El viernes 26 de mayo
se celebró la gala inaugural de [S8], VIII Mostra de cine Periférico, en
el Palacio de la Ópera de A Coruña con la proyección de del Fausto de Friedrich
Wilhelm Murnau (Bielefeld, Westfalia, 1888 - Hollywood, 1931), en copia
restaurada por Luciano Berriatúa (Madrid, 1949). La proyección fue acompañada
de la música compuesta por Jesús Torres (Zaragoza, 1965) y estrenada en 2009, en
el Teatro de la Zarzuela, por la Orquesta de la Comunidad de Madrid dirigida
por José Ramón Encinar (Madrid, 1954).
La música Escrita por
Jesús Torres no es la música “del Fausto de Murnau”: no es música incidental y, menos aún, una mera
ilustración sonora de lo que se ve en pantalla. El Fausto de Torres es un encargo que el talento creador del
compositor convierte, y utilizo sus propias palabras, una “música para la
proyección de la película de F. W. Murnau”. Y aunque la suya es una
música para el filme, no se habrá entendido si no se comprende
previamente que también lo es desde el filme. Sobre todo habida cuenta
de una característica esencial de todo el cine de Murnau.
Jesús Torres |
Dice Berriatúa -miembro
de la Asociación Española de Historiadores de Cine- que la verdadera vocación
de Murnau –que, por otra parte, fue siempre reconocida por el cineasta alemán- fue
la pintura. Desde ese punto de vista, el cine fue para él una técnica plástica,
una nueva forma de pintura en movimiento que le permitía trasladar sus ideas a
imágenes, apurando así su visión expresionista del arte. Su Fausto, como la mayor parte de su obra,
responde perfectamente a esta vocación y ello se hace sentir a lo largo de los
107 minutos de su metraje.
Desde esta inspiración
de la película, se entiende a la perfección el enfoque de Torres, en una obra
inspirada por la estética y significado del filme pero no servidor sonoro de
éste. La obra de Torres parece escrita desde la perspectiva visual del
espectador del filme y le acompaña en su captación de las imágenes con una serie
de sugerencias visuales elaboradas desde la partitura.
Ya en la escena inicial
-la disputa entre Mefisto y el arcángel Miguel en las alturas del Cielo- “se ve” desde el registro grave de los metales,
subrayando ese punto de vista con lo que bien podemos considerar como un
contrapicado audiovisual. Se produce en toda la obra una especie de
desdoblamiento entre el hecho visual y el sonoro comparable al que pudiera experimentar
una persona en lo que se ha dado en llamar autoscopia externa [1].
Escena de Fausto en contrapicado |
Así, ambas obras
transcurren en un cierto paralelismo expresivo, creo que voluntariamente
incompleto y lleno de elasticidad, que les hace coincidir sólo cuando
Torres decide. Son esos momentos-pico que toda obra necesita y que permiten al
autor graduar y repartir adecuadamente el impacto de una música en su
auditorio. Ambas obras se acercan se van acercando o separando al modo en que
la catenaria de una red ferroviaria va pasando de uno a otro lado del trole de
una locomotora.
El Fausto de
Torres tiene una estructura de gran suite en nueve escenas, que se corresponden
con los nueve grandes episodios de la película pero que tienen su propio
desarrollo que hace coincidir esos momentos-pico antes mencionados con los
pasajes de mayor tensión expresiva de ésta. Por una parte, los pasajes más
dramáticos de vientos y percusión: la muerte del profeta es muy significativa
en este sentido. Por otra, destaca el lirismo que Torres logra imbuir a los de mayor
intimidad.
Rótulo de Fausto |
Y, en ese trancurrir semiparalelo de música e imagen, se
destacan momentos de gran belleza sonora, como cuando Mefisto propone a Fausto
“un día de prueba” de su pacto; o la luminosidad de las campanas tubulares
sobre la oscuridad del registro grave del piano. Otro gran momento es cuando el subrayado de las flautas otorga al vuelo
de Fausto sobre la capa de Mefisto una preciosa sensación de levedad y
ligereza.
También la ironía que subraya la doble relación, Gretchen/Fausto
y Mefisto/Tía Martha en la escena Llega
el amor, subrayada por el contraste entre lo sonoro y lo visual con música
de un carácter cambiado frente a la escena del filme. Y que viene a resultar
uno de los momentos cumbre de la partitura con el enorme lirismo del canto de
los violines solistas.
Escena de Fausto |
Y, como compendio final, dos momentos en los que la
música de Torres brilla en todo su esplendor. Uno, el rechazo de Gretchen y
posterior muerte de su hijo resulta toda una bajada sonoraa los infiernos . El
segundo, la música de la última escena, La
resolución final: esas dos voces sólo vocalizadas, sin texto, que elevan el ambiente como siguiendo al alma
de Fausto en su ascenso a la salvación en un gran crescendo emocional. Y el gran crescendo
sonoro desde los laterales del escenario elevándose sobre el sonido de la caja
y su brusco final, que dejan en todo lo alto las sensaciones causadas por una
excelente partitura.
La interpretación tuvo la calidad que sólo se puede
esperar cuando se unen elementos de la categoría artística idónea: en este caso,
la dirección de un gran maestro -sobre todo en lo contemporáneo- como Encinar y
una orquesta de la calidad de conjunto e individualidades como la Sinfónica de
Galicia. La larga ovación del público de A Coruña fue el mejor refrendo a una
sesión en la que lo visual, la música y la interpretación tuvieron la
excelencia como nivel.
[1] Es la facultad o acto de verse delante de sí mismo, en
estado de vigilia física ordinaria. En el ámbito de la psiquiatría se usan más
las denominaciones como “alucinación autoscópica” o “doble autoscópico”.
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