20 noviembre, 2024

Porque no todo es clásica…


 



A Coruña 17 de noviembre, Acuarium Finisterrae. EntrElas (coro femenino). Directora, Ana Rifón. Programa: Bring me Little water, Silvy. Autor: Huddie W. Ledbetter (conocido como Leadbelly). Arreglo de Greg Gilpin; Java Jive. Popularizado por The Manhattan Transfer, de Ben Oakland y Milton Drake, Arreglo, Kirby Shaw, Adaptado a voces femeninas por Ileana Delgado; Only you, de Buck Ram y Ande Rand, popularizada por The Platters. Versión para voces femeninas de Ileana Delgado; Mares igual que tú, de Eva Amaral y Juan Aguirre, arreglo de Ana Rifón; La puerta violeta, de Rozalén, con arreglo de Ileana Delgado; El manisero, de Moisés Simons- arr., Ileana Delgado; Drume Negrita, de Eliseo Granet, en versión para voces femeninas de Ileana Delgado basada en el arreglo de Enrique A. Núñez; La gloria eres tú, de José Antonio Méndez, arreglo de J. de Paz; Piel Canela, de Bobby Capó, en versión para voces femeninas de Ileana Delgado; El cuarto de Tula (popularizada por Buena Vista Social Club), de Sergio González Siaba y arreglo de. Ileana Delgado; Zapata se queda, de Lila Downs y Paul Cohen, con arreglo del grupo “La Colmena”; Agua de beber, de Tom Jobim y Vinicius de Moraes, en versión para voces femeninas de Ileana Delgado basada en un arreglo de A. Zilahi; Aquarius, de Galt Mc Dermot, James Rado y Gerome Ragni (popularizada por The Fifth Dimension), arreglo de Ana Rifón basado en uno de Dake Sharon.

 

¿Foto?

…ni falta que hace. Y hay días -y tardes- en los que lo único importante es dejarse llevar: por las sensaciones, por las emociones, por los sentimientos. Pero ya en la primera canción -que en esto de escuchar uno es ya perro viejo y, queriendo o no, siempre está oído avizor- ves u oyes algo que te llama la atención; algo que nunca habías visto que hiciera este grupo. Y la inercia y la costumbre te hacen tomar nota y te dices (o piensas, que esto es un concierto... chsss):  “no, si no es para nada; solo para recordar qué canciones se cantan y apuntar algunos detalles para comentar luego, a la salida”.

Porque resulta que lo que te llama la atención es una percusión corporal que nunca habías escuchado a este coro y un empaste de voces difícil de lograr en un grupo tan reducido, de solo 9 cantantes, y te dices: caramba, qué cambio y qué mejoras. Y ya estás perdido; y sigues tomando notas “to entregao” a la labor, como si del último estreno sinfónico se tratara; y vuelves a sentir sonidos y matices, y vuelves a sentir... y te acuerdas del día que lanzaste este blog y escribiste su primera entrada.


EntrElas en acción

Y te dices ¡que caramba! Si en realidad este tingladillo lo monté para hablar de este tipo de conciertos fuera de los circuitos oficiales (y también de lo que pienso de la música, del teatro y de la vida en general...). Pues eso, que aquí estamos, tratando de transmitir lo mejor que se pueda las sensaciones, emociones y sentimientos que decía arriba, esos por los que me iba a dejar llevar, que me dejé, por supuesto; y bien que me movieron y, por momentos, hasta me zarandearon; ya te digo.

Bueno, el caso es que estábamos en la primera canción, Bring me Little water, Silvy, esa que empezaba con percusión corporal y en la que ese nuevo empaste de EntrElas asaltó mi oído y, como diría un militar,  “tomó la cota y la aseguró”. Y, aunque parece que a boca cerrada siempre se puede empastar mejor, esta cualidad se mostró y fue a más a lo largo de todo el concierto.

Como también una precisión más que notable en entradas y cierres de frase, una afinación bien precisa y atinada y un control del sonido en dinámica y color que te hacen pensar que detrás de todos estos cambios hay mucho, mucho trabajo, bien dirigido y bien realizado. Enhorabuena a EntrElas y a su directora, Ana Rifón.

 

EntrElas (a media luz...)



¿Agujero de gusano?

Dejando ya los aspectos tecnoplastas, vamos al terreno de las sensaciones, viajes en el tiempo y emociones adjuntas. Resulta que no pude oír bien el título de la tercera canción cuando se anunciaba, por lo que escuchar el inicio de Only you (¡esos trece acordes, por Dios!) mientras escribía algo en el móvil me produjo un vuelco en el corazón. Que una vuelta a la adolescencia, un viaje a través del tiempo, de repente y sin anestesia, no es cosa de risa ¿eh? Tantos y tantos años y tantas vivencias trae a la memoria esta canción que uno no puede dejar de ponerse “blandito” y convertirse en “carne de emoción”. O de lagrimón, ”vaya usté’ a saber”.

