27 junio, 2015

Magia, filtros y filtraciones




Hay críticas que salen solas y otras que se resisten y tardan en nacer. Que son como un parto distócico. Y no porque no se tenga una idea clara de lo que se ha visto y escuchado. El problema a veces es cómo analizar un evento que rozó en numerosas ocasiones el desastre, pero haciéndolo con el respeto que me merece todo el que se sube a un escenario; quien se deja el alma durante semanas creando una dramaturgia o quien baja a un foso operístico con la labor, a veces rayana con lo imposible, de coordinar y concertar a músicos ¡y cantantes!

Aunque el párrafo anterior resume bastante bien mi opinión sobre la representación del viernes, paso a analizar algunos de sus aspectos más destacables.

Magia...
No sobró precisamente este elemento en La flauta mágica del viernes en A Coruña. Quienes me leéis hace tiempo sabéis que concibo la ópera como teatro (sustantivo) cantado (calificativo), no como canto representado. Y precisamente el teatro, junto con la actuación de algunos de los cantantes, fue de lo poco que se puede salvar de la función. En este aspecto, la producción de Els Comediants para el Gran Teatre del Liceu y el Festival Mozart -vieja conocida desde su estreno en el Palacio de la Ópera de A Coruña- sigue aportando frescura. Por su parte, la dirección escénica de Joan Font dio las notas más adecuadas  a cada momento del libreto de Schikaneder, con el apoyo de su ayudante de dirección y coreógrafa, Montse Colomé.

Francisco Corujo. Foto, Miguel Ángel Fernández

El aspecto vocal fue, de largo, el menos acertado. Destacó para bien Francisco Corujo, con un Tamino bien templado vocal y teatralmente. Timbre agradable aunque no excesivamente rico, buena potencia y excelente proyección fueron base del mejor canto de toda la noche. También por encima de la pobre media del reparto -aunque por debajo de Corujo- estuvo Borja Quiza, más adaptado a la escena lírica que en otras ocasiones.

El papel de Papageno -que en la mejor tradición del teatro clásico español sería la figura del ‘gracioso’- se adapta bastante bien a sus características dramáticas y vocales. Su actuación fue vocalmente correcta -si dejamos a salvo alguna de sus personales y habituales brusquedades- y un tanto histriónica en el aspecto dramático; algo que, curiosamente, fue de agradecer pues despertaba la atención, algo dormida en medio de tanta y tan mediocre vocalidad.

Mariola Cantarero tuvo una actuación irregular: su voz tiene un timbre agradable, pero está lastrada por una emisión muy nasal. En su último solo mejoró la percepción del público por el recurso, algo excesivo seguramente, de unos filados realmente meritorios que redondearon no poco su voz.

Como siempre hay que hacer con quien hace un una sustitución de última hora, a Helena Orcoyen hay que agradecerle su disposición. Porque llegó el día anterior al
Helena Orcoyen. Foto, Miguel Ángel Fernández
ensayo pregeneral, con el tiempo justo para aprender sus (escasos) movimientos en escena y su melólogo en castellano. Pero también es cierto que en su actuación como Reina de la Noche demostró que no es lo mismo saberse un papel que ‘tenerlo’. Destaca Arturo Reverter en sus notas al programa que el de Reina de la Noche “es un papel que exige un cumplido virtuosismo y una voz con cuerpo .../... lo que más tarde se entendió como soprano dramática de agilidad”. Baste decir que el viernes, por las causas que fueran, a su voz le faltaron cuerpo y agilidad.

Al Sarastro de David Sánchez le faltó profundidad en el registro grave. Teatralmente hablando, tuvo más hieratismo que la majestad que se le supone al personaje. De los comprimarios, destacó la actuación de Pablo Carballido por voz y buen hacer escénico. Su entrada en escena para el dúo de sacerdotes y el siguiente mutis fueron perfectos por su forma de rodar y por su ritmo. Aunque tal como fue la función en su aspecto vocal cualquiera puede comprender el apresuramiento de su compañero de escena.

Patricia Rodríguez Rico compuso una graciosa Papagena llena de la mejor picardía. El Monostatos de José Manuel Zapata se resintió del mal momento vocal de su intérprete; y del físico: en anteriores representaciones, este guardián del templo trepaba por la red. Las tres damas de la Reina de la Noche actuaron con agradable voz, escaso empaste y casi nulo ajuste. Los tres niños, María Lueiro, Nuria Lemos y Alberto Miguélez-Rouco, cumplieron su cometido. 


Escena final. Foto, Miguel Ángel Fernández
Desde el punto de vista musical, Josep Pons lidió lo mejor que pudo con lo que podríamos llamar las ‘diferentes personalidades métricas y rítmicas’ de algunos de los cantantes, a los que no hubo forma de meter en vereda, con los consiguientes desajustes en entradas yfinales de frase. La Orquesta Sinfónica de Galicia tuvo su buen sonido mozartiano habitual y el Coro de la Sinfónica de Galicia mostró la solidez de su línea ascendente, con perfecta afinación y una gran precisión rítmica. Espléndidas las voces masculinas, por timbre y potencia.

...filtros...
Relataba el maestro Pons en la presentación de la ópera a la prensa una anécdota -no comprobada, como casi todas-. Se dice que Mozart recibía en su lecho de muerte noticia de cada función de La flauta mágica. Por la hora en que llegaba el emisario desde el teatro calculaba el autor el éxito de la representación: cuanto más tarde, más aplausos y más ‘morcillas’ había habido. En el texto en castellano (no he logrado ver quién es la traducción) ha faltado la adaptación a la actualidad local que tenían los diálogos hablados en el singspiel original. Han sobrado filtros y faltado chispa propia.

Sólo se pudo apreciar en este sentido la mención al “Albariño”, morcilla fija ya esde la primera representación de esta producción allá por 2001. Quiza añadió ‘Y de Cambados’, pero faltó una alusión -al menos al Mencía entre los muchos buenos tintos gallegos- cuando Papageno bebe largamente de una interminable copa de tinto. El señor Font, en su próximo viaje por A Coruña,  podrá tener ocasión de aumentar su conocimiento de la insuficientemente conocida vitivinicultura gallega.

...y filtraciones
Parece que vuelve la falta de ética que implica la -llamémosle amalgama- de actividades de organización con la crítica e información. Parece que vuelve –si es que alguna vez se fue- la mala praxis. Y mala praxis es, por ejemplo- filtrar fechas y programas de la próxima temporada sin haber convocado siquiera a los medios a una rueda de prensa.

Rueda de prensa que carecerá del mínimo interés para los medios especializados una vez pisada la noticia. Y más, cuando a lo largo de la temporada –como sucedió en ésta que acaba- se van cayendo del cartel repartos enteros, nombre a nombre. O cuando se cambian fechas, como fue el caso de esta Flauta mágica, prevista en principio para los pasados viernes 19 y domingo 21. 

Para qué asistir y contarlo: ya nos iremos enterando de rectificaciones, cancelaciones y sustituciones.

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