16 julio, 2018

¡A volar!







A Coruña, 12 de julio, Auditorio Andrés Gaos del Conservatorio Superior de Música de A Coruña. Paloma García Fernández de Usera, violín. Ricardo Blanco, piano. Eulogio Albalat, guitarra. Programa: J.S. Bach, Allemande y Courante de la Partita para violín solo en re menor, BWV1004; Camille Saint-Saëns, Introducción y rondó caprichoso, op. 28. Grigoras Diniciu, Hora staccato; Cesar Frank, Sonata en la mayor para violín y piano; Niccolò Paganini, Cantabile en re mayor

El Auditorio Andrés Gaos del Conservatorio Superior de Música de A Coruña ha sido el lugar elegido por Paloma García Fernández de Usera para su presentación en Galicia tras la finalización de sus estudios superiores en Musikene, Centro Superior de Música del País Vasco. En San Sebastián ha culminado la violinista coruñesa su formación académica iniciada ensayando con la orquesta de  la Escola Municipal de Música de Oleiros y sobre todo en el Conservatorio Profesional de A Coruña, centro este último en el que obtuvo el Premio Extraordinario de Grado Medio.

Paloma García Fernández de Usera


A lo largo del concierto Paloma García demostró haber asimilado el alto grado de formación técnica que solo pueden alcanzar los estudiantes formados en conservatorios superiores. Pero también algo más importante como es un carácter musical formado y forjado desde la cuna, pues no en vano ha nacido en una familia de tradición musical cuyo antecedente inmediatamente anterior es su padre, el profesor de guitarra del Conservatorio Superior de A Coruña Eulogio Albalat.

Podríamos decir que cuando un violinista comienza un concierto de fin de carrera como este con música de Johann Sebastian Bach empieza por el principio. Perogrullada que me trajo a la memoria el primer versículo del Evangelio de san Juan escuchado a diario en las misas preconciliares de mi bachillerato: In principio erat Verbum et Verbum erat apud Deum et Deus erat Verbum (En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios). Sin ningún ánimo de ser ni parecer irreverente, solo tendríamos que sustituir el término Verbo por Música y Dios por Bach para reconocer la inmensa importancia del genio de Eisenach en la formación de cualquier músico.

Fluidez en la dicción por un claro fraseo y contrastes dinámicos adecuados a la música de Bach caracterizaron la interpretación junto a un sonido bien redondo en los registros grave y medio y bastante cristalino en los agudos. Un salto de más de siglo y medio en el programa nos llevó a la obra de Saint-Saëns, en la que García Fernández de Usera empezó a lucir su técnica, con unos ataques y golpes de arco (esos arpegios junto al canto del piano) y agilidades más que notables. En Hora staccato fue de resaltar su dicción de la obra, propiciada por la buena regulación del sonido de su violín.

 La obra central del concierto fue la gran Sonata en la mayor para violín y piano de Frank, posible obra fundacional de la música cíclica, en la que la violinista coruñesa desplegó gran técnica y un temperamento realmente apropiado al arrebatado carácter romántico de la pieza. Al igual que en las dos obras anteriores, contó con el acompañamiento al piano de Ricardo Blanco. Este profesor del Conservatorio coruñés fue especialmente cuidadoso en todo momento, tanto dinámica como rítmicamente, e hizo una gran demostración de sus cualidades como intérprete, destacando la irónica gracia que imprimió a su parte en la obra de Dinicu y su poderío y musicalidad en Sant-Saëns y Frank.

Y como es de bien nacidos ser agradecido, el concierto terminó con la interpretación de una de las abundantes obras de Paganini para violín y guitarra, acompañada por su padre, Eulogio Albalat. La que hicieron padre e hija del Cantabile en re mayor despertó en mí todo un remolino de nostalgias pues tuvo todo el aroma de un buen recuerdo. Una vez más -pero esta se percibió con mayor intensidad- la violinista imprimió a la obra un carácter lleno de fuerza en unos notables contrastes dinámicos expresados en perfecta comunión instrumental con su padre y ahora acompañante.

Una violinista ha terminado su formación académica pero en el mundo hipercompetitivo de la música clásica actual esto es solo el final del principio. Ahora toca perfeccionar con maestros y escuelas de aquí y allá y un largo camino de pruebas y concursos. Cuando se produce un vino, su carácter depende fundamentalmente de la casta de las uvas, así como del suelo y el clima del terruño en el que aquellas se han cultivado. La calidad final dependerá también de su elaboración en bodega; y su elegancia se refinará a través del tiempo de reposo en la botella, a veces largos años, antes de llegar a la mesa.

El carácter está impreso en Paloma por casta, ambiente y formación; a partir de ahora, el horizonte, siempre inalcanzable, es la meta. Y las de los músicos son siempre metas volantes, como esas que los ciclistas –perdonadme la digresión, estamos en pleno Tour de Francia- disputan en ciertas zonas de cada etapa. La meta definitiva es la excelencia y solo se alcanza con muy altas miras; como hacen los arqueros apuntando más arriba de la diana, que luego viene Newton con la rebaja.



Una reflexión final, que no consejo: un ave ha de abandonar el nido para aprender a volar; esto lo sabe bien alguien que ha estudiado a más de 600 Km de su ciudad. Pero, aunque el mundo es muy grande, la música da alas y fuerza para moverlas.

Es el momento de volar. Alto y lejos.