa una parte del público asistente a conciertos, dan que pensar sobre los gustos, expectativas ¡y criterios! del público.

El programa ofrecido por la OSG la pasada semana -el jueves en Vigo y viernes en A Coruña- constaba de la mencionada obra de Brett Dean (1961, Brisbane, Australia) y la Sinfonía nº 1 en si bemol menor de William Walton (Oldham, GB, 1902 – Ischia, Italia, 1983). Toda una inmmersión en dos mundos sonoros tan distintos entre sí como distantes del canon clásico-romántico tan arraigado en los hábitos de escucha del público (en general, no solo de los abonados de la Sinfónica).

Juego de sordinas de Hardenberger
Foto Pablo Rodríguez cedida por OSG  

La clave para entender esta situación y tendencias me la dio el mismo viernes un miembro de la Sinfónica: “he escuchado el concierto de Dean y lo de Walton esta semana: necesito entender esta música”. Y es que no es lo mismo necesitar entender lo que se va a tocar –o a escuchar- que llegar a la sala de conciertos a escuchar –o simplemente oír- lo que el programador haya concebido. Porque el programa ofrecido es siempre el resultado de toda una compleja labor de encaje de obras, estilos, autores e intérpretes. Y una de las misiones de una orquesta sostenida con dinero público es también abrir al público las posibilidades de escucha de un repertorio insuficientemente conocido y, por tanto, que tiene más dificultades de ser correctamente apreciado.



Dramatis personae, que la Orquesta Sinfónica de Galicia estrenó en España en estos conciertos, es una obra escrita con mucho sentido del relato sonoro. Pero también con una gran riqueza de ambientes que sitúan e ilustran de forma bien dramática (en el sentido de teatral o incluso cinematográfico) ese relato. Los títulos de sus tres movimientos -Caída de un superhéroe, Soliloquio y El revolucionario accidental- son toda una declaración de intenciones en este sentido.

La trompeta es protagonista de la acción, subrayada por una magnífica escritura orquestal. Hakan Hardenberger (Malmoe, Suecia, 1961) es el dedicatario del concierto, que cuenta ya con alrededor de treinta interpretaciones en público desde su estreno en el festival de Grafenneg (Austria), el 31 de agosto de 2013, por el propio Hardenberger. Decir que el trompetista sueco tiene una técnica prácticamente perfecta y que es capaz de extraer el mayor rendimiento sonoro del instrumento es quedarse francamente corto. Su interpretación alcanza unos niveles de expresividad realmente escalofriantes por su traslación sonora de toda la densidad dramática de la obra.

H. Hardenberger
Foto Pablo Rodríguez

Su interpretación tuvo su punto álgido en el intimismo expresivo y la increíble sutileza del Soliloquio central y culminó en la ironía de ese Revolucionario accidental basado en el Charlot de Tiempos modernos, en el que Hardenberger se puso –musical y físicamente: en el fondo del escenario- al frente de la sección de trompetas de la Sinfónica para encabezar un éxito musical extraordinario. La parte orquestal, con la orquesta dirigida por Rumon Gamba (1972, GB) superó con nota todas las enormes dificultades de ajuste rítmico y control dinámico de la obra. Su recreación de los climas sonoros planteados en la partitura fue, sencillamente, soberbia.

En la segunda parte del concierto, orquesta y director afrontaron la apasionada y muy cinematográfica partitura de la Sinfonía nº 1 de William Walton, todo un monumento sonoro a situar entre lo mejor del sinfonismo inglés del s. XX. La agitación del Allegro assai inicial puso los pelos de punta a más de uno; sensaciónque resultó multiplicada por  el lirismo de algunas de las intervenciones de los solistas.

Rumon Gamba | Foto Pablo Rodríguez

El segundo movimiento está señalado con un inhabitual Presto con malizia, en el que las primeras notas en staccato de la cuerda baja marcan su cambiante carácter. Este refleja la sucesión de sentimientos provocados por la vida sentimental del autor y el Andante con malinconia provee de una reflexión que viaja de la serenidad a una dolorida pasión. Luego, la inmensa apertura de horizontes y una cierta turbulencia dominan el Maestoso. En este último movimiento fueron de destacar la claridad que Gamba imprimió al largo tema fugado, la tensión de los trémolos de la cuerda y la seca contundencia de sus acordes finales.

Rumon Gamba | Foto Pablo Rodríguez

 Su interpretación fue apasionada, con una amplitud y viveza de gesto que por momentos transitaba por la frontera entre lo apasionado y lo espasmódico. Gamba es uno de esos directores que no solo marca ritmo, dinámica y matiz sonoro sino que en cada momento de la obra refleja en sus manos, brazos y cuerpo todos los sentimientos que la obra le hace sentir. Su trabajo fue acogido con merecido entusiasmo por el público y por los profesores de la orquesta. 

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