El viernes, durante el descanso del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia, un melómano fiel a todas
las citas de música clásica de A Coruña me dio la “enhorabuena, porque a ti te
habrá gustado”. Se refería a Dramatis
personae, concierto para trompeta y orquesta, de Brett Dean, que la
OSG acababa de interpretar. Luego añadió: “no niego
el valor de estas obras pero hay fronteras que no logro trapasar” [no son
palabras textuales, pero creo trasladar con bastante fidelidad el espíritu de
lo que me decía]. Las palabras de este –repito- buen aficionado, bastante
representativas de lo que piensa una parte del público asistente a conciertos,
dan que pensar sobre los gustos, expectativas ¡y criterios! del público.
El programa ofrecido por la OSG la pasada semana -el jueves en Vigo y
viernes en A Coruña- constaba de la mencionada obra de Brett Dean (1961,
Brisbane, Australia) y la Sinfonía nº 1 en
si bemol menor de William Walton (Oldham, GB, 1902 – Ischia, Italia, 1983).
Toda una inmmersión en dos mundos sonoros tan distintos entre sí como distantes
del canon clásico-romántico tan arraigado en los hábitos de escucha del público
(en general, no solo de los abonados de la Sinfónica).
Juego de sordinas de Hardenberger Foto Pablo Rodríguez cedida por OSG |
La clave para entender esta situación y tendencias me la dio el mismo
viernes un miembro de la Sinfónica: “he escuchado el concierto de Dean y lo de
Walton esta semana: necesito entender esta música”. Y es que no es lo mismo
necesitar entender lo que se va a tocar –o a escuchar- que llegar a la sala de
conciertos a escuchar –o simplemente oír- lo que el programador haya concebido.
Porque el programa ofrecido es siempre el resultado de toda una compleja labor
de encaje de obras, estilos, autores e intérpretes. Y una de las misiones de
una orquesta sostenida con dinero público es también abrir al público las
posibilidades de escucha de un repertorio insuficientemente conocido y, por
tanto, que tiene más dificultades de ser correctamente apreciado.
Dramatis personae, que la Orquesta Sinfónica de Galicia
estrenó en España en estos conciertos, es una obra escrita con mucho sentido
del relato sonoro. Pero también con una gran riqueza de ambientes que sitúan e
ilustran de forma bien dramática (en el sentido de teatral o incluso cinematográfico)
ese relato. Los títulos de sus tres movimientos -Caída de un superhéroe, Soliloquio y El revolucionario accidental- son toda una declaración de
intenciones en este sentido.
La trompeta es protagonista de la acción, subrayada por una magnífica
escritura orquestal. Hakan Hardenberger (Malmoe, Suecia, 1961) es el
dedicatario del concierto, que cuenta ya con alrededor de treinta
interpretaciones en público desde su estreno en el festival de Grafenneg
(Austria), el 31 de agosto de 2013, por el propio Hardenberger. Decir que el
trompetista sueco tiene una técnica prácticamente perfecta y que es capaz de
extraer el mayor rendimiento sonoro del instrumento es quedarse francamente
corto. Su interpretación alcanza unos niveles de expresividad realmente
escalofriantes por su traslación sonora de toda la densidad dramática de la
obra.
H. Hardenberger Foto Pablo Rodríguez |
Su interpretación tuvo su punto álgido en el intimismo expresivo y la
increíble sutileza del Soliloquio
central y culminó en la ironía de ese Revolucionario
accidental basado en el Charlot de Tiempos
modernos, en el que Hardenberger se puso –musical y físicamente: en el
fondo del escenario- al frente de la sección de trompetas de la Sinfónica para
encabezar un éxito musical extraordinario. La parte orquestal, con la orquesta
dirigida por Rumon Gamba (1972, GB) superó con nota todas las enormes
dificultades de ajuste rítmico y control dinámico de la obra. Su recreación de los
climas sonoros planteados en la partitura fue, sencillamente, soberbia.
En la segunda parte del concierto, orquesta y director afrontaron la
apasionada y muy cinematográfica partitura de la Sinfonía nº 1 de William Walton, todo un monumento sonoro a situar
entre lo mejor del sinfonismo inglés del s. XX. La agitación del Allegro assai inicial puso los pelos de
punta a más de uno; sensaciónque resultó multiplicada por el lirismo de algunas de las intervenciones de
los solistas.
Rumon Gamba | Foto Pablo Rodríguez |
El segundo movimiento está señalado con un inhabitual Presto con malizia, en el que las
primeras notas en staccato de la
cuerda baja marcan su cambiante carácter. Este refleja la sucesión de
sentimientos provocados por la vida sentimental del autor y el Andante con malinconia provee de una
reflexión que viaja de la serenidad a una dolorida pasión. Luego, la inmensa
apertura de horizontes y una cierta turbulencia dominan el Maestoso. En este último movimiento fueron de destacar la claridad
que Gamba imprimió al largo tema fugado, la tensión de los trémolos de la
cuerda y la seca contundencia de sus acordes finales.
Rumon Gamba | Foto Pablo Rodríguez |
Su interpretación fue apasionada, con una amplitud y viveza de gesto que
por momentos transitaba por la frontera entre lo apasionado y lo espasmódico.
Gamba es uno de esos directores que no solo marca ritmo, dinámica y matiz
sonoro sino que en cada momento de la obra refleja en sus manos, brazos y
cuerpo todos los sentimientos que la obra le hace sentir. Su trabajo fue acogido
con merecido entusiasmo por el público y por los profesores de la orquesta.
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