Me gustó Mares igual que tú; sonaba bien, muy bien, y tenía su pellizco. Tras esta, Ana Belén Manteiga hizo la introducción de La puerta violeta, dando las gracias  a la directora, Ana Rifón, “por muchas cosas, en especial por tu paciencia”. Aplauso previo y bonita versión de EntrElas con un pequeño solo de Rifón en el que, junto a su buen gusto cantando, se pudo apreciar un hermoso color de voz y una notable proyección de esta. Junto a ella también hicieron sus pequeños solos Ana Belen Manteiga, Gertraud Brilmayer, Rosa Garcia, Ana Calvo y Ángeles Coira. Es decir, casi todas, que EntrElas es un coro "mu horizontal y mu bien avenío".

El manisero es siempre una apuesta sobre seguro. EntrElas lo canta con un carácter lleno de gracia cubana. Supongo que esta le quedó grabada a fuego -quizás el mismo que tuesta suavemente los aquí llamados cacahuetes- por el arreglo y trabajo de su fundadora, Ileana Delgado. Fenomenal el coro, acentuando muy adecuadamente los  cambios  de tonalidad y unas disonancias preciosas. Potencia  y calidad de voz, buen canto y gran sentido del espectáculo de la soprano solista, Ana Belén Manteiga.

Como tras la tempestad viene la calma, llegó una preciosa versión de Drume Negrita, una nana en la que, junto a la ternura que despierta, no puedo por menos de sentir siempre una sacudida, un sentimiento de rabia por la injusticia que refleja. Preciosa interpretación de solista y coro.

El bolero La gloria eres tú trajo a la cafetería del Acuarium Finisterrae convertida en  auditorio los sentimientos encontrados propios del género. Y Piel canela fue otro agujero de gusano que volvió a hacernos viajar en el tiempo. Hasta aquel en el que la imaginación se convertía en ilusión y cualquier adolescente se veía como un galán de cine con la voz de Lucho Gatica. Vamos, lo que parecía una combinación irresistible para conquistar a aquella muchacha… a la que luego ni se atrevía a dirigir la palabra. Cuántos sueños, cuántos afanes frustrados por no dar un paso -¡el paso!- a tiempo. Pura emoción, pura nostalgia, pura ilusión rediviva. Gracias, EntrElas...


¿Dónde está Gertraud?
(Atardecer en Finisterrae)


El violín de Gertraud Brilmayer volvió a sonar -siempre prudente y discreto, siempre oportuno, destacando la voz de Manteiga, la solista- en El cuarto de Tula. Zapata se queda y Agua de beber cerraron brillantemente el programa previsto, creo, antes del primer regalo, un bonito arreglo de Rifón sobre Aquarius perfectamente adecuado al carácter y estilo del grupo, con unos atractivos cambios de intensidad y armonía.

Ante los fuertes aplausos del público, EntrElas regaló -o más bien intercambió- una nueva pieza, Chan chan, del gran Compay Segundo. Y digo intercambió porque es una pieza en la que requirieron la colaboración del público, que con su continuo y perpetuo ritornello, algo así como “dom, dom-dom-dom-dom, dodododo, dom” pone una base rítmica al canto del coro y los solos de Manteiga y Brilmayer, se siente parte del coro y sale con una sonrisa de oreja a oreja y el recuerdo de un bonito atardecer iluminando un precioso concierto. Enhorabuena a tod@s, coro y público.


15 noviembre, 2024

Fuerza, ductilidad y versatilidad

 




Vigo, 4 de noviembre. Auditorio Afundación. Dasha Rosinskij, piano. Programa: W. A. Mozart, Sonata para piano nº 8 en la menor, KV 310; F. Chopin, Balada nº 1 en sol menor, op. 23; S. Prokófiev, Sugestión diabólica; F. Liszt, Años de peregrinaje, El valle de Obermann; W. Rosinskij, El baile del murciélago.



Dasha Rosinskij



Una mirada atenta a los ojos de Dasha Rosinskij durante una breve charla con la pianista y el primer párrafo de su curriculum publicado en el programa de este concierto bien podrían servir de guía para quienes escuchen su música. Me explico: Dasha es una joven muy vivaz y un puntito irónica en su discurso, con visión e ideas amplias y claras sobre la música profesional y sus posibilidades en el mundo digital que nos ha tocado vivir. Su hábitat natural, como nativa de la llamada generación Z, y un continuo torrente de cambios para quienes nacimos muchísimo antes de esta moda de poner una letra a cada generación (aunque hace unos días leí que los “boomers” ¡¿somos?! los nacidos entre 1945 y 1965 (quién me lo iba a decir hace tan solo unos meses).

Su curriculum nos muestra una formación con maestras formadas en la escuela rusa -por edad, algunas incluso de la soviética, lo que viene a ser lo mismo-. Así pues, trabajo, trabajo y más  trabajo han fraguado a fuego los años de aprendizaje de nuestra pianista: como tal y como la mujer en agraz que ya es.

Lamento haber perdido en el espacio virtual mis notas sobre su interpretación de la sonata de Mozart que tocó en promer lugar, algo que me pasa a veces por no guardarlas o fijarlas a tiempo y que espero evitar en el futuro. Cosas de “boomer camisa vieja”, supongo. En el recuerdo, un Mozart alla russa, lleno de fuerza y precisión (y de reflejos para saber salvar cualquier dificultad frente al público; bravo por ello).

El Chopin de Rosinskij  tiene ese raro y preciado equilibrio entre fuerza y sensibilidad, aunque podría parecer que con algún predominio de aquella; algo que el tiempo y la experiencia, sin duda, terminarán de pulir -o no; siempre será su elección-. Pero también tan soñador como uno pueda desear, pensar o, simplemente, imaginar. El fruto del buen uso de herramientas como una gran fuerza interior, un espléndido legato (en mi recuerdo, una gloriosa escala descendente) y esa textura tan sumamente valiosa en los sobreagudos -una transparencia “líquida” que hace aparecer la música como límpida agua que acabara de manar entre arena y piedras-.

La obra de Prokófiev, Sugestión diabólica, surge haciendo honor a su título entre unos sugestionantes y terribles graves, que devienen en escalofriantes -y diabólicos, sí- por el staccato que tan apropiadamente los acentúa en manos de Rosinskij. La condición de espeluznante (iteralmente: pone los pelos de punta) va escalando por el pentagrama hasta el registro agudo y la vuelta a unos graves “diesiraescos” que parecen provenir del alma arrepentida del mayor pecador de la Historia.

Tiene Rossinskij una curiosa costumbre, salir del escenario después de cada obra, y lo hace con una cierta premura, lo que le impide disfrutar plenamente del aplauso del público y en alguna medida puede acortar este. Frente a esta, tiene otra, excelente, de favorecer siempre su concentración previa a cada obra. Lo que siempre es importante y más aún en un programa como el de Vigo, con una variedad tan grande de estilos y compositores.

Esta concentración da sus frutos, permitiendo manifestar la ductilidad y versatiidad propias de esta intérprete. Cualidades que no debería extrañarnos hallar en la hija de un compositor que habla del eclecticismo como parte de su propia personalidad compositiva. Y ya saben: de tal palo…  

El valle de Obermann que sonó a continuación fue todo un  panorama bien lisztiano de sensaciones y sentimientos. Algo así como la traducción a sonido de lo que podríamos sentir en cada punto del recorrido por tal paisaje imaginario. Trasparencia para el río y color para una apacible vega en plena floración, pero también imponente por su continuación en las montañas que la delimitan. Y todo basado en unos graves que son como los cimientos mismos de la grandiosidad del conjunto, con un continuo de sobreagudos en staccato,  brillantes como las cumbres nevadas. Los cruces de manos, impecables. Y las dobles octavas, puritito poderío. La coda, de sobresaliente Sin más; para qué.




Dasha Rosinskij bajo la mirada de soslayo de Wladímir dirigiendo



La obra de Rossinskij padre, El baile del murciélago, va más allá de una melodía que delinea muy gráficamente un posible argumento de la obra. Muy bien expresado todo por Rosinskij hija, como en ese ritmo entrecortado en los graves y esos motivos en agudo y sobreagudo que, como su vuelo en líneas quebradas y los chillidos que imaginamos en su ecolocalización, a alguno nos hicieron mirar al techo de la sala por si acaso. Que no en vano el murciélago –“lo rat penat” que se dice en la querida Valencia, ahora tan castigada por la Naturaleza y el mal hacer de algunos políticos) es un animalito que no suele inspirar demasiada confianza. Unos graves repetidos, semejando los ecos salidos de lo más profundo y oscuro de una gran gruta, pusieron la gota de inquietud y el punto final a un notable programa soberbiamente interpretado.

Rosinskij regaló dos propinas  que nos hicieron salir de la sala con el ánimo enardecido. La sonata de Scarlatti fue puro sentimiento emanando de unas líneas  claras y luminosas como un amanecer en la costa de Menorca.

Y, como último mensaje, Albéniz, con su Pavana-Capricho. Gracia y garbo como si en vez de haber nacido en la Ciudad Xardín de A Coruña lo hubiera hecho en Triana o en La Macarena. A su final, esas notas de ambas manos entrecruzándose sobre el teclado del piano que parecían las manos de una bailaora sobre la Luna llena y me regalaron el recuerdo de una noche de trabajo en pleno verano, hace más de cuatro décadas, asomándose desde el fondo de mi memoria. Gracias, Dasha. O, como ahora parecería preceptivo decir para no herir sentimientos ni levantar suspicacias, gracias, señora Rosinskij.