08 enero, 2020

El día “de la salud”, ni el reintegro






Sobre el estreno de la Quinta de Beethoven (Bonn, 16.12 .1770; Viena, 26.03.1827)


Este texto fue utilizado en las notas al programa del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia del 2 de febrero de 2008, dentro del ciclo Festiclass, con el título "El Héroe y el Destino"

Como si se tratase de cualquier españolito de hoy día, para Beethoven, el 22 de Diciembre era el día. Claro que su ilusión no estaba puesta exactamente en el Gordo de Navidad. Él se lo había trabajado a fondo. Había organizado lo que hoy llamaríamos un macro-concierto, con una duración aproximada de unas cinco horas, del que esperaba obtener unos sustanciosos ingresos que le arreglaran el año. O, más bien, los que iban a ser sus únicos beneficios aquel año, como veremos más adelante. No está de más repasar el tantas veces comentado programa previsto para aquel día: Sinfonía en Fa mayor, ‘Pastoral’, op. 68; Arias para voz solista; Marchas e himnos; Gloria de la Misa en Do mayor, op. 86; Concierto nº 4 para piano en Sol mayor, op. 58; Sinfonía en Do menor, op. 67; Sanctus con coro; Fantasía Coral en Do, op. 80; y, como final, “algunas improvisaciones al piano por el maestro Ludwig van Beethoven”.

Que el concierto había suscitado interés lo demuestra el hecho de que se hubieran invertido en su organización 1.300 florines, una cantidad nada despreciable para la época. Pero las cosas se torcieron desde el principio, con una orquesta rebelde que llegó a vetar la presencia del compositor en los ensayos, una joven y prometedora cantante con ínfulas de diva –Anna Milder- que cancela su actuación a última hora, una sustituta novata de dudosa calidad haciéndose cargo de su parte sin tiempo para ensayar y, como remate, una escasísima asistencia de público.

Johann Friedrich Reichardt (1752-1814), que andaba por Viena intentando convencer a Beethoven de que aceptase el puesto de director en la orquesta de Kassel, cuenta así el desarrollo de este concierto:

“El pobre Beethoven, que con aquel concierto habría conseguido la única ganancia de aquel año, encuentra, ya en la organización, ya en la ejecución, sólo oposición. Ningún apoyo. Los cantantes y la orquesta eran completamente heterogéneos, poco empastados, y ni siquiera habían querido someterse al ensayo general de todo el programa.../... Cuando llegó el momento de la Fantasía Coral, la ejecución hizo aguas a causa del completo desbarajusrte de la orquesta, hasta el punto de que Beethoven, completamente sumido en su sacrosanto quehacer artístico, se olvidó del público y se puso a gritar para que empezaran desde el principio...” 

Una reflexión final.

Nunca se probó que Beethoven dijera “Así llama el destino a la puerta” sobre el significado de las cuatro notas iniciales de la obra. Anton F. Schindler (1795-1864) le atribuyó, años después de muerto,   esa frase, fuente de todo tipo de fantasías literarias posteriores. Esas cuatro notas, seguramente las más conocidas en la historia de la música, son el germen rítmico de toda la obra: una matriz, en cualquier caso, más musical que retórica. El protagonismo antes mencionado, que la orquestación da a contrabajos y timbal, es particularmente notable en el inicio del Scherzo y la transición al finale. Pero lo que realmente hace irrepetible esta obra es su unidad de concepto musical, la intensísima energía que la sustenta más allá del brío como indicación del Allegro inicial, recorriendo la grandeza serena del Andante , el serpenteante misterio del Allegro y la triunfal alegría del Finale. Nunca cuatro únicas notas generaron tanta música, tanta belleza, tantos sentimientos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario