Sobre el estreno de la Quinta de Beethoven (Bonn, 16.12 .1770; Viena, 26.03.1827)
Este texto fue utilizado en las notas al programa del concierto de la Orquesta Sinfónica de Galicia del 2 de febrero de 2008, dentro del ciclo Festiclass, con el título "El Héroe y el Destino"
Como si se tratase de cualquier españolito de hoy
día, para Beethoven, el 22 de Diciembre era el día. Claro que su ilusión no
estaba puesta exactamente en el Gordo de Navidad. Él se lo había trabajado a
fondo. Había organizado lo que hoy llamaríamos un macro-concierto, con una
duración aproximada de unas cinco horas, del que esperaba obtener unos
sustanciosos ingresos que le arreglaran el año. O, más bien, los que iban a ser
sus únicos beneficios aquel año, como veremos más adelante. No está de más
repasar el tantas veces comentado programa previsto para aquel día: Sinfonía en Fa mayor, ‘Pastoral’, op.
68; Arias para voz solista; Marchas e himnos; Gloria de la Misa en Do mayor, op. 86; Concierto
nº 4 para piano en Sol mayor, op. 58; Sinfonía
en Do menor, op. 67; Sanctus con
coro; Fantasía Coral en Do, op. 80;
y, como final, “algunas improvisaciones al piano por el maestro Ludwig van
Beethoven”.
Que el concierto había suscitado interés lo
demuestra el hecho de que se hubieran invertido en su organización 1.300
florines, una cantidad nada despreciable para la época. Pero las cosas se
torcieron desde el principio, con una orquesta rebelde que llegó a vetar la
presencia del compositor en los ensayos, una joven y prometedora cantante con
ínfulas de diva –Anna Milder- que cancela su actuación a última hora, una
sustituta novata de dudosa calidad haciéndose cargo de su parte sin tiempo para
ensayar y, como remate, una escasísima asistencia de público.
Johann Friedrich Reichardt (1752-1814), que andaba
por Viena intentando convencer a Beethoven de que aceptase el puesto de
director en la orquesta de Kassel, cuenta así el desarrollo de este concierto:
“El pobre Beethoven, que con aquel concierto habría conseguido la única
ganancia de aquel año, encuentra, ya en la organización, ya en la ejecución,
sólo oposición. Ningún apoyo. Los cantantes y la orquesta eran completamente
heterogéneos, poco empastados, y ni siquiera habían querido someterse al ensayo
general de todo el programa.../... Cuando llegó el momento de la Fantasía
Coral, la ejecución hizo aguas a causa del completo desbarajusrte de la
orquesta, hasta el punto de que Beethoven, completamente sumido en su sacrosanto
quehacer artístico, se olvidó del público y se puso a gritar para que empezaran
desde el principio...”
Una
reflexión final.
Nunca se probó
que Beethoven dijera “Así llama el destino a la puerta” sobre el significado de
las cuatro notas iniciales de la obra. Anton F. Schindler (1795-1864) le
atribuyó, años después de muerto, esa
frase, fuente de todo tipo de fantasías literarias posteriores. Esas cuatro
notas, seguramente las más conocidas en la historia de la música, son el germen
rítmico de toda la obra: una matriz, en cualquier caso, más musical que
retórica. El protagonismo antes mencionado, que la orquestación da a
contrabajos y timbal, es particularmente notable en el inicio del Scherzo
y la transición al finale. Pero lo que realmente hace irrepetible esta
obra es su unidad de concepto musical, la intensísima energía que la sustenta
más allá del brío como indicación del Allegro inicial,
recorriendo la grandeza serena del Andante , el serpenteante misterio
del Allegro y la triunfal alegría del Finale. Nunca cuatro
únicas notas generaron tanta música, tanta belleza, tantos sentimientos.
